Padre nuestro.
Viernes, 29/03/2013, Viernes Santo en la Pasión del
Señor.
Jesús nos vivificó por medio de su Pasión, muerte y
Resurrección.
Ejercicio de lectio divina de JN. 18, 1-19, 42.
1. Oración inicial.
El Viernes Santo no celebramos la Eucaristía, porque
conmemoramos la Pasión y muerte de Jesús. Tal conmemoración se lleva a cabo por
medio de la celebración de la Pasión del Señor, que ha de vivirse en torno a las
tres de la tarde, -la hora en que murió el Mesías-. En dicha celebración,
recordamos la Pasión y muerte de Nuestro Salvador, y adoramos la cruz de Jesús,
-el trono desde el que el Señor ejerce su misión real-. Dado que la lectio
divina consiste en meditar y rezar la Palabra de Dios, vamos a realizar el
presente ejercicio, meditando el Evangelio correspondiente, a la citada
celebración.
No meditemos la Pasión del Señor como si fuera un extracto de
una novela que leemos y posteriormente olvidamos. Los hechos que vamos a
considerar al reflexionar sobre el Evangelio de hoy, son muy importantes para
los cristianos, porque, por medio de la vivencia de los mismos, Jesús nos
demostró el amor, que, Nuestro Padre común, siente por nosotros.
Meditemos la Pasión y muerte del Señor tal como lo hizo San
Juan, cuando, a diferencia de sus compañeros, que desampararon al Mesías, tuvo
el valor de no separarse de su Maestro, a pesar del peligro que corría, de ser
detenido, por haber sido seguidor, de Jesús. Dado que el texto evangélico que
vamos a considerar es largo, os propondré meditaciones de grupos de versículos,
en vez de meditar el Evangelio versículo a versículo, como tengo la costumbre de
hacerlo, con el fin de no hacer de este trabajo, un texto demasiado largo.
Después de meditar el Evangelio de hoy, recordaremos la
situación que viven quienes tienen carencias espirituales y materiales. Después
de recordar cómo nos demostró Jesús su amor, no debemos permanecer como
espectadores de la Pasión de Jesús, que se repite incesantemente, en la vida de
quienes necesitan nuestros dones espirituales y materiales.
Meditemos sobre la conducta que observaron los diferentes
personajes que aparecen en el Evangelio que vamos a considerar, para ver a cuál
de ellos nos parecemos, y para pensar en qué aspectos de nuestra vida debemos
mejorar.
Oración:
Porque sólo Tú, Espíritu Santo
Eres soplo en el espinoso camino de la fe,
avívanos y condúcenos para que, lejos de desertar,
seamos altavoces permanentes del amor de Dios.
Porque sólo Tú, eres la Verdad.
Atráenos a la claridad de la Palabra de Jesús
y así, con ella y por ella,
regresemos de la oscuridad del error.
Porque sólo Tú, eres Fuego.
Consume la leña de nuestro orgullo y cerrazón,
para que, abriéndonos con lo que somos y tenemos,
brindemos al Señor nuestros dones y nuestro ser.
Porque sólo Tú, eres Impulso Creador.
Muda nuestras acciones humanas en divinas,
nuestras ideas en frutos de santidad,
y, la siembra de nuestras manos y de todo esfuerzo,
en proyecto de un mundo nuevo con Dios.
Porque sólo Tú, eres Aliento Divino.
Enciende nuestros senderos inciertos.
Acompáñanos en las soledades y encrucijadas.
Levántanos de las caídas y tropiezos.
Sálvanos del maligno que amenaza lo divino.
Aconséjanos en las decisiones e incertidumbres.
Porque sólo Tú eres Fuerza.
Infúndenos valor para evangelizar sin timidez alguna.
Impúlsanos coraje para defender nuestra fe.
Provócanos serenidad para no responder con violencia.
Inyéctanos conocimiento para comunicar a Dios.
Engéndranos coherencia para vivir según lo que creemos.
Infúndenos testimonio para que otros vean lo que sentimos.
Fecúndanos paciencia para no sucumbir ante las pruebas.
Porque sólo Tú, eres Voz de Dios.
Que seas, hoy y siempre, en el presente
y futuro, mano tendida y abierta en esta,
nuestra hora evangelizadora.
Amén.
P. Javier Leoz
(
).
2. Leemos atentamente JN. 18, 1-19, 42, intentando abarcar el
mensaje que San Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1—19, 42
Prendieron a Jesús y lo ataron
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos.
Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo
allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de
los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y
armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ —«¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. —«A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ —«Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy»,
retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ —«¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. —«A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ —«Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a
éstos.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que
me diste.»
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del
sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo
entonces Jesús a Pedro:
+ —«Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo
voy a beber?»
Llevaron a Jesús primero a Anás
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús,
lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo
sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo:
«Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.»
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido
del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras
Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo
sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de
portera dijo entonces a Pedro:
S. —«¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. —«No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía
frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie,
calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la
doctrina.
Jesús le contestó:
+ —«Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la
sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a
escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué
les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una
bofetada a Jesús, diciendo:
S. —«¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ —«Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he
hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy
C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. —«¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. —«No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien
Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. —«¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
Mi reino no es de este mundo
C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer,
y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y
poder
así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y
dijo:
S. —«¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. —«Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. —«Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. —«No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a
morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ —«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. —«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han
entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+`—«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi
guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino
no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. —«Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ —«Tu lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al
mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi
voz.»
C. Pilato le dijo:
S. —«Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S. —«Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que
por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los
judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. —«A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido.
¡Salve, rey de los judíos!!
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron
una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un
manto color purpura; y, acercándose a él, le decían:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. —«Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él
ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color
púrpura. Pilato les dijo:
S. —«Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. —«Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en
él.»
C. Los judíos le contestaron:
S. —«Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se
ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez
en el pretorio, dijo a Jesús:
S. —«¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. —«¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y
autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ —«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo
alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos
gritaban:
S. —«Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey
está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó
en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábata). Era el
día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los judíos:
S. —«Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. —«¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. —«¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. —«No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo crucificaron, y con él a otros dos
C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de
la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a
otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo
puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los
judíos.»
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde
crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. —«No escribas "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey
de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. —«Lo escrito, escrito está.»
Se repartieron mis ropas
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo
cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin
costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. —«No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a
suerte mi túnica.»
Esto hicieron los soldados.
Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre
C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre,
María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al
discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ —«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ —«Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Está cumplido
C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término,
para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ —«Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada
en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó
el vinagre, dijo:
+ —«Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
Y al punto salió sangre y agua
C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se
quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día
solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que
habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto,
no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le
traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da
testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que
también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le
quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que
atravesaron.»
Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas
C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de
Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de
Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también
Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una
mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se
acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo
crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado
todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro
estaba cerca, pusieron allí a Jesús".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si
hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta
que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si
no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de JN. 18, 1-19, 42.
3-1. Jesús se encaminó al huerto de los Olivos, después de
cenar con sus discípulos, y de orar.
"Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos"
(JN. 18, 1).
Los judíos debían permanecer unidos durante la noche de Pascua
y tenían prohibido salir de Jerusalén. Ello les recordaba que debían vivir
inspirados en sus creencias, evitando así que su fe sucumbiera, pues no querían
aceptar formas de pensar diferentes a la suya, que les impidieran creer en
Yahveh. A pesar de la citada prohibición, Jesús salió de Jerusalén, y se fue al
huerto de los Olivos, a rezar, para disponerse, a iniciar su tan esperada hora,
en torno a la cual, se desenvuelven todos los acontecimientos, que aparecen
descritos, en el cuarto Evangelio.
La salida de Jesús de Jerusalén, nos recuerda que el Señor
tuvo que ser despreciado por muchos hijos del pueblo de Dios. Los líderes
religiosos judíos no le dieron dinero a Judas por haberles dicho dónde podían
encontrar a Jesús, sino porque querían maltratar al Señor, y por ello quisieron
comprarlo como si hubiera sido esclavo de Judas, ya que, la dignidad que tenían
los hombres libres, no les permitía recibir el trato, que caracterizó a Jesús,
antes de ser juzgado, por Poncio Pilato.
