“En
las horas de lucha acordémonos de Jesús, que está con nosotros y sufre con
nosotros y por nosotros; recurramos a Él y seremos siempre confortados,
así alcanzaremos y cantaremos siempre victoria delante de Dios”.
“Cuando a Él le plazca ponernos en la cruz, agradezcámoselo y
considerémonos afortunados por el gran honor que nos hace”.
“Sé
que sufrís mucho; pero ¿no es el sufrimiento el que nos hace subir al
Calvario y de éste al Tabor? Arriba, pues. ¡Animo! Y Jesús estará contento
de vos”.
“Considérate
afortunadísima por haber sido hecha digna de participar en los dolores del
Hombre Dios”.
“¡Oh! qué feliz
deberías considerarte, si te esforzaras por morar (en el Calvario)
siempre, y morar fiel y amorosamente”.
“Para llegar a
conseguir nuestro fin, es preciso seguir a nuestro divino jefe, que no
quiso conducir al alma escogida sino por el camino que Él siguió, es
decir, por el camino de la abnegación y de la cruz”.
“Las
tribulaciones, las cruces son siempre la herencia y la porción de las
almas elegidas”.
“Las otras
pruebas a las que Dios os somete y os someterá, todas son signos del amor
divino y perlas para el alma”.
“Os ha destinado
a gran santidad y por ello os ha sometido a cruces no comunes y todavía os
someterá a más”.
“Ten la certeza
de que, mientras duren las pruebas, el Señor te ama con predilección y
habita en el centro de tu espíritu”.
“No temas:
después de haber sido traspasada con Jesús y puesta en el sepulcro de
Jesús, verás la luz indefectible, y del Calvario pasarás al Tabor eterno”.
“No desees bajar
de esta cruz, ¡oh mi querida hija! Esta vida es breve; las recompensas que
nos esperan en el ejercicio de la cruz son eternas”.
“¡Ah! no desees bajar de esta cruz, porque sería el descenso del alma a la
llanura donde Satanás nos tiende las asechanzas”.
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