La víspera en
que Domingo Savio debía salir para su casa, ya muy enfermo, don Bosco no
podía apartarlo de su lado. Siempre tenía algo que preguntarle. Entre
otras cosas le dijo:
–¿Cuál es el
mejor medio de que puede echar mano un enfermo para alcanzar méritos
delante de Dios?
–Ofrecerle con
frecuencia sus sufrimientos.
–¿Y ninguna otra
cosa más?
–Ofrendarle su vida.
–¿Puedo estar seguro de que mis pecados han sido perdonados?
–Te
aseguro, en nombre de Dios, que tus pecados te han sido perdonados.
–¿Puedo estar seguro de que me salvaré?
–Sí; contando con la divina misericordia, la cual no te ha de
faltar, puedes estar seguro de salvarte.
Nota:
[*] Memorias biográficas, t. V, p. 629.
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