3-2. Judas traicionó a Jesús abiertamente ante sus
compañeros.
"Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio,
porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues,
llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y
fariseos, con linternas, antorchas y armas" (JN. 18, 2-3).
Judas conocía el lugar en que Jesús tenía la costumbre de orar
en compañía de sus discípulos. Ello me sugiere la siguiente pregunta: ¿Nos
conocen nuestros familiares y amigos porque nuestros pensamientos y obras son
conformes al cumplimiento de la voluntad de dios?
Los líderes religiosos enviaron guardias del templo junto a
soldados romanos para detener a Jesús, y por si tenían que evitar la rebelión de
los posibles seguidores del Señor, que pudieran encontrarse aquella noche con el
Mesías.
3-3. Jesús fue arrestado en Getsemaní.
"Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y
les pregunta: "¿A quién buscáis?" Le contestaron: "A Jesús el Nazareno."
Díceles: "Yo soy." Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando
les dijo: "Yo soy", retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo:
"¿A quién buscáis?" Le contestaron: "A Jesús el Nazareno". Respondió Jesús: "Ya
os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos"" (JN.
18, 4-8).
¿Por qué cayeron a tierra los hombres que fueron a prender a
Jesús, cuando el Mesías, al decirles: "Yo soy", pronunció el Santo Nombre de
dios? La respuesta a esta pregunta es misteriosa para nosotros, lo cual no ha de
sorprendernos si tenemos en cuenta que San Juan no explicó los relatos con que
compuso su Evangelio, confiando en que, el Espíritu Santo, iluminara a aquellos
de sus lectores, que debieran conocer, la interpretación de dicha obra. Baste a
nuestro propósito pensar que quienes fueron a prender a Jesús cayeron a tierra,
para que podamos comprender que no pudieron resistir en pie ante la presencia
real y divina de Nuestro Salvador, lo cual nos induce a pensar, que, aunque sea
difícil para nosotros, debemos adaptarnos al cumplimiento de la voluntad, de
Nuestro Padre celestial.
3-4. Jesús no permitirá que se pierda ninguna de las almas
cuya salvación le ha sido encomendada por Nuestro Padre común.
"Así se cumpliría lo que había dicho: "De los que me has dado,
no he perdido a ninguno"" (JN. 18, 9).
Jesús era consciente de lo que iba a sufrir para demostrarnos
que somos el objeto del amor de Nuestro Padre común, pero no quería que ninguno
de sus amigos padeciera a manos de quienes lo prendieron. De este hecho podemos
deducir, con plena certeza, que Nuestro Salvador no permitirá que se pierdan,
las almas cuya salvación le ha sido encomendada, por Nuestro Padre común. Cuando
Jesús concluya la instauración del Reino de dios entre nosotros, y se lo
entregue a Nuestro Padre celestial, tendrá el gozo de saber, que no se condenó
ninguna de las almas, cuya salvación, le fue encomendada. Oremos para que, el
día que fallezcamos, tengamos la dicha de haber vivido plenamente, cumpliendo la
voluntad, de Nuestro Padre común.
3-5. Pedro quiso defender a Jesús.
"Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió
al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba
Malco. Jesús dijo a Pedro: "Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado
el Padre, ¿no la voy a beber?" (JN. 18, 10-11).
Para comprender por qué Pedro intentó defender a Jesús,
debemos recordar que, el citado discípulo de Nuestro Salvador, confiaba más en
sí, que en Dios. Aunque fue admirable la valentía con que Pedro defendió a
Jesús, el citado Santo, cometió un error al herir al siervo del sumo sacerdote,
porque, de haber conseguido su propósito, hubiera impedido que se hubiera
llevado a cabo la redención de la humanidad.
Quizás todos hemos vivido situaciones que hemos querido
forzar, para que los acontecimientos se adaptaran al cumplimiento de nuestros
deseos. Para nosotros es una gran tentación encargarnos de los asuntos
relacionados con nuestra vida, a pesar de que, en ciertas situaciones, debemos
confiárselos, al Dios Uno y Trino, porque no está en nuestras manos, la
posibilidad de resolverlos, satisfactoriamente. Existen situaciones en que las
actitudes de no confiarle ciertos asuntos a dios y de forzar los acontecimientos
que vivimos para que se amolden al cumplimiento de nuestra voluntad, son
pecados.
La copa de que Jesús le habló a Pedro, significa el
aislamiento, el sufrimiento y la muerte, que padeció Nuestro Salvador. Jesús
apuró el contenido de la copa portadora del castigo merecido por los pecados
cometidos por toda la humanidad.
3-6. Jesús fue llevado a la residencia del sumo
sacerdote.
"Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos
prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era
suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año" (JN. 18, 12-13).
Jesús fue llevado al palacio del sumo sacerdote, a pesar de
que fue arrestado durante la noche. Dado que el sábado era día de reposo, y los
judíos celebraban la Pascua, los líderes religiosos tenían la necesidad de
ejecutar a Jesús rápidamente, ya que querían crucificarlo, y el día de Pascua
debía estar sepultado. Jesús fue juzgado antes del día de Pascua para que la
mayoría de los jueces de Israel que estaban a favor del Señor y sus seguidores
conocieran este hecho cuando el Mesías estuviera sepultado.
Anás fue sumo sacerdote de Israel entre los años 6 y 15
después de Cristo. Posteriormente, los romanos nombraron sumo sacerdote a
Caifás, quien ocupó dicho cargo, entre los años 18 y 36 o 37 de la era
cristiana. Dado que según la Ley de los judíos la posición de los sumos
sacerdotes era vitalicia, muchos hermanos de raza de Jesús, no aceptaron a
Caifás como sumo sacerdote, y siguieron considerando a Anás como tal. Anás tenía
una gran autoridad entre los judíos, pero, a pesar de ello, su yerno era quien
tomaba las decisiones finales. Anás y Caifás tenían algo en común: su interés
por someterse a las autoridades romanas con tal de conservar su privilegiada
posición. Como buenos conocedores de las Escrituras, podrían haber aceptado a
Jesús como Mesías, y haber encaminado a sus hermanos de raza, a creer en su
Redentor. A pesar de ello, como estaban más interesados en conservar su
privilegiada posición que en vivir inspirados en la espiritualidad, no tuvieron
reparo alguno en condenar a Jesús a muerte, con tal de llevar a cabo sus
ambiciones políticas.
3-7. El otro discípulo de Jesús.
"Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que
muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro
discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en
el atrio del sumo sacerdote" (JN. 18, 14-15).
Curiosamente, San Juan no mencionó su nombre en su Evangelio.
Sin embargo, es de suponer que, el discípulo anónimo del que habla en estos y en
otros versículos, fuera él. Dado que tal discípulo cuyo nombre no se nos da a
conocer actuó como un creyente ejemplar, los exégetas modernos consideran que el
mismo es representante de la comunidad cristiana, que cree en el Señor, aunque
no lo comprenda perfectamente, sin cuestionarlo, porque sabe que Jesús es el
Camino que nos conduce a la presencia de Nuestro Padre celestial, la Verdad que
nos hace libres, y la Vida eterna que añoramos (CF. JN. 8, 32 y 14, 6). Juan se
aprovechó de la relación que mantenía con Caifás para entrar junto a Pedro en el
atrio del palacio, en que, siervos y soldados, se calentaban junto al fuego que
encendieron.
3-8. Pedro negó a Jesús.
"Mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces
salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e
hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: "¿No eres tú también de
los discípulos de ese hombre?" Dice él: "No lo soy." Los siervos y los guardias
tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro
estaba con ellos calentándose" (JN. 16, 16-18).
Jesús predijo las negaciones de Pedro, pero el citado
discípulo no creyó que él sería capaz de cometer aquel pecado que jamás pudo
olvidar. Es importante recordar que Pedro no negó a Jesús voluntariamente, pues
lo hizo por miedo a ser encarcelado, por haber sido discípulo del Profeta de
Nazaret. Dado que Dios aprovecha nuestras circunstancias vitales para
purificarnos y santificarnos, la experiencia que tuvo Pedro de haber negado a
Jesús, le sirvió para aprender que Dios perdona todos nuestros pecados, por
muchos y graves que sean.
