1. Oración inicial.
Iniciemos nuestro encuentro de oración, en el Nombre del
Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Al iniciar la celebración eucarística de la tarde del Jueves
Santo, damos por concluido el tiempo de Cuaresma, e iniciamos la celebración del
Triduo pascual. Recordemos que el calendario litúrgico de la Iglesia está
inspirado en el calendario judío, según el cual, al ponerse el sol, se inicia un
nuevo día. La primera celebración del Triduo pascual, es la conmemoración de la
última Cena de Jesús con sus discípulos, en la que instituyó los Sacramentos de
la Eucaristía y el Orden sacerdotal, y nos dio el Mandamiento de la caridad, por
cuya existencia, el dinero que se recoja en las colectas de las Misas que se
celebren en todo el mundo, será destinado, a hacer obras de caridad.
Contemplemos a Jesús celebrando su última Cena pascual con
aquellos de sus amigos que lo siguieron fielmente desde que los llamó a lo largo
de los años que se prolongó su Ministerio público. El relato de la última Cena
de Jesús con sus discípulos, puede leerse, en los capítulos 13-17 del cuarto
Evangelio.
Jesús les lavó los pies a sus discípulos, para dejarles un
ejemplo a seguir, de cómo sus seguidores deben servirse recíprocamente, con tal
de que su Iglesia no sucumba, ante las dificultades que existen, para que
tengamos fe en Él. El distintivo de los cristianos es el amor, y, la única
manera que tenemos de demostrar que somos cristianos, consiste en servirnos unos
a otros, sin olvidar a quienes carecen de nuestra fe.
Pedro no quería que Jesús le lavara los pies. Si sintiéramos
un gran amor por Nuestro Salvador, y Él se nos manifestara, diciéndonos que
vamos a verlo muriendo para demostrarnos su amor, después de habernos servido,
como si fuera nuestro esclavo, nos negaríamos a ello. Quizás el citado discípulo
del Señor pensaba que no tenía tantos conocimientos bíblicos como Jesús, pero le
era imposible aceptar, que el Mesías le lavara los pies, pues tal trabajo era
tan humillante, que no todos los esclavos judíos, estaban obligados, a llevarlo
a cabo. Jesús no solo vino al mundo a ser considerado como quienes son más
marginados, sino a demostrarnos su amor, dejándose maltratar, y crucificar. ¿Nos
dejaremos redimir por el Hijo de Dios y María, o seguiremos buscando la
felicidad, sin tener a Dios presente, en nuestra vida?
Aunque Jesús sirvió a sus amigos como si hubiera sido esclavo
de los tales, era muy consciente de que procedía de Dios, y, por tanto, de su
dignidad. Oremos para que el orgullo no nos impida ser buenos seguidores de
Jesús, cuando tengamos la oportunidad de servir a quienes necesitan nuestros
dones, espirituales, y, materiales.
Oremos:
CONSAGRACIÓN DE LA "OBRA DEL ESPÍRITU SANTO"
¡Oh Amor, centro y vida de la Trinidad Espíritu Santo!, ven a mí con tus
dones y con tu Amor;me consagro totalmente a Ti para que obres en mí tu
"Misterio
de AMOR", el que empezaste a realizar el día de mi bautismo y que ahora
quiero renovar en cada instante de mi vida.
Que tu gracia acompañe siempre todas mis acciones y las transforme en
ofrenda permanente para gloria del Padre y bien de todos los hombres mis
hermanos. Amén.
(Desconozco el autor).
2. Leemos atentamente JN. 13, 1-15, intentando abarcar el
mensaje que San Juan nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Los amó hasta el extremo
Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora
de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas
Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había
puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la
cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la
jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la
toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
—«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó:
—«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más
tarde.»
Pedro le dijo:
—«No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó:
—«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo:
—«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo:
—«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él
está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis
limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les
dijo:
—«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el
Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el
Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a
otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros
también lo hagáis"".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si
hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta
que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si
no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de JN. 3, 1-15.
3-1. Jesús nos amó, y por ello murió, para que nos sea fácil
creer en ÉL.
"Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había
llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (JN. 13, 1).
Deseo pediros, que oréis conmigo, de manera que, todos juntos,
recuperemos, la capacidad de asombrarnos, para poder captar la belleza de las
palabras, que estamos considerando.
