Saturday, August 20, 2011

EUCARISTÍA Y SANACIÓN

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La Eucaristía es fuente de luz y de amor para los que se acercan a Jesús. También es fuente de salud para los que se acercan con fe, como la mujer hemorroísa del Evangelio. La hermana Briege McKenna nos cuenta algunos de estos milagros en su libro Los milagros sí ocurren.

Dice: Un día me telefoneó un sacerdote muy angustiado y asustado. Acababa de saber que tenía cáncer en las cuerdas vocales y que, dentro de tres semanas, tendrían que extirparle la laringe. Me dijo que estaba desesperado, había sido ordenado apenas hacía seis años. Al orar con él, sentí que el Señor quería que yo le hablara de la Eucaristía. Le dije: "Padre, yo puedo orar por usted ahora por teléfono y lo haré. Pero ¿esta mañana no tuvo un encuentro con Jesús? ¿No se encuentra con él cada día? Padre, cada día, cuando celebra la misa, cuando toma la hostia sagrada, usted se encuentra con Jesús. ¿Se da cuenta de que Jesús pasa a través de su garganta? No hay nadie mejor a quien ir sino a Jesús. Pídale a Jesús que lo sane".

Lo oí llorar por teléfono. Y se despidió dándome las gracias. Tres semanas después, ingresó al hospital para ser operado. Me llamó más tarde para decirme que la cirugía no se realizó. Los médicos descubrieron que el cáncer había desaparecido y que sus cuerdas vocales estaban como nuevas. Nunca supe su nombre. Pero un año después, tuve noticias de él a través de un amigo suyo. Antes de su enfermedad, este sacerdote joven había dejado de celebrar la misa diaria excepto los domingos. Él tomaba la misa muy a la ligera. Y Dios usó esta experiencia del cáncer para transformar su vida. Este sacerdote fue sanado completamente, no sólo físicamente. Se volvió un sacerdote centrado en la Eucaristía. La Eucaristía se volvió para él, un momento de encuentro con Jesús vivo.

Otra sanación ocurrió en Sydney, Australia. Una mujer fue a un lugar, donde el padre Kevin y yo estábamos hablando. Ella se me acercó en un pasillo para pedirme que orara por ella. Estaba desesperada, porque padecía un cáncer al estómago. Tenía un tumor que le causaba una gran hinchazón. Los médicos le dijeron que no tenía caso operarla, porque el tumor se había extendido demasiado.

Yo sabía que habría una misa esa tarde, así que le dije que iba a orar por ella, pero que asistiera también a la misa y le pidiera a Jesús que la sanara. Su preocupación más grande era el miedo a la muerte. Yo le dije: "Vaya a encontrarse con Jesús en la Eucaristía. Jesús le dará la fortaleza para enfrentar cualquier cosa que se presente en su vida. Si Él ha decidido que cruce el umbral de la muerte, Él le dará la gracia de atravesar la puerta sin ese miedo terrible. Y, si ha de vivir, Él le dará la gracia de vivir"... Por la noche, cuando teníamos un encuentro con una gran multitud, vino corriendo por el pasillo, se arrojó en mis brazos y me dijo:
Hermana, sucedió, sucedió.
¿Qué sucedió?
Míreme. Vine esta mañana. Asistí a la misa como me dijo. Cuando me levanté para comulgar, me dije: En unos minutos voy a encontrarme con Jesús. Voy a recibirlo en mi corazón y le pediré que me ayude... Tan pronto como sentí la hostia en mi lengua, sentí como si algo me quemara la garganta y me llegara hasta el estómago. Miré mi estómago y la protuberancia había desaparecido.

El padre Emiliano Tardif, estando predicando en Tahití, Polinesia francesa, dice: El testimonio que más me impresionó fue el de un hombre que estaba completamente ciego de un ojo, con el otro veía muy poco, y dentro de poco tiempo tendría que operarse. Durante la misa de los enfermos, precisamente en el momento de la elevación de la hostia, vio una gran luz en la iglesia y sus ojos se abrieron. ¡Había sanado!.

Y sigue diciendo: Estando en Brazzaville, Zaire, durante la misa por los enfermos yo prediqué sobre la Eucaristía como sacramento de curación y el Señor vino a confirmar su presencia real en la hostia consagrada, curando a dos paralíticos. Una mujer de unos 35 años había sido llevada en una camilla. Ella yacía paralítica en cama desde hacía dos años y medio. El Señor la levantó después de la comunión... En ese momento, otro hombre paralítico, que había sido llevado en brazos por su familia, también se levantó y caminó solo, tranquilamente, avanzando hasta el altar. Las curaciones de todo tipo se multiplicaban. Jesús volvía a decir a su pueblo: No teman. He aquí a su Dios.

Ciertamente, Jesús está vivo y presente en la Eucaristía y puede hacer hoy los mismos milagros que hacía hace dos mil años.

1 comment:

  1. Gracias Señor por estar presente en la Eucaristía y hacer los mismos milagros que hace dos mil años. Gloria a Dios por Su infinito amor.

    Cariños para tod@s.

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