3-9. Anás interrogó a Jesús.
"El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su
doctrina. Jesús le respondió: "He hablado abiertamente ante todo el mundo; he
enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los
judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los
que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho." Apenas dijo
esto, uno de los guardias, que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo:
"¿Así contestas al sumo sacerdote?" Jesús le respondió: "Si he hablado mal,
declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?" Anás
entonces le envió atado al sumo sacerdote Caifás" (JN. 18, 19-24).
Anás quiso obtener de Jesús información sobre sus seguidores y
su doctrina. Él tenía experiencia de que cuando condenaba a un mesías sus
seguidores normalmente volvían a realizar sus actividades ordinarias, pero, aun
así, quiso obtener información sobre los seguidores de Jesús, por si seguían
predicando la doctrina del nuevo Profeta, una vez que el mismo hubiera
fallecido. Anás temía que esto llegara a suceder, porque era consciente de que
Jesús había profetizado que resucitaría, al tercer día de su
fallecimiento.
Jesús no se defendió cuando fue juzgado, pero quiso que el
guardia del templo que lo agredió en presencia de Anás, le demostrara si lo
halló digno de haberlo abofeteado, hasta hacerle caerse.
Una vez que Anás interrogó a Jesús en atención a quienes lo
respetaban como si fuera sumo sacerdote, se lo remitió a Caifás, pues era quien
tenía poder para sentenciarlo a muerte.
3-10. Pedro siguió negando a Jesús.
"Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: "¿No eres
tú también de sus discípulos?" Él lo negó diciendo: "No lo soy." Uno de los
siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la
oreja, le dice: "¿No te vi yo en el huerto con él?" Pedro volvió a negar, y al
instante cantó un gallo" (JN. 18, 25-27).
Para imaginar por qué Pedro negó a Jesús, debemos tratar de
comprender cómo se sintió el citado pescador de Galilea, cuando vio cómo era
juzgado y maltratado, Aquel quien dijo de Sí mismo, que era el enviado de Dios.
¿Mintió Jesús a sus discípulos, -y se engañó a Sí mismo-, al creerse enviado de
Dios? Pedro tenía razones para sentirse confundido y asustado.
Quizás nos enfadamos con los enemigos de Jesús, al recordar
cómo maltrataron al Señor, y lo condenaron a muerte. Jesús no solo fue
maltratado por sus enemigos, pues también sufrió la traición de Judas, la
negación de Pedro, y la huida de muchos a quienes consideraba sus amigos.
Nosotros también hemos hecho sufrir a Jesús, al no actuar como cristianos, en
determinados momentos de nuestra vida, e incluso quizás lo hemos negado, para
evitar ser presionados, por quienes carecen de nuestra fe, y quieren que la
perdamos. Evitemos la tentación de consolarnos pensando que hay gente más
pecadora que nosotros, y acudamos al Señor implorando su perdón, porque no
existe pecado alguno, que no pueda ser perdonado, por Nuestro Redentor.
3-11. La hipocresía de los enemigos de Jesús.
"De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de
madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así
comer la Pascua" (JN. 18, 28).
Los judíos debían evitar el contacto con los paganos según su
Ley, para no caer en la tentación de negar a Dios, y de creer en divinidades
falsas. Esta es la razón por la que, si entraban en las casas de los paganos,
quedaban legalmente impuros, lo cual les impedía participar del culto que se
celebraba en el Templo, y celebrar las fiestas religiosas, hasta que no
repararan el citado pecado. Los enemigos de Jesús respetaron escrupulosamente el
rito religioso de la purificación, sin reparar en que sus corazones estaban
marcados por los pecados que cometían. Oremos y esforcémonos para no ser como
los enemigos de Jesús. Cuidémonos de no obsesionarnos con el cumplimiento de los
ritos religiosos, impidiéndole a dios que nos purifique de nuestros pecados, por
no querer reconocer, que los cometemos.
3-12. Poncio Pilato.
"Salió entonces Pilato fuera hacia ellos y dijo: "¿Qué
acusación traéis contra este hombre?" Ellos le respondieron: "Si éste no fuera
un malhechor, no te lo habríamos entregado"" (JN. 18, 29-30).
Pilato gobernó la región de Judea entre los años 26 y 36
después de Cristo. Pilato fue detestado por los judíos porque instaló imágenes
en el Templo de Jerusalén y utilizó el dinero recaudado en el Templo para
construir un acueducto.
Pilato sabía que Jesús era inocente, y que le fue entregado
por causa de la envidia que sus enemigos sentían con respecto a su capacidad de
hacerse amar y respetar por la gente. Pilato no quería condenar a Jesús a
muerte, pero los judíos necesitaban que ratificara su decisión de crucificarlo,
porque, recientemente, los romanos les impidieron dictar sentencias a muerte,
sin que las mismas fueran revisadas por sus autoridades. Pilato les exigió a los
enemigos del Señor que le presentaran evidencias que justificaran la ejecución
del Profeta.
3-13. Los tres intentos que Pilato hizo de evitar la
crucificción de Jesús.
"Pilato replicó: "Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra
Ley." Los judíos replicaron: "Nosotros no podemos dar muerte a nadie." Así se
cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir" (JN.
18, 31-32).
Al leer las obras de Flavio Josepho, nos percatamos de que
Pilato no tenía reparo alguno a la hora de ordenar la ejecución de quienes se
manifestaban contra sí, pero, a pesar de ello, no quiso mandar a crucificar a
Jesús, quizás porque sintió lástima del Mesías, -cosa que era poco probable en
alguien que disfrutaba sembrando hostilidades entre los judíos-, o porque quiso
contradecir abiertamente a los líderes religiosos de Israel. Pilato hizo los
siguientes intentos, con tal de evitarle a Jesús la muerte:
1. Dado que el yerno del Emperador Tiberio sabía que las
autoridades judías tenían prohibido dictar sentencias a muerte sin que las
autoridades romanas las autorizaran a ello desde el año 30, les dijo a los
enemigos del Mesías:
""Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley"" (CF. JN. 18,
31).
Pilato sabía que Jesús podía ser azotado y encarcelado, pero
no podía ser ejecutado, sin que los líderes religiosos de Israel, contradijeran
la Ley de roma, pues sabía que no incurrirían en tal falta, para poder seguir
manteniendo su privilegiada posición.
2. Dado que existía la costumbre de que Pilato liberara a un
preso para celebrar la fiesta de Pascua, el Gobernador de Judea intentó liberar
a Jesús de la muerte, a pesar de que, los hermanos de raza del Señor,
prefirieron que Barrabás fuera librado de morir crucificado.
Pilato les dijo a los enemigos de Jesús:
"Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a
uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al rey de los
judíos?" (JN. 18, 39).
Ya que Barrabás había tomado parte en una rebelión en la que
se cometió un asesinato, y Jesús, además de ser inocente de las acusaciones que
vertieron contra Él, era pacífico, Pilato tenía cierto interés, en que el Mesías
no fuera crucificado. Obviamente, Barrabás no representaba una amenaza para los
soldados romanos, pero Pilato estaba empeñado en evitar la muerte de
Jesús.
3. Como los judíos no querían que Jesús fuera liberado de la
muerte, Pilato decidió aplicarle la pena de la flagelación, para comprobar si
podía impedir su crucificción, si sus hermanos de raza, se apiadaban de Él,
aunque, lo que consiguió el Gobernador de Judea al mostrarles a los judíos a
Jesús mortalmente herido, fue hacer que, los enemigos del Señor, ansiaran más,
verlo crucificado.
"Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados
trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un
manto de púrpura; y, acercándose a él, le decían: "Salve, rey de los judíos." Y
le daban bofetadas" (JN. 19, 1-3).
"Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora
sexta. Dice Pilato a los judíos: "Aquí tenéis a vuestro rey." Ellos gritaron:
"¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!" Les dice Pilato: "¿A vuestro rey voy a
crucificar?" Replicaron los sumos sacerdotes: "No tenemos más rey que el César""
(JN. 19, 14-15).
3-14. ¿En qué sentido es Jesús Nuestro Rey?
"Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y
le dijo: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu
cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?"" (JN. 18, 33-34).
Pilato interrogó a Jesús como Gobernador romano, intentando
cerciorarse de que la víctima de la envidia de los rivales del Mesías era
inocente de las acusaciones con que los judíos intentaban que se le condenara a
ser crucificado. Si Jesús se hubiera declarado rey político, entonces Pilato
hubiera tenido que actuar contra Él sin contemplaciones, por considerar que
actuaba incumpliendo la Ley de Roma, pero, si Jesús se declaraba Rey mesiánico,
en tal caso, Pilato no tenía nada de qué preocuparse, dado que el Señor solo era
un simple e inofensivo, líder religioso, cuyas aspiraciones no estaban
relacionadas, con el hecho de enfrentarse, a las autoridades establecidas.
3-15. Jesús es el Rey del Reino de Dios.
"Pilato respondió: "¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los
sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?" Respondió Jesús: "Mi
Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría
combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de
aquí"" (JN. 18, 35-36).
Pilato le dio a entender a Jesús que le traían sin cuidado los
malentendidos relacionados con el Judaísmo, pues su autoridad era política.
Pilato quiso inquirir de Jesús la razón por la cual sus enemigos se lo
entregaron, pero el Señor le confirmó cuál es su verdadera realeza, diciéndole
que, si su Reino fuera de este mundo, sus soldados no hubieran permitido, que
los judíos lo hubieran arrestado. Aunque tales palabras del Señor quizás le
hicieron pensar a Pilato que el pobre Galileo había `perdido la cordura, merece
la pena que las analicemos brevemente, desde el punto de vista teológico.
¿Qué significa el hecho de que el Reino de Jesús no es de este
mundo? Para responder esta pregunta, debemos recordar, las siguientes palabras,
del cuarto Evangelista:
"Sabemos que somos de dios
y que el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 JN. 5, 19).
Para San Juan, el mundo dominado por el pecado, no puede ser
el Reino de Dios. Esta es la razón por la que Jesús no puede ser el Rey de este
mundo, -aunque lo es de quienes se dejan purificar y santificar-. Esta es la
causa por la que, al rezar el Vía Crucis, muchos imaginan a Jesús y a Pilato,
como representantes de dos reinos, totalmente opuestos. Jesús aparece como Rey
del Reino de Dios, y, Pilato, como representante de la humanidad pecadora. Dado
que ambos reinos son antagónicos, la humanidad pecadora, le declara la guerra al
Hijo de dios y María, quien se deja derrotar, para vencer el mal y la muerte, y
abrirles la puerta del cielo, a quienes se dejen salvar por Él, por medio de la
purificación, y la santificación.
Pilato creyó las palabras de Jesús, pues las mismas le
confirmaron que el Mesías no merecía ser crucificado. A pesar de ello, Pilato no
supo imponerse a las autoridades de los judíos, por lo que condenó a Jesús a
morir crucificado. Existen situaciones en que, saber la verdad, y no prestarle
atención, se convierte en una tragedia. Evitemos rechazar la verdad de Dios si
la conocemos, no solo para no evitarnos ser salvos, pues también debemos
respetar dicha verdad, para adorar y alabar a Nuestro Dios.
3-16. El cinismo de Pilato.
"Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a
salir hacia los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él" (JN.
18, 38).
Pilato pensaba que la verdad era de carácter relativo. Para el
Gobernador de Judea, la verdad era cualquier cosa con la que estuvieran de
acuerdo aquellos a quienes gobernaba o que le ayudara a promover su poder
alcanzando las metas políticas que se proponía. Quienes vivimos en países en que
existe la libertad de expresión, y por tanto coexisten creencias diferentes,
podemos tener la visión de Pilato. En este terreno los cristianos podemos
complicarnos la vida, porque no debemos relativizar la verdad de Dios. Jesús nos
ha dado a conocer una verdad que nos hace libres (CF. JN. 8, 32), la cual
consiste en que somos el objeto del amor del Dios, que desea que vivamos
cumpliendo su voluntad.
Si amamos a Dios, debemos buscar a Nuestro Santo Padre,
intentando discernir, todas las verdades existentes en el mundo. No podemos
cometer el error de pensar que todos los que no piensan como nosotros son
malvados. El hecho de conocer las verdades existentes en el mundo, no debe
conducirnos a renunciar a la verdad característica de la fe que
profesamos.
3-17. Barrabás.
"Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a
uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al rey de los
judíos?" Ellos volvieron a gritar diciendo: "¡A ése, no; a Barrabás!" Barrabás
era un salteador" (JN. 18, 39-40).
No es descartable el hecho de que entre los esbirros de los
líderes israelitas que condenaron a Jesús a muerte, hubiera gente que podría
haberse beneficiado de las predicaciones e incluso de los milagros que Jesús
hizo en su beneficio, que odiaba tanto a los romanos, que prefirió que fuera
librado de la muerte Barrabás, el cual quizás era visto como un héroe, por
haberse revelado contra el poder establecido por Roma, antes de que fuera
liberado Jesús, porque, aunque el Señor hacía muchas obras de caridad, era
pacífico, y ellos necesitaban a alguien que se enfrentara a sus
dominadores.
3-18. Pilato condenó a Jesús a la flagelación, para intentar
evitar su crucificción.
"Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados
trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un
manto de púrpura; y, acercándose a él, le decían: "Salve, rey de los judíos." Y
le daban bofetadas" (JN. 19, 1-3).
Las manos de Jesús fueron atadas a un pilar después de que le
desnudaran la parte superior del cuerpo, y fue flagelado con un látigo de tres
puntas. No sabemos cuántos azotes recibió el Señor, pero sabemos que el Mesías
fue víctima de otras torturas. Los soldados le pusieron un manto real a Jesús y
coronaron al Señor de espinas, para burlarse de su realeza. Jesús fue golpeado
con una caña, recibió puñetazos y bofetadas, y soportó las burlas de los
soldados. Jesús sufrió mucho cuando le pusieron la túnica después de azotarlo y
cuando lo desnudaron para crucificarlo, ya que la tela de la túnica se adhería a
sus heridas.
Pensemos de qué maneras se repite la flagelación de Jesús en
quienes sufren por causa de los vicios que atentan contra su vida, y por causa
de su pobreza y/o enfermedades. Pensemos cómo sigue siendo flagelado Jesús, en
los pobres que son obligados a trabajar por cantidades de dinero
insignificantes, y en los niños y mujeres obligados a prostituirse, para que
gente sin escrúpulos obtenga dinero, por explotar a los mismos. Obviamente, no
estamos capacitados para evitar los sufrimientos que afectan a la humanidad,
pero, si lo pensamos detenidamente, algo podremos hacer, para que Jesús no sea
torturado ni crucificado, en aquellos de nuestros prójimos los hombres, que
sufren por cualquier causa.
3-19. He aquí el Cristo sufriente. He aquí la mayor parte de
la humanidad, que es víctima de enfermedades, pobreza, y otros
padecimientos.
"Volvió a salir Pilato y les dijo: "Mirad, os lo traigo fuera
para que sepáis que no encuentro ningún delito en él." Salió entonces Jesús
fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: "Aquí
tenéis al hombre." Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias,
gritaron: "¡Crucifícalo, crucifícalo!" Les dice Pilato: "Tomadlo vosotros y
crucificadle, porque yo no encuentro en él ningún delito"" (JN. 19, 4-6).
Quizás, al leer la Pasión y muerte de Jesús, pensamos que, si
hubiéramos podido acompañar a San Juan cuando vivió la experiencia de las
torturas y crucificción del Mesías, no hubiéramos gritado pidiendo la muerte de
Nuestro Redentor. Obviamente, no podemos evitar los sufrimientos que Jesús
padeció aquel trágico día, pero, si no ayudamos a quienes sufren por cualquier
causa, -empezando por los que viven bajo nuestro techo-, nos engañamos a
nosotros mismos, si pensamos que, de haber podido estar en el tribunal de
Pilato, hubiéramos pedido que Jesús hubiera sido liberado de la muerte.
