Thursday, January 5, 2012

HABLA UN MÉDICO PSICOLOGO CRISTIANO.

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Creo que la oración tiene el poder de transformar la vida de las personas porque he visto su acción en mi trabajo como psicólogo cristiano.

Jesús enseñó a sus discípulos no sólo a predicar y evangelizar, sino también a curar a los enfermos y expulsar demonios (Lc 9, 1-6).

De hecho, cada vez que rezamos el Padre Nuestro, estamos pidiendo sanación y liberación, porque esta hermosa oración termina diciendo "líbranos del mal".

NUESTRA RELACIÓN MÁS ESENCIAL

La psicología clínica consiste en sanar las relaciones. Los cristianos que tienen dificultades para relacionarse con sus semejantes, con Dios y consigo mismos, suelen buscar la ayuda profesional de alguien que comparta sus propias creencias y valores. Las dificultades que experimentan provienen, por lo general, de factores ajenos a ellos mismos. Quizás los trataron mal o tal vez han tenido deficiencias físicas que les impedían hacer amistades.

A veces, la raiz del problema es el pecado personal. En realidad, lo más frecuente es que las causas sean una combinación de varios de estos factores.

Creo que la oración es eficaz porque nos lleva al punto de nuestra relación más fundamental: la relación con Dios. En mi carácter de terapeuta, insisto en que orar es conversar con Dios. Pero muchos de mis pacientes suelen hacerme esta pregunta: "¿Cómo puedo conversar con alguien a quien realmente no conozco?" Les contesto que es posible conocer a Dios rezando y esforzándose por entender la grandeza del universo y el milagro de la vida. También conviene reconocer que, en lo profundo del corazón, buscamos un amor perfecto, algo que sólo Dios puede dar. Finalmente –y esto es lo más importante- el Señor nos ha dado las Escrituras y el ministerio de la Iglesia. Podemos conocer a Dios y su plan de salvación para nosotros.

A medida que estos pacientes hacen oración y leen la Escritura comienzan a experimentar a Dios personalmente. Algunos tienen, por primera vez en su vida, un encuentro con Jesús. Como resultado, van curándose de sus dolencias y se ven libres de los sentimientos negativos que han dominado su existencia y trastornado sus relaciones.

CÓMO SE SANA EL SER INTERIOR

A los pacientes que llegan buscando la sanación cristiana los invito a aceptar la presencia de Jesús en su vida pasada, presente y futura. Cristo puede hacerse cargo de los recuerdos del pasado y sanarles las heridas que todavía les causan dolor. Les pido que se imaginen que Jesús recorre con ellos la senda de sus recuerdos del pasado hasta llegar a los momentos precisos en que fueron heridos, y luego los invito a pedirle a Cristo que los libre de los efectos que esas heridas tienen en el presente. Al hacer esto, he visto que Jesús les llena el corazón, que hasta entonces estaba vacío, con su amor y su perdón. Lo más sorprendente es que, a veces, el amor de Cristo mueve a las personas a perdonar a quienes las hirieron tan profundamente.

Quisiera citar algún ejemplo A fin de proteger la privacidad de las personas, este relato no se refiere a nadie en particular; pero representa los casos que he ido viendo, durante más de diez años de práctica privada y estudio.

CUANDO SE DERRUMBA LA BARRERA EXTERNA

Un sacerdote, al que llamaremos Padre Juan, me vino a ver para que le ayudara a resolver su tendencia a distanciarse de los demás. Cuando niño, era muy delgado y sin aptitudes deportivas, los demás se burlaban de él y siempre quedaba el último cuando se formaban los equipos. Sintiéndose fracasado en los deportes, trató de reforzar su dignidad obteniendo notas excelentes en los estudios. Pero los maestros empeoraron la situación cuando empezaron a ponerlo como ejemplo, razón por la que sus compañeros lo amenazaban u golpeaban. Juan soportó todo esto en silencio hasta que pudo escaparse al seminario, donde lo respetarían por su excelencia académica. Sin embargo, las heridas del pasado lo llevaron a rodearse de un muro protector para aislarse de los demás.

Trabajando con el P. Juan, le pedí que cerrara los ojos y que invitara a Jesús a hacerse presente en sus recuerdos más dolorosos. Le costó reconstruir en su imaginación una escena de si mismo cuando era niño en el patio de la escuela y veía que se acercaban los bravucones. Luego exclamó, "Veo que viene Jesús. Es tan grande y se le ve tan fuerte. Se que les va a pegar a estos abusones. ¡Al fin recibirán su merecido!".

Acto seguido, el sacerdote comenzó a llorar. Cuando le pregunté que sucedía, me dijo que Jesús se había puesto entre él y los muchachones pero que, en lugar de ahuyentarlos, se había arrodillado y les había dicho: "Lo que le iban a hacer a Juan, háganmelo a mi."

FUE CAPAZ DE PERDONAR

En ese momento, el P. Juan dijo que ahora entendía realmente el significado del texto bíblico que dice que Jesús vino a llevar sobre sí mismo nuestros pecados (Is 53,5). Me dijo que llevaba años elevando la Eucaristía en la misa con una gran comprensión intelectual, pero que ahora había adquirido un profundo entendimiento del amor que hay en el sacrificio de Cristo. En la cruz, Jesús no sólo llevó los pecados que hemos cometido nosotros, sino también las ofensas con que otros nos han herido.

Con el tiempo, el P.Juan dejó que Dios entrara en su vida para sanar el dolor que guardaba tras su muro interior. Así fue capaz de perdonar a sus compañeros de escuela y arrepentirse de las opiniones y resentimientos que había tenido contra ellos. También le pidió al Señor que destruyera el muro de distanciamiento que tenía desde entonces. Lleno del amor de Dios, pronto fue capaz de derribar las barreras de su corazón, tras las que se escudaba de los demás. Finalmente, se sintió libre para dar y recibir amor, y para atraer a otras personas al amor de Cristo que había en su corazón.

Señor, doy testimonio de tu obra de salvación. Rezo para que los lectores de este testimonio se acojan también a tu poder salvador. Ayúdanos, Señor, a crecer en santidad, salud y en la unción del Espíritu. Concédenos confianza para obedecer más plenamente tu mandamiento de predicar la buena nueva, con las señales que tu mismo anuncias en tu evangelio.

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