
No  siempre resulta fácil entrar            en una dinámica de oración para  sanar heridas que tenemos            en nuestro interior. Siempre que  no haya experiencia y práctica,            necesitamos que alguien nos  ayude, que nos dé ciertas pautas            para desarrollar  adecuadamente la oración de sanación.            Y ello vale tanto para  las personas que dirigen la oración como            para uno mismo.
Por este motivo creemos bueno copiar "Los pasos de una oración de sanación" del P. Víctor Manuel Fernández en su libro "Sanar un amor herido".
"Para  llegar al perdón profundo            y a la sanación, normalmente hay  que seguir un proceso. A continuación            veremos los pasos de  ese proceso. Pero esto no significa que en todos            los casos  éste sea el orden más conveniente, ya que la            sanación no  funciona como una operación matemática.            Todos los seres son  distintos y hay que evitar establecer las leyes            absolutas,  como suelen hacer algunos "falsos maestros" que dicen: "Si            no  hace esto no se sanará". No podemos encasillar a Dios en nuestros             esquemas y en nuestras experiencias, ni podemos pretender que  todas            las personas se ajusten a nuestros moldes.
Para  algunas personas es más            clave uno de los momentos de este  proceso de sanación, y para            otra persona es más importante  otro de los pasos. Incluso, podría            repetirse alguno de los  pasos porque se descubre que se logró            una mayor apertura para  profundizarlo más. Por ejemplo: luego            del perdón al hermano  se puede volver al perdón a sí            mismo, porque había un  sentimiento de inferioridad por no haber            recibido amor de  otra persona. Luego de haber perdonado a esa persona,            se  puede lograr con más sinceridad el perdón a sí            mismo, la  autoaceptación.
De  todos modos, vamos a proponer un            posible orden en la oración  de sanación, que podría            ser útil en la generalidad de los  casos:
a. Invocar            insistentemente al Espíritu Santo.  
- .Además,  intentar liberarse de las distracciones              y centrarse en el  Señor. Distender el cuerpo. Puede ser bueno              respirar  profundo varias veces, y también cantar algo agradable.               Permitir así poco a poco que el Espíritu Santo vaya              tomando  posesión de todo nuestro ser y ore en nosotros.
- .Experimentar  que el propio ser está sostenido              porque Dios lo crea a  cada instante por amor, que Dios ama mi existencia              y por  eso estoy vivo. Recordar que él me ama así como              soy, porque  soy obra suya y él me planeó así              desde toda la eternidad.  Pero quiere que yo logre ser más feliz. 
Recordar  los textos bíblicos              que hablan sobre el amor de Dios.  Cantar, para lograr al menos mínimamente              gozar del amor de  Dios.
Para hablar con otro hay que saber que el otro está atento a lo que le digo, que me mira, que tiene interés en escucharme, que no está distraído ni lejano. De otro modo sería como hablar con una pared o como hablar con uno mismo, no con él.
Por eso, si quiero de verdad hacer una oración de sanación y no simplemente una terapia psicológica o una técnica superficial, tengo que disponerme a orar, a dialogar con otro, con Dios. Pero para lograrlo, primero tengo que sentirme descubierto, reconocido por él, que me ama, que me mira con amor y respeto. Cuando María Magdalena fue al sepulcro, vio a Cristo resucitado, pero no lo reconoció hasta que Cristo le dijo: "¡María!". Es decir, cuando se sintió reconocida. Lo mismo sucede en nuestra oración. Lo primero es entrar en la presencia del Señor que nos conoce y nos reconoce, que está atento a nuestras palabras. Sólo así podemos reconocerlo nosotros a él y dialogar.
d.  Dialogar sinceramente            y de corazón.