El Hombre herido de muerte que Pilato les presentó a los
judíos con la esperanza de que se compadecieran de Él, para evitar su
crucificción, representa a la humanidad herida por grandes plagas, entre las que
destacan las ambiciones desmedidas de poder, riqueza y prestigio. Si tales
ambiciones no fueran extremas, servirían para cumplir la voluntad de Dios, y
muchos enfermos, pobres y desamparados, tendrían una excelente calidad y calidez
de vida. El mundo es una representación del tribunal de Pilato, en que, en
nuestra vida ordinaria, y a través de los medios de comunicación, vemos a
quienes sufren por diversas causas. ¿Nos mostraremos indiferentes al contemplar
el dolor de la humanidad, contribuiremos a hacer más insoportable la vida de
quienes sufren, o les ayudaremos a resolver sus problemas, en conformidad con
nuestras escasas posibilidades?
3-20. Pilato descubrió las intenciones de los líderes judíos
que querían crucificar a Jesús.
"Los judíos le replicaron: "Nosotros tenemos una Ley y según
esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios"" (JN. 19, 7).
Pilato desenmascaró a quienes querían que Jesús fuera
crucificado, pues los tales le dijeron abiertamente que lo habían engañado al
inventar que alborotaba al pueblo incitándolo a rebelarse contra Roma empezando
por no pagar impuestos, pues querían condenarlo por haber incumplido su Ley
religiosa. Dado que Jesús dijo de Sí mismo que es Hijo de Dios, el Señor fue
acusado de blasfemia por sus enemigos, ya que tal acusación lo hacía merecedor
de la pena de muerte. Acusar a Jesús de blasfemia, tendría el efecto de que
muchos judíos desearían la muerte de Nuestro Redentor. Acusar a Jesús de
traición a Roma, obligaría a Pilato a condenar al Señor a muerte. A los líderes
judíos les daba igual que Jesús fuera condenado por blasfemo o por traidor, ya
que deseaban eliminarlo.
3-21. ¿Qué significa el temor que San Juan le atribuyó a
Pilato?
"Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más" (JN.
19, 8).
Pensar que Pilato sintió temor al saber que Jesús dijo de Sí
mismo que es Hijo de Dios, es desconocer el carácter del Gobernador de Judea, el
cuál no creía en ningún dios que fuera superior a la conservación de su poder. A
pesar de ello, el citado temor, nos invita a reflexionar, sobre nuestra
corresponsabilidad, en la Pasión y muerte, de Nuestro Salvador. Recordemos que
el cuarto Evangelio fue escrito por San Juan, quien no explicó los relatos que
incluyó en la citada obra, porque tenía la esperanza de que el Espíritu Santo se
los interpretara, a quienes debieran conocerlos.
3-22. Jesús no perdió el control de Sí mismo ni de los
acontecimientos que lo condujeron a la muerte.
"Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: "¿De dónde
eres tú?" Pero Jesús no le dio respuesta. Dícele Pilato: "¿A mí no me hablas?
¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?"" (JN. 19,
9-10).
Jesús no respondió la pregunta que le hizo Pilato, porque
sabía que iba a morir, y deseaba acabar con aquella situación tan angustiosa.
Por su parte, Pilato, como no quería darles gusto a los líderes judíos, presionó
al Mesías amenazándolo de muerte, con tal de buscar desesperadamente una excusa,
que le permitiera incumplir el deseo de los enemigos del Señor.
Jesús mantuvo el control de Sí mismo y de los acontecimientos
que lo condujeron a la muerte. Pilato demostró una gran ambición por mantener su
poder, la cual lo obligó a vacilar, en su deseo de liberar al Mesías de la
muerte. Las autoridades de Israel desearon que Jesús muriera porque odiaban a
Aquel que descubría sus intenciones y tenía una asombrosa capacidad de ganarse
el aprecio de las multitudes, lo cual no los caracterizaba a ellos, porque
convirtieron el Judaísmo en una secta coercitiva que agobiaba a sus hermanos de
raza, en vez de liberarlos del peso de sus cargas. Jesús sabía cuál era la
Verdad de Dios, y cuáles eran las verdades de sus enemigos. Jesús conocía el
designio de dios sobre nosotros, y los motivos por los que sus enemigos lo
juzgaron, y lo condenaron a muerte.
Cuando nos sintamos ridiculizados y juzgados por quienes
carecen de nuestra fe, y son incapaces de respetar a quienes no piensan
como ellos, mantengámonos firmes en nuestra postura, tal como lo hizo Jesús,
siendo consciente, de que lo iban a crucificar. Jesús no se mantuvo impasible
pensando en su muerte, sino en su Resurrección. Cuando nos sintamos acosados por
ser cristianos, no permitiremos que el agobio nos impida ser felices, porque
Dios recompensa a quienes mantienen la fe, aunque ello les sea difícil.
Recordemos que, hasta que la fe no nos duela, y sintamos que dicho dolor forma
parte de nuestra existencia, no podremos decir, que la misma es auténtica.
3-23. ¿Quién le dio a Pilato poder para condenar a Jesús a
muerte?
"Respondió Jesús: "No tendrías contra mí ningún poder, si no
se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor
pecado"" (JN. 19, 11).
Jesús quería ser ejecutado rápidamente para que terminaran sus
horas de sufrimiento. Esta fue la causa por la que le dijo a Pilato que había
alguien que era más culpable que él de su condena, dado que le proporcionó la
oportunidad de sentenciarlo a muerte. Quizás podemos pensar que Dios fue quien
le entregó a Jesús a Pilato, porque el Señor le dijo al Gobernador de Judea que
se le dio el poder para ejecutarlo desde arriba, pero Jesús no se refería a
Yahveh, sino a Caifás, el sumo sacerdote, ya que, si el citado personaje no
hubiera dictado su sentencia a muerte, Pilato no hubiera tenido que autorizar la
misma. Jesús no disculpó a Pilato por el pecado que cometió al condenarlo, pero
el Gobernador de Judea no era tan responsable de aquella situación, como lo eran
los líderes judíos, que premeditaron el asesinato del Profeta de Nazaret.
3-24. Jesús fue condenado a muerte por Poncio Pilato.
"Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos
gritaron: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se
enfrenta al César." Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó
en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabata. Era el día de la
Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: "Aquí
tenéis a vuestro rey." Ellos gritaron: "¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!" Les dice
Pilato: "¿A vuestro rey voy a crucificar?" Replicaron los sumos sacerdotes: "No
tenemos más rey que el César." Entonces se lo entregó para que fuera
crucificado. Tomaron, pues, a Jesús" (JN. 19, 12-16).
Dado que Pilato era Gobernador de Judea, sus superiores
esperaban que mantuviera la paz, cosa que debía hacer especialmente durante los
días de Pascua, porque Jerusalén estaba llena de peregrinos de todo el mundo,
que iban a celebrar la liberación de sus antepasados, de la esclavitud de
Egipto. Ya que Roma no podía enviar tropas numerosas a las regiones distantes de
la capital del Imperio, sus autoridades aplastaban cualquier revuelta que
surgiera en las mismas, por medio de la aplicación de torturas que escarmentaban
a quienes las presenciaban. Si el César llegaba a tener noticias de que en Judea
surgía una insurrección, Pilato, además de perder su privilegiada posición,
podía perder la vida.
Cuando tomamos una decisión difícil, podemos escoger transitar
el camino más fácil, o hacer lo que es correcto a los ojos de dios, aunque ello
tenga un alto costo para nosotros. En este terreno, solo Dios y sus héroes los
Santos, pueden alcanzar grandes victorias, porque no escatiman el sufrimiento
que ello les supone.
Aunque muchos enemigos de Jesús odiaban a los romanos,
fingieron estar de acuerdo con el poder que sus dominadores ejercían sobre
Israel, con tal de conseguir, que Jesús fuera condenado. Ellos sabían que Dios
debía ser su único Rey, pero lo traicionaron, con tal de conseguir lo que
deseaban, lo cual era, la crucificción de Jesús. ¿Le hemos vendido en alguna
ocasión nuestra alma al diablo, con tal de conseguir algún propósito?
3-25. Jesús fue crucificado en el Gólgota.