Antes de que aconteciera la celebración de la Pascua judía,
sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo a la presencia
de Nuestro Padre celestial, no solo amó sin medida a los que estuvieron con Él
durante los años que quiso que lo siguieran, sino que los amó hasta el extremo,
de llegar a morir, no solo por ellos, sino por sus creyentes de todos los
tiempos. Esta es la razón por la que, Nuestro Señor, le dijo al Padre celestial,
en su oración sacerdotal:
"No ruego solo por estos,
sino también por aquellos
que, por medio de su palabra, creerán en mí" (JN. 17, 20).
3-2. Jesús conocía a sus discípulos, y nos conoce a
nosotros.
Jesús sabía que Pedro lo iba a negar, que Judas lo iba a
traicionar, y que los demás discípulos con la excepción de Juan, lo iban a
abandonar, justo en el momento, en que más los necesitaba. A pesar de que la fe
de los amigos del Mesías no era plena, Jesús los amó, hasta el punto de llegar,
a dejarse sacrificar, para demostrarles su amor. El Señor nos conoce a nosotros
tal como conocía a sus discípulos. El Señor es consciente de los pecados que
hemos cometido, e incluso sabe los que vamos a cometer, durante los años que se
prolongue nuestra vida. El Dios Uno y Trino nos ama, muy a pesar de nuestras
traiciones, y debilidades. ¿Qué hemos hecho, y qué seguiremos haciendo, -o
empezaremos a hacer-, para corresponder tan gran amor?
3-3. el diablo puso en el corazón de Judas el propósito de
traicionar a Jesús.
"Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el
corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle" (JN. 13,
2).
Judas fue un israelita culto, que, según la hipótesis de los
expositores bíblicos que lo suponen cercano a los zelotes que deseaban conseguir
hombres y armas para liberar su país del yugo romano, no quiso someterse al
cumplimiento de la voluntad de Dios, pues quiso someter a Jesús, al cumplimiento
del deseo de liberar al pueblo de Israel, del dominio romano. Según la citada
hipótesis, dado que Jesús no incitó jamás a sus seguidores a ser violentos,
Judas quiso arriesgar la vida del Mesías, pensando que, si Jesús se veía
amenazado de muerte, comprendería el sufrimiento de sus hermanos de raza que
ansiaban ser libres, y constituiría un ejército, para enfrentarse a las
autoridades imperiales.
Judas debió ser un discípulo conflictivo, tanto para Jesús,
como para sus compañeros. San Juan inició el capítulo 12 de su Evangelio
recordando la cena que celebraron Lázaro y sus hermanas Marta y María, para
conmemorar la resurrección del primero, que fue llevada a cabo, por Nuestro
Salvador. Cuando María ungió los pies de Jesús y se los secó con sus cabellos
con un perfume valorado en 200 denarios, Judas protestó ante aquella acción,
alegando que el perfume pudiera haberse vendido, para destinar el producto del
mismo, a socorrer a los pobres, quienes a él le traían sin cuidado, pues era
ladrón, y, dado que administraba el dinero de Jesús y sus amigos, no cesaba de
robar a los tales. Quienes trabajan en la administración de comunidades u
organizaciones no gubernamentales religiosas, cuyos ingresos dependen de la
recepción de donativos, saben lo necesario que les es el dinero, para hacer
obras de caridad. Aunque Jesús era consciente de la necesidad que tenía de no
malgastar los donativos que recibía, no relegó a Judas de la administración de
los bienes de la comunidad apostólica, a pesar de que sabía que era ladrón, para
demostrarle que, hasta que ambos se separaron cuando dicho discípulo traicionó
al Mesías, le dio la oportunidad, de convertirse a Él.
¿Es nuestro amor a quienes nos traicionan o nos roban, tan
grande como el amor que Jesús le demostró a Judas?
¿Nos interesan más las personas que los bienes
materiales?
3-4. Jesús es el Dios Todopoderoso.
"Sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que
había salido de Dios y a Dios volvía" (JN. 3, 3).