Si queremos tener un verdadero diálogo de amigos con Dios, eso me exige tratarlo como amigo: con absoluta sinceridad. Pretender ocultarle algo de lo que llevamos dentro es una ilusión. Por lo tanto, una señal de confianza es decirle sinceramente lo que sentimos hacia él. Porque aunque sabemos que él es puro amor y que no hace daño, nosotros podemos "sentirnos" defraudados por él, que nos abandonó, que no se preocupa de nosotros. Pero hay que decírselo en oración tal como lo tenemos dentro. Así descargamos nuestro interior revuelto, sabiendo que a él no lo dañamos, y le damos la oportunidad, con nuestra sinceridad, de convencernos de su amor. Con nuestra sinceridad le damos la posibilidad de dialogar con nosotros, de "seducir" nuestro interior y atraernos hacia él. Sólo así es posible reconciliarnos y recuperar la paz con él.
e. Y si hemos podido discutir con Dios, también tenemos que llegar a 'perdonarlo ".
Toda reconciliación culmina cuando podemos decir con todo el corazón: "Yo te quiero", "yo te perdono". Por eso, también en esta oración, tenemos que lograr decir sinceramente a Dios: "Yo te perdono".
Sabemos con nuestro intelecto que él no es culpable, pero no somos sólo intelecto. Nuestros sentimientos a veces lo sienten culpable. Por eso, tenemos que destruir esos sentimientos negativos, y desde los sentimientos decir a Dios: "yo te perdono", y abrazarlo espiritualmente con un beso de
reconciliación.
También cabe aquí pedirle perdón por haberlo culpado injustamente y no haber dado lugar a su amor.
f. Perdón a sí mismo
Luego de reconciliar nuestros sentimientos con Dios, tenemos la base para poder aceptarnos y perdonarnos a nosotros mismos.
Recordamos  una vez más el                amor del Señor, nos imaginamos abrazados  por Cristo con toda                su ternura, y nos decimos a nosotros  mismos: "Juan (tu nombre),                yo te acepto así como eres,  porque tu ser es obra del Señor;                y yo te perdono por no  haber sido perfecto, por no haber sido siempre                bueno, y  especialmente por (mencionar algo que nos lleva a culparnos                 a nosotros mismos); y con el amor de Jesús te quiero".
Abrazarme  con ternura a mí                mismo sabiendo que a través de ese  abrazo Cristo mismo me                acepta y me da su amor.
g.  Perdón            al otro
Ahora trato de perdonar uno por                uno a los que me desilusionaron o me hicieron daño.
Pido a Cristo la gracia de querer                perdonar y de amarlos con su amor.
Es útil recordar las motivaciones                que tenemos para perdonar.
Cuando  me sienta dispuesto, hago                en voz alta la oración de  perdón, imaginando el rostro                de la persona, diciendo su  nombre, y diciendo qué es lo que                le perdono. Es  importante agregar que lo libero de tener que sufrir                por  lo que me hizo y que acepto compartir con él la felicidad                 del cielo, y decir todo esto a Jesús como una respuesta al                 amor que él me dio en la cruz.
Finalmente,  expresar este perdón                orando por esa persona y pensando  algún gesto de amor que                podré hacer para que se dé cuenta  de que no le guardo                rencor.
Si  se trata de una persona que no                acepta darme un amor que  yo le reclamo, es importante darle un abrazo                imaginario,  lleno de cariño, y decirle que lo libero de tener                que  darme su amor. Si no puedo hacerlo, no se trata aquí                de  una falta de perdón, sino de liberarme de una obsesión                 afectiva, cosa que no podemos tratar aquí, pero puede indicar                 que no hemos abierto el corazón sinceramente al amor de Dios.                 Él ha estado llamando a mi puerta para llenarme de su amor                 y llenar mis huecos afectivos, pero ese lugar está ocupado                 por una obsesión afectiva que no quiero abandonar y el  Señor                no entra en los lugares que no le permitimos  ocupar."
 
 
Muy buena guía para lograr el perdón y así la sanación.
ReplyDeletemuchas gracias!
ReplyDeletemuchas gracias
ReplyDelete