"Y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado
Calvario, que en hebreo se llama Gólgota" (JN. 19, 17).
el Gólgota era una colina que se hallaba a las afueras de
Jerusalén, junto a un camino muy transitado, donde los romanos crucificaban a
quienes no eran ciudadanos romanos e incumplían sus leyes, para escarmentar a
quienes los vieran morir.
3-26. Jesús fue crucificado.
"Y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado,
y Jesús en medio" (JN. 19, 18).
Jesús fue conducido por las calles de Jerusalén desde el
pretorio hasta el Gólgota, para servirles de escarmiento a quienes desearan
revelarse contra las autoridades romanas. Después de llegar al Gólgota, el Señor
fue crucificado junto a dos malhechores. La crucificción era una condena cruel y
lenta. Los crucificados morían por causa de sus dificultades para respirar. Si
se apoyaban sobre los pies, el clavo que les sujetaba a las cruces, se les
clavaba más, lo cual les producía un gran dolor, y, si se apoyaban sobre los
riñones, se les dificultaba la respiración. A los malhechores que fueron
crucificados junto a Jesús, les rompieron las piernas, para precipitar la
llegada de su muerte, por asfixia.
3-27. Jesús es el Rey de la humanidad redimida.
"Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la
cruz. Lo escrito era: "Jesús el Nazareno, el rey de los judíos." Esta
inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido
crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y
griego" (JN. 19, 19-20).
Los enemigos del Señor, desearon que Pilato creyera que Jesús
quiso ser proclamado rey enemigo de Roma, a fin de obtener del Gobernador de
Judea, la sentencia a muerte, de la víctima de su envidia. Esta fue la causa por
la que Pilato fijó un letrero por encima de la cabeza del Nazareno, donde se
leía la razón por la que el Mesías fue condenado a morir. Si Jesús había
pretendido ser un rey con expectativas meramente humanas, está claro que, al
haber sido desnudado y ejecutado públicamente, había perdido todo el poder, que
le concedieron sus seguidores. A pesar de ello, Jesús, -de quien sabemos que
invierte la sabiduría del mundo, concediéndole valor a lo que los hombres
consideran inútil-, en vez de sentirse derrotado, y a pesar de que sabía que iba
a morir, era consciente, de que estaba empezando a reinar. Recordemos el
siguiente texto de San Pablo:
"Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los
hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres" (1 COR.
1, 25).
La Pasión, muerte y Resurrección de Jesús, constituyeron un
golpe mortal, contra las fuerzas del mal, y constituyeron el Reino de Dios,
sobre la tierra, según quedó demostrado este hecho en Pentecostés, cuando los
Apóstoles de Nuestro Salvador, recibieron el poder, del Espíritu Santo.
La causa por la que Jesús fue condenado, fue escrita en tres
idiomas: arameo para los judíos, latín para las autoridades y soldados romanos,
y griego para los extranjeros, y judíos dispersos en diferentes países
influenciados por la cultura griega.
3-28. La venganza infantil y absurda de Pilato.
"Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No
escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Yo soy rey de los
judíos." Pilato respondió: "Lo que he escrito, lo he escrito"" (JN. 19,
21-22).
Como Pilato se vio obligado a ceder a la presión que
ejercieron contra él los sacerdotes principales de Israel por miedo a perder su
poder e incluso su vida, demostró su incapacidad para encajar sus fracasos,
escribiendo por encima de la cabeza de Jesús, lo que más podía molestarles a los
enemigos del Señor, lo cual era que, el Mesías, era el rey de los judíos.
3-29. Los soldados que crucificaron a Jesús, no fueron los
únicos que se repartieron la ropa del Señor.
"Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus
vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la
túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso
se dijeron: "No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca." Para
que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a
suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados" (JN. 19,
23-24).
Los soldados romanos tenían la costumbre de repartirse los
vestidos de aquellos a quienes crucificaban como si se tratara de botines de
guerra. Dado que la túnica de Jesús era valiosa, los soldados decidieron echar
suertes sobre ella, para ver a cuál de los tales le tocaba.
Desgraciadamente, los cristianos nos robamos los vestidos de
Jesús unos a otros, pues no echamos suertes sobre ellos, porque creemos que son
nuestros. Ello sucede porque, además de no tener buenas relaciones con nuestros
hermanos de fe que no pertenecen a nuestra iglesia, en ciertas circunstancias,
tampoco nos llevamos bien, con quienes son nuestros hermanos de congregación.
Cometemos el error de considerar que Jesús y sus pertenencias son nuestra
propiedad, en vez de pensar que nosotros somos de Jesús, y que por ello debemos
mantener buenas relaciones, para contribuir a la plena instauración del Reino de
Dios, entre nosotros.
3-30. Las mujeres que estuvieron junto a la cruz de
Jesús.
"Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su
madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y
junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a
tu hijo." Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora
el discípulo la acogió en su casa" (JN. 19, 25-27).
Junto a la cruz de Jesús, estaba la Madre del Señor, una
hermana suya, y María Magdalena. A pesar de que las mujeres eran terriblemente
marginadas cuando Jesús vivió en Israel, las mujeres que aparecen en el texto
evangélico que estamos considerando, fueron un ejemplo de fe, para los hombres
que, aunque fueron discípulos de Jesús durante años, y convivieron con Nuestro
Salvador, lo desampararon, cuando más lo necesitaban. Ellas también son un gran
ejemplo de fe a tener en cuenta por nosotros, si nos consideramos cristianos
cuando la vida nos sonríe, y renegamos de nuestra fe cuando tenemos
dificultades, o actuamos como ateos, cuando no sabemos responder las cuestiones
relativas a nuestras creencias, que, quienes no comparten nuestra manera de
pensar, nos plantean.
Aunque Jesús estaba muriéndose, quiso ocuparse de su Madre,
dado que los judíos creían que, las mujeres viudas que no tenían hijos, eran
malditas de Dios, lo cual hacía que fueran más despreciadas, que las demás
mujeres. Jesús le pidió a Juan que cuidara de Nuestra Corredentora, y, a su
Santa Madre, que amara al cuarto Evangelista, hasta llegar a considerarlo, como
su hijo. Esta es la razón por la que los católicos vemos en quienes sufren por
cualquier causa, imágenes de Jesús Crucificado, y de María Santísima viendo
morir a su Hijo impotente. Ello nos insta a considerar que no podemos quedarnos
indiferentes, ante el sufrimiento que padece, la mayor parte de la
humanidad.
Nuestra familia es un don celestial, que debemos cuidar, bajo
todo tipo de circunstancias. Ningún trabajo mundano ni actividad cristiana deben
eximirnos de cuidar a nuestros familiares. ¿Qué haremos en este día para
demostrarles a nuestros familiares que los queremos, y que son importantes para
nosotros?
3-31. La sed y la muerte de Jesús.
"Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido,
para que se cumpliera la Escritura, dice: "Tengo sed." Había allí una vasija
llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre
y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: "Todo está
cumplido." E inclinando la cabeza entregó el espíritu" (JN. 19, 28-30).
Jesús murió demostrando una sed que a veces nos falta, porque
nos desanimamos ante nuestras dificultades, o al pensar en la incapacidad que
nos caracteriza, para resolver los grandes problemas de la humanidad. Jesús
murió sintiendo el efecto de la sed de demostrarnos que somos amados por Nuestro
Padre común. Jesús vivió y murió, demostrándonos cómo debemos actuar, si
queremos ser buenos hijos de Dios. Por su parte, los soldados romanos, al no
comprender de qué tenía sed el Señor, le dieron un poco del vino barato que
bebían, mientras esperaban que murieran, los tres crucificados.
Jesús murió sabiendo que había cumplido cabalmente, la misión
de redimirnos que le encomendó, Nuestro Padre común. Oremos para que, cuando
seamos juzgados por el Señor, cuando acontezca nuestra muerte, y al final de los
tiempos, podamos tener la cabeza bien alta ante Él, y decirle que siempre
actuamos, cumpliendo la voluntad, de Nuestro Padre común.
Jesús le entregó su espíritu a Dios. ¿Somos conscientes de
que, independientemente de que estemos vivos o muertos, somos de Dios?