Jesús es consustancial al Padre y al Espíritu Santo, según la
fe, de quienes creemos en la Santísima Trinidad. San Juan escribió en su
Evangelio que Dios puso en las manos de Jesús la creación, y que el Señor
procedía de Nuestro Santo Padre, y que iba a volver a Él, para que nos sea fácil
percatarnos del contraste existente, entre la dignidad del Hijo de dios y María,
y la humildad característica, de Nuestro Redentor. El Señor no fue impedido por
su grandeza para actuar como el más humilde de los esclavos. Dado que Jesús es
la cabeza del Cuerpo Místico que es la Iglesia, y los cristianos debemos
amoldarnos a la observancia de la conducta que observó cuando vivió en Israel,
San Pablo, les escribió, las siguientes palabras, a los cristianos de
Colosas:
"No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo
(vuestra condición pecadora) con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se
va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su
creador, donde no hay griego ni judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro,
escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos" (COL. 3,
9-11).
3-5. Jesús lavó los pies de sus discípulos.
"Se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una
toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de
los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido" (JN. 13,
4-5).
"Jesús no estaba de acuerdo con la práctica de los ritos
purificatorios de los judíos, así pues, la necesidad que todos tenemos de que
nos sean lavados los pies, consiste en que aprendamos a dejarnos servir por
Jesús, y a servirnos desinteresadamente, convirtiendo nuestro mundo en una
familia, en que no existan diferencias sociales. Recordemos cómo Isaías alaba al
Mensajero cuyos pies lo conducen por el camino que ha de predicar la Palabra de
Dios.
"¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae
alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que
publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!" (IS. 52, 7)...
En la Biblia se nos demuestra claramente que Dios y la
impureza característica del pecado no son compatibles. Una vez que Jesús se
pusiera a disposición de sus enemigos, padeciera su Pasión, falleciera, y
resucitara de entre los muertos, no serían las abluciones judías los ritos que
les concederían la purificación a los creyentes, sino el sacrificio de Nuestro
Redentor.
A pesar de que Jesús sabía que Judas lo iba a traicionar, no
se negó a lavarle los pies, de la misma manera que se entrega en las
celebraciones eucarísticas, a quienes sabe que no están dispuestos a amoldarse
al cumplimiento de la voluntad de Nuestro Santo Padre, y comulgan, aunque no
estén en estado de gracia. Dios tiene poder para salvarnos, pero no quiere
hacerlo sin nuestro consentimiento.
Jesús no les lavó los pies a sus discípulos antes de cenar tal
como exigía la costumbre de sus hermanos de raza, sino durante la Cena. De esta
manera, les hizo comprender a sus amigos que no llevó a cabo con ellos un gesto
protocolario, sino que los sirvió, como si fuera su esclavo, para dejarles un
ejemplo a imitar. Nuestro Señor se quitó el manto indicando que estaba dispuesto
a morir por quienes amaba, y se envolvió una toalla a la cintura, indicando que
no necesitaba un cinturón de guerra para emprender una violenta lucha física,
pues su guerra era de carácter espiritual, contra las fuerzas del mal. Esta es
la razón por la que San Pablo nos describe cuál debe ser nuestra armadura
espiritual, para luchar sin descanso contra los enemigos espirituales cuya
misión consiste en impedirnos tener fe en Dios.
"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el
poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar
firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis
resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues,
firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de
justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre
todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego
del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es
la palabra de Dios" (EF. 6, 10-17)" (José Portillo Pérez. Meditación para el
Jueves Santo del año 2012).
Jesús hizo un trabajo digno de un esclavo extranjero cuando
lavó los pies de sus discípulos. Si deseamos alcanzar la grandeza del Señor,
debemos imitar su humildad. Mostrémonos dispuestos a servir a Dios de cualquier
modo que podamos glorificarlo. La grandeza de Jesús está relacionada con la
humildad y el dolor de los más necesitados de bienes materiales y espirituales.
El Papa Francisco sorprendió a muchos creyentes -y no creyentes- cuando les
pidió a los miles de sus compatriotas argentinos que deseaban estar presentes en
la Eucaristía con que inició su Pontificado el 19 de marzo, que, el dinero que
iban a gastar en viajar al Vaticano, que lo invirtieran en socorrer a los
pobres. Es fácil vivir una religiosidad consistente en recorrer los santuarios
más grandes del mundo y en realizar actividades que pueden hacernos olvidar
nuestra rutina, pero no parece tan atractiva la imitación de la conducta de
Jesús, a la hora de socorrer a los necesitados de bienes, espirituales, y,
materiales.
Recordemos la bendición que dios reserva a quienes imitan la
conducta servicial de Nuestro Salvador.
