"Había ahí una mujer que, hacia dieciocho años estaba
poseída de un espíritu que la tenía enferma, y estaba tan
encorvada que de ninguna manera podía enderezarse.
Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo:
Mujer, quedas libre de tu mal. Le impuso las manos y en
Ese mismo instante ella se enderezó, alabando a Dios"
(Lc 13, 11-13)
Esta mujer encorvada bajo su enfermedad es la imagen de lo que nosotros somos, encorvados bajo el peso de nuestros pecados y de todos nuestros pesos físicos y morales. Jesús viene como Salvador. Con una sola Palabra El sana y salva, para gloria de Dios.
Cuando te perdonas y perdonas a los demás, eres efectivamente libre. El perdón, siempre va acompañado de un tremendo sentimiento de libertad.
Al perdonar, te haces un regalo. Te liberas de las experiencias y relaciones pasadas. La iniciativa de perdonarnos a nosotros mismos, también viene de Dios, como la iniciativa para poder perdonar a los otros.
Debemos dejar que el Señor nos libere, cure todas las enfermedades y sane las heridas más profundas del corazón humano, y así ser hombres sanados en su totalidad.
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