3-32. Los soldados romanos comprobaron que Jesús murió.
"Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no
quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne-
rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues,
los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.
Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante
salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él
sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió
para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también
otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron" (JN. 19, 31-37).
La Ley de los judíos no permitía que los cadáveres estuvieran
expuestos durante toda la noche, ni que se realizaran trabajos a partir de la
puesta del sol del viernes, ya que, en ese momento, iniciaba el Sábado. Esta es
la causa por la que los líderes religiosos de Israel, quisieron que Jesús y los
dos malhechores, fueran sepultados, antes de que se pusiera el sol.
Los soldados que crucificaron a Jesús, al ser conocedores de
su trabajo, sabían cuando los crucificados estaban agonizando, y cuándo estaban
muertos. Dado que Jesús había fallecido cuando les rompieron las piernas a los
malhechores, le traspasaron el costado de una lanzada, así pues, la separación
del suero sanguinolento y del agua, certificó la muerte del Mesías. Hay quienes
afirman que Jesús no murió, sino que se desmayó, lo cual justifica
científicamente su Resurrección, si la misma se entiende, como la recuperación
del conocimiento, por parte de Nuestro Salvador.
Dado que los huesos de los corderos que los judíos
sacrificaban para celebrar la Pascua no se rompían, a Jesús no se le rompieron
las piernas, porque es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (CF.
JN. 1, 29).
3-33. Jesús fue sepultado.
" Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de
Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización
para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y
retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo -aquel que anteriormente había ido a
verle de noche- con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el
cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la
costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un
huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido
depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el
sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús" (JN. 19, 38-42).
José de Arimatea era uno de los jueces de Israel que no
estuvieron de acuerdo con el hecho de que Jesús fuera sentenciado a muerte. Él
fue discípulo oculto de Jesús, temiendo que, el hecho de que creía en el Mesías,
hiciera peligrar su posición social, ya que, el alto Tribunal de Israel, estaba
dividido, por causa del último Mesías. ¿Qué sintió José al ser testigo de los
sufrimientos y la muerte de Jesús, para que su testimonio de fe, fuera más
importante para él, que la defensa de su alta posición social?
¿Es el Dios Uno y Trino la causa que le da sentido a nuestra
vida?
Nicodemo también fue juez de Israel y discípulo oculto de
Jesús. Aunque en un principio no comprendió la doctrina de Jesús porque actuaba
como los cristianos que cumplen muchas prescripciones religiosas por rutina, se
opuso a la crucificción del Nazareno.
¿Por qué cambiaron de conducta José de Arimatea y Nicodemo
cuando contemplaron a Jesús en su Pasión y muerte?
¿Por qué creemos en Jesús?
Si somos cristianos veraces, debemos creer en Dios, proclamar
su Palabra mediante la predicación, y actuar como cristianos, no solo cuando
celebramos el culto divino, sino, en todos los aspectos de nuestra vida.
¿Somos creyentes ocultos de Jesús, por miedo a lo que nuestros
familiares, amigos y compañeros de trabajo piensen de nosotros?
La tumba de Jesús era una cueva en cuyo interior podía caminar
un hombre. José y Nicodemo sepultaron a Jesús rápidamente, para no incumplir la
Ley que no les permitía trabajar en los días preceptivos.
Nadie había sido sepultado en el sepulcro de Jesús. Ello nos
recuerda que Nuestro Salvador fue el primero en resucitar de entre los muertos
para no volver a morir, y que por ello nos abrió la puerta del cielo.
Hermanos:
No nos quedemos en el Viernes Santo junto a la cruz de Jesús.
Celebremos la Pascua, resucitando con Jesús lentamente, en conformidad con la
resolución de los problemas que tenemos, de nuestra purificación, y de nuestra
santificación. Que así sea.
3-34. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos,
nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto
bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y,
finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las
conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio
durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y
hablado en los grupos, individualmente.
3-35. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos
el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en
silencio, con el fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en JN. 18, 1-19, 42
a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio
que hemos meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este
trabajo.
3-1.
¿Por qué tenían que permanecer los judíos reunidos con sus
familiares y debían evitar salir de Jerusalén durante la noche de Pascua?
¿Por qué incumplió Jesús el citado precepto legal?
¿A qué lugar fue Jesús a rezar, para concluir su preparación a
iniciar su lenta Pasión?
¿Qué nos recuerda la salida de Jesús de Jerusalén?
¿Por qué le compraron los enemigos de Jesús a Judas a Nuestro
Señor?
3-2.
¿Nos conocen nuestros familiares y amigos porque nuestros
pensamientos y obras son conformes al cumplimiento de la voluntad de dios?
¿Por qué fueron los guardias del Templo a prender a Jesús
acompañados por soldados romanos?
3-3.
¿Por qué cayeron a tierra los hombres que fueron a prender a
Jesús, cuando el Mesías, al decirles: "Yo soy", pronunció el Santo Nombre de
dios?
¿Por qué no interpretó San Juan los relatos que escribió en su
Evangelio?
¿Qué nos induce a pensar el hecho de que quienes fueron a
prender a Jesús cayeron a tierra, porque no pudieron permanecer en pie, ante la
presencia real y divina de Nuestro Salvador?
3-4.
¿Creemos que Jesús velará para que seamos salvos?
¿Imitaremos la conducta de Jesús, intentando esforzarnos para
que sea salva la mayor cantidad de almas posible?
¿Qué le diremos al Señor cuando nos interrogue sobre cómo les
amamos a Él y a nuestros prójimos cuando nos juzgue?
3-5.
¿Qué debemos recordar para comprender por qué quiso Pedro
evitar la muerte de Jesús?
¿Qué hubiera sucedido si Pedro hubiera evitado la Pasión y
muerte de Jesús?
¿Somos conscientes de que existen situaciones que no podemos
forzar para que se amolden al cumplimiento de nuestra voluntad, porque a veces
no nos es posible hacerlo, y, porque en otras ocasiones, el hecho de forzarlas,
es pecaminoso?
¿Cuál es el significado de la copa que Jesús le mencionó a
Pedro?
3-6.
¿Por qué fue llevado Jesús al palacio de Caifás durante la
noche?
¿Por qué razones tenían necesidad los enemigos de Jesús de que
el Señor muriera y fuera sepultado antes de que se pusiera el sol el
viernes?
¿Quiénes fueron Anás y Caifás?
¿Qué tenían en común Anás y Caifás?
¿Por qué muchos judíos no aceptaron a Caifás como sumo
sacerdote?
¿Por qué condenaron Anás y Caifás a Jesús a muerte?
3-7.
¿Quién fue el discípulo anónimo de quien se nos habla en el
cuarto Evangelio, y a quiénes representa, según los exégetas modernos?
Interpreta JN. 8, 32 y 14, 6.
¿Por qué pudieron entrar Juan y Pedro al patio de la
residencia del sumo sacerdote?
3-8.
¿Por qué no creyó Pedro el anuncio que Jesús le hizo de que lo
iba a negar?
¿Cuál fue la causa por la que Pedro negó a Jesús?
¿Por qué le fue útil a Pedro la experiencia que tuvo al negar
a Jesús?
¿Qué aprendió Pedro cuando se sintió perdonado por
Jesús?
3-9.
¿Por qué quiso Anás que Jesús lo informara sobre sus
discípulos y su doctrina?
¿Crees que Jesús se defendió cuando fue abofeteado por un
guardia del Templo porque sabía que Juan registraría tal hecho en su Evangelio,
y que los lectores de tal obra debían creer en la inocencia y la Divinidad de
Nuestro Salvador?
¿Por qué le remitió Anás a Jesús a su yerno?
3-10.
¿Cómo se sintió Pedro cuando vio a Jesús maltratado y juzgado,
y constató que su Maestro no intentó defenderse?
¿Mintió Jesús a sus discípulos, -y se engañó a sí mismo-, al
creerse enviado de Dios?
¿Por qué tenía Pedro razones para sentirse confundido y
asustado?
¿De qué maneras hemos hecho sufrir a Jesús a lo largo de los
años que hemos vivido?
¿Hemos negado al Señor?