"En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo,
ni el enviado más que el que lo envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo
cumplís" (JN. 15, 16-17).
3-6. Pedro no quiso que Jesús fuera su siervo.
"Llega a Simón Pedro; éste le dice: "Señor, ¿tú lavarme a mí
los pies?" Jesús le respondió: "Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo
comprenderás más tarde." Le dice Pedro: "No me lavarás los pies jamás." Jesús le
respondió: "Si no te lavo, no tienes parte conmigo." Le dice Simón Pedro:
"Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza"" (JN. 13,
6-9).
Imaginémonos lo que debió pensar Pedro, cuando vio que Jesús
lavaba los pies de sus compañeros, y, lentamente, se le iba acercando. ¿Qué
debió sentir el buen pescador de Galilea al pensar que sus compañeros, siendo
muy inferiores a Jesús, se dejaban servir por el Mesías? Jesús le dijo a Pedro
que no podía entender en aquella hora lo que hizo con él y sus compañeros. Pedro
permitió que Jesús le lavara los pies, pensando que el Señor le practicó una
limpieza ritual, semejante a los ritos purificatorios de los judíos. Pedro no
hubiera consentido en aquella ocasión bajo ningún concepto que Jesús hubiera
actuado como si hubiera sido su esclavo, y, a pesar de ello, Jesús murió, como
si hubiera sido esclavo de nuestros pecados y debilidades, para concedernos la
vida eterna.
El texto joánico que estamos considerando, no es un pasaje
bíblico agradable, para los líderes religiosos que, en vez de servir a sus
subordinados, desean aprovecharse de los tales. Jesús lavó los pies de sus
discípulos para enseñarles que, si querían alcanzar el liderazgo según Dios,
debían aprender a ser siervos, tanto de los creyentes, como de los no creyentes.
La autoridad cristiana debe ser el compromiso que adoptan quienes son líderes de
servir a sus subordinados.
3-7. La Palabra de Dios nos ha purificado de nuestros
pecados.
"Jesús le dice: "el que se ha bañado, no necesita lavarse;
está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos." Sabía quién
le iba a entregar, y por eso dijo: "No estáis limpios todos"" (JN. 13,
10-11).
Jesús no les habló a sus amigos de la pureza física, sino del
perdón de sus pecados, que todos recibieron, con la excepción de Judas, quien no
se dejó redimir por Nuestro Salvador. En lo que respecta a nosotros, si nos
arrepentimos del mal que hemos hecho, y nos amoldamos al cumplimiento de la
voluntad de Dios, no debemos perder la esperanza, de alcanzar la
salvación.
3-8. ¿Por qué lavó Jesús los pies de sus discípulos?
"Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la
mesa, y les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me
llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los
pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis
como yo he hecho con vosotros" (JN. 13, 12-15).
Jesús les lavó los pies a sus discípulos para darles a
entender cuál debería ser su distintivo a la hora de extender su misión en todo
el mundo. Tal distintivo debía ser el amor servicial, pues, los discípulos de
Jesús, debían predicar el Evangelio, servirse recíprocamente, y ser servidores
de creyentes y no creyentes.
3-9. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos
dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico
que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y,
finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las
conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio
durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y
hablado en los grupos, individualmente.
3-10. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos
el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en
silencio, con el fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en JN. 13, 1-15 a
nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio
que hemos meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este
trabajo.
3-1.
¿Por qué el hecho de asombrarnos al recordar cómo nos redimió
el Señor nos fortalece la fe?
¿Les dejó Jesús su testamento a quienes llegaron a ser sus
Apóstoles, o a sus seguidores de todos los tiempos?
3-2.
¿Cuál de los discípulos del Señor traicionó a su
Maestro?
¿Cuál de los discípulos de Jesús negó al Mesías?
¿Por qué nos demostró Jesús el amor que siente por nosotros
por medio de su Pasión, muerte y Resurrección?
¿Qué hemos hecho, y qué seguiremos haciendo, -o empezaremos a
hacer-, para corresponder tan gran amor?
3-3.
Según la hipótesis de quienes piensan que Judas estuvo
relacionado con los zelotes que ansiaban la liberación de Israel por medio de la
guerra, ¿por qué traicionó el citado discípulo del Señor a Jesús?
¿Por qué protestó Judas cuando María vertió perfume sobre los
pies de Jesús y lo enjugó con sus cabellos?
