(TURÍN, 24 DE
MAYO DE 1998)
Lo que cuenta sobre todo para el creyente es que la Sábana
Santa es un espejo del Evangelio. De hecho, si se reflexiona sobre el
sagrado lienzo, no se puede olvidar que la imagen que se encuentra
presente en él tiene una relación tan profunda con lo que narran los
cuatro Evangelios sobre la pasión y muerte de Jesús que cada hombre
sensible se siente interiormente tocado y conmovido al contemplarla. Quien
se acerca a ella es consciente también de que la Sábana Santa no sólo
impresiona el corazón de la gente, sino que hace referencia a Aquel a cuyo
servicio la ha puesto la Providencia amorosa del Padre. Por lo tanto, es
justo alimentar la conciencia de la preciosidad de esta imagen, que todos
ven y que nadie puede explicar por ahora. Para toda persona profunda es
motivo de hondas reflexiones que pueden llegar a implicar la vida.
La imagen del cuerpo martirizado del Crucificado, al
testimoniar la tremenda capacidad del hombre para causar dolor y muerte a
sus semejantes, se presenta como un icono del sufrimiento del inocente de
todos los tiempos: de las innumerables tragedias que han marcado la
historia pasada y de los dramas que continúan consumándose en el mundo.
....En el sufrimiento inconmensurable que documenta, el amor de Aquel que
tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito (Jn 3,16) se hace
casi palpable y manifiesta sus sorprendentes dimensiones. Ante ella, los
creyentes no pueden dejar de exclamar y con plena verdad: «¡Señor, no me
podías amar más!», y darse cuenta inmediatamente de que el responsable de
este sufrimiento es el pecado: los pecados de cada ser humano.
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