¿Por qué no nos conviene consolarnos pensando que en el mundo
hay gente más pecadora que nosotros?
¿Por qué podemos implorar el perdón divino?
3-11.
¿Por qué estaban los judíos obligados a evitar el contacto con
los paganos?
¿Nos hemos obsesionado con el cumplimiento de los ritos
religiosos, impidiéndole a dios que nos purifique de nuestros pecados, por no
querer reconocer que los cometemos?
3-12.
¿Entre qué años fue Judea gobernada por Pilato?
¿Por qué se ganó el yerno de Tiberio César la aversión de los
judíos?
¿Por qué necesitaban los jueces de Israel que condenaron a
Jesús que Pilato confirmara la sentencia del Señor?
3-13.
¿Por qué razones es probable que Pilato quisiera evitar la
muerte de Jesús?
¿Por qué les dijo Pilato a los enemigos de Jesús que juzgaran
a la víctima de su desprecio según su Ley?
¿Por qué quisieron los enemigos del Señor que Jesús muriera y
Barrabás fuera librado de ser crucificado?
¿Por qué mandó Pilato que Jesús fuera flagelado, y qué
consiguió al aplicarle dicha condena al Mesías?
3-14.
¿Con qué intención interrogó Pilato a Jesús?
¿Por qué debería haber condenado a la crucificción Pilato a
Jesús si el Señor se hubiera declarado enemigo de Roma, y podía permanecer
indiferente, si Jesús se declaraba como líder religioso?
3-15.
¿en qué sentido es Jesús Nuestro Rey?
¿Qué significa para San Juan Evangelista el hecho de que el
Reino de Jesús no es de este mundo?
¿Por qué muchos cristianos, al rezar el Vía Crucis, imaginan a
Pilato y a Jesús, como representantes de reinos antagónicos?
¿Por qué se dejó condenar Jesús por Pilato?
¿Qué medios utilizará Jesús para conducir al cielo a los
redimidos?
¿Por qué sentenció Pilato a Jesús a muerte?
¿Por qué no debemos ignorar la verdad de Dios si la conocemos
y aceptamos?
3-16.
¿Qué pensaba Pilato que era la verdad?
¿Por qué debemos evitar los cristianos relativizar la verdad
de Dios?
¿En qué consiste la Verdad de Dios?
¿Por qué debemos discernir las verdades existentes en el
mundo?
¿Por qué el conocimiento de las verdades mundanas no debe
conducirnos a renunciar a la Verdad de Dios?
3-17.
¿Por qué pidieron la liberación de Barrabás y la crucificción
de Jesús, aquellos que quizás se beneficiaron de las predicaciones y signos de
Nuestro Señor?
3-18.
¿En qué consistía la flagelación?
¿Qué otras torturas le aplicaron a Jesús después de
flagelarlo?
¿De qué maneras se repite la flagelación de Jesús en quienes
sufren por sus vicios, pobreza, enfermedades y/o aislamiento social?
3-19.
¿A quiénes representó Jesús herido de muerte en el tribunal de
Pilato?
¿En qué sentido el poder, la riqueza y el prestigio añorados
por el mundo, no constituyen ocasiones de pecar?
¿Nos mostraremos indiferentes al contemplar el dolor de la
humanidad, contribuiremos a hacer más insoportable la vida de quienes sufren, o
les ayudaremos a resolver sus problemas, en conformidad con nuestras escasas
posibilidades?
3-20.
¿Cómo desenmascaró Pilato a los enemigos de Jesús?
¿Por qué quisieron tales judíos que Jesús fuera condenado por
blasfemo o por traidor a Roma?
3-21.
¿Qué significa el temor que San Juan le atribuyó a
Pilato?
3-22.
¿Cómo podemos demostrar que Jesús no perdió el control sobre
Sí mismo ni sobre los acontecimientos que lo condujeron a la muerte?
¿Por qué presionó Pilato a Jesús amenazándolo de muerte?
¿Por qué vaciló Pilato al intentar salvar a Jesús de la
crucificción?
¿Por qué condenaron los judíos a Jesús a muerte?
¿Por qué ganó Jesús muchos seguidores, y los líderes judíos
tenían dificultades para hacerse amar por sus hermanos de raza?
¿Por qué debemos mantener la fe que nos caracteriza cuando
vivamos circunstancias adversas?
3-23.
¿Quién facilitó el hecho de que Pilato sentenciara a Jesús a
muerte?
3-24.
¿Por qué tenía Pilato la obligación de mantener la paz?
¿Por qué reprimían las autoridades romanas a los
revolucionarios bruscamente?
¿Qué podía pasarle a Pilato si llegaba a Roma la noticia de
que era incapaz de contener una insurrección en Jerusalén?
¿Qué podemos hacer cuando tenemos que tomar una decisión
difícil?
¿Le hemos vendido en alguna ocasión nuestra alma al diablo,
con tal de conseguir algún propósito?
3-26.
¿Por qué fue crucificado Jesús entre dos malhechores?
¿En qué consistió la crucificción del Mesías?
¿Por qué les rompieron las piernas a los malhechores que
fueron crucificados con Jesús?
3-27.
¿Por qué pretendieron los enemigos de Jesús que Pilato creyera
que el Señor se proclamó rey enemigo de Roma?
Interpreta 1 COR. 1, 25.
3-28.
¿Por qué mandó Pilato fijar un letrero por encima de la cabeza
de Jesús en que se leía que el Nazareno era el rey de los judíos?
3-29.
¿en qué sentido nos disputamos los cristianos los vestidos de
Jesús?
3-30.
¿Por qué fueron las mujeres que permanecieron junto a la cruz
de Jesús grandes ejemplos de fe para los discípulos del Señor, al igual que
también lo son para nosotros?
¿Por qué le pidió Jesús a Juan que cuidara de su Madre?
¿Por qué vemos los católicos en quienes sufren imágenes de
Jesús Crucificado y de Nuestra Santa Madre viendo morir a su Hijo sin poder
socorrerlo?
¿Qué haremos en este día para demostrarles a nuestros
familiares que los queremos, y que son importantes para nosotros?
3-31.
¿De qué sintió sed Jesús?
¿Por qué pierde nuestra vida su sentido cristiano cuando
carece de la sed del Señor?
¿Somos conscientes de que, independientemente de que estemos
vivos o muertos, somos de dios?
3-32.
¿Por qué quisieron los líderes judíos que los ajusticiados
fueran sepultados antes de que se pusiera el sol?
¿Cómo fue certificada la muerte de Jesús?
¿Por qué no le rompieron los soldados las piernas a
Jesús?
3-33.
¿Por qué fueron José de Arimatea y Nicodemo discípulos ocultos
de Jesús?
¿Qué sintieron José y Nicodemo al ser testigos de los
sufrimientos y la muerte de Jesús, para que su testimonio de fe, fuera más
importante para ellos, que la defensa de su alta posición social?
¿Es el Dios Uno y Trino la causa que le da sentido a nuestra
vida?
¿Por qué creemos en Jesús?
¿Qué debemos hacer si somos cristianos veraces?
¿Somos creyentes ocultos de Jesús, por miedo a lo que nuestros
familiares, amigos y compañeros de trabajo piensen de nosotros?
¿Qué significa el hecho de que nadie fue sepultado en la tumba
del Señor?
¿Cómo nos conviene celebrar la Pascua, después de haber
conmemorado la Pasión y muerte de Jesús?
5. Lectura recomendada.
Leed IS. 52, 13-53, 12.
6. Contemplación.
Leed nuevamente el apartado 3 del presente trabajo, en estado
de recogimiento interior.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las
enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en JN. 18, 1-19,
42.
Comprometámonos a imitar la conducta generosa de Jesús durante
un día, y, si ello es satisfactorio para nosotros, sigámoslo haciendo.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente,
y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los
hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos
verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos
considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Gracias por haberme demostrado que me amas, a
pesar de mi imperfección. Hazme fuerte para que pueda ser tu fiel
seguidor.
9. Oraciones finales.
Leed los Salmos 22 y 51.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la
Misa y la Biblia de Jerusalén.
Colaboracion Especial de José Portillo Pérez
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