¿Qué misión tenía Judas en la comunidad apostólica?
¿Por qué no impidió Jesús que Judas fuera el administrador del
dinero de la comunidad apostólica, si sabía que era ladrón?
¿Es nuestro amor a quienes nos traicionan o nos roban, tan
grande como el amor que Jesús le demostró a Judas?
¿Nos interesan más las personas que los bienes
materiales?
3-4.
¿Por qué relacionó San Juan en el Evangelio de hoy la grandeza
y la humildad de Jesús?
¿Quiénes son el hombre viejo y el hombre nuevo según COL. 3,
9-11?
3-5.
¿Qué significa el hecho de que Jesús lavó los pies de sus
discípulos?
¿Por qué existen diferencias entre el Judaísmo y el
Cristianismo?
¿Por qué le lavó Jesús los pies a Judas, y se entrega en las
celebraciones eucarísticas, a quienes no quieren cambiar su conducta pecadora,
por la conducta que observó Nuestro Salvador, cuando vivió en Israel?
¿Por qué no quiere salvarnos Dios sin nuestro
consentimiento?
¿Por qué les lavó Jesús los pies a sus amigos durante la
cena, y no lo hizo al principio de la misma, según era costumbre?
¿Por qué se quitó Jesús el manto para lavar los pies de sus
discípulos?
¿Por qué se envolvió el Señor una toalla a la cintura?
¿Por qué no podemos alcanzar la grandeza de Jesús sin imitar
su extrema humildad?
Lee JN. 13, 16-17, y contesta esta pregunta: ¿Crees que todos
los seres humanos tenemos la misma dignidad?
3-6.
¿Por qué no quería Pedro que Jesús lo sirviera como si fuera
su esclavo?
¿Por qué aceptó Pedro que Jesús le lavara los pies?
¿Qué deben hacer quienes quieren alcanzar el liderazgo
aprobado por dios?
¿En qué consiste la autoridad cristiana?
3-7.
¿Por qué no se dejó redimir Judas por Jesús?
¿Por qué debemos creer que seremos salvos si nos arrepentimos
del mal que hemos hecho y cumplimos la voluntad de dios?
3-8.
¿Por qué lavó Jesús los pies de sus discípulos?
¿Cuál es el distintivo de los cristianos?
5. Lectura relacionada.
Lee JN. 6.
6. Contemplación.
Oremos recordando los episodios principales de la vida de
Jesús, quien siempre vivió humildemente, y, siendo consciente de que es difícil
para nosotros creer en la veracidad de sus palabras, se dejó ejecutar, para
demostrarnos que, Nuestro Padre celestial, nos ama inmensamente.
Contemplemos a Jesús lavando los pies de sus discípulos, y
contemplémonos nosotros, con las dificultades que tenemos, para servir,
desinteresadamente, a nuestros prójimos, los hombres.
Contemplemos a Pedro, en los instantes en que no quería, que
Jesús le lavara los pies. Pedro no quería ser servido por Jesús, porque se
sentía muy inferior, a Nuestro Salvador.
Contemplémonos sin dejarnos purificar por el Señor, no porque
nos consideramos inferiores a Él, sino porque existen personas y situaciones que
nos atraen más, que la fe que profesamos, y el servicio a Dios, en nuestros
prójimos los hombres.
Contemplemos a Pedro dejando que Jesús le lavara los pies, y
contemplémonos nosotros, dejando que nuestra vida sea amoldada, al cumplimiento
de la voluntad, de Nuestro Padre celestial.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las
enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de dios, expuesta en JN. 13,
1-15.
Admirémonos contemplando la humildad del Señor Jesús, y
comprometámonos a vivir imitando la conducta que observó el Hijo de dios y
María. Ello es un apasionante reto para nosotros, por la dificultad que nos
supone, el hecho de intentarlo.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente,
y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los
hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos
verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos
considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Cuando el orgullo, la apatía o la pereza me
fuercen a dejar de seguirte, recuérdame lo que hiciste por mí, y cómo aún
intentas hacerme un buen seguidor tuyo sin cansarte a pesar de mi imperfección y
de mis pecados, para que llegue a ser digno de formar parte de tu Reino. Que así
sea.
9. Oración final.
Lee SAL. 40.
Agradecemos La Aportacion Especial de Jose Portillo Perez.
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