Tuesday, October 4, 2011

QUIEN AMA A JESUCRISTO SUFRE CON GUSTO LOS PADECIMIENTOS DE LA VIDA

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San Alfonso María de Ligorio

A continuación quiero transcribir algunas de las páginas más hermosas que se han escrito sobre el sentido del sufrimiento y sobre el modo cristiano de asumirlo. Se trata del capítulo quinto de la obra de San Alfonso María de Ligorio “Práctica del amor a Jesucristo”. El Santo escribió este tratado en medio de grandes dolores, pues a comienzos del año 1768 la enfermedad de la artritis que le venía martirizando desde hacía tiempo, se estableció en las vértebras del cuello, doblándole de tal manera la cabeza que el hueso de la barbilla se le quedó clavado en el pecho, abriéndole una llaga profunda y dolorosa. Tenía 78 años. En medio de sus padecimientos escribió estas páginas que son fruto de su amor y de su experiencia dolorosa.

Es esta tierra lugar de merecimientos, y por lo mismo lugar de padecimientos. Nuestra patria es el paraíso, donde el Señor nos tiene deparado descanso y felicidad perdurable. Poco es el tiempo que en este destierro hemos de pasar; mas en este corto tiempo nos vemos cercados de innumerables penalidades.

El hombre nacido de mujer –dice Job– vive corto tiempo, y está atestado de miserias (Job 14,1). Todos por necesidad tenemos que padecer en este mundo; ya seamos justos, o ya pecadores, no podemos menos de cargar con la cruz. Quien la lleva con paciencia se salva; y por el contrario, quien la lleva con impaciencia, se pierde. “Las mismas aflicciones –dice San Agustín– a unos los conducen a la gloria, y a otros los conducen al infierno”. En el crisol de la tribulación –dice el mismo santo Doctor– se divide la paja del grano; en la Iglesia de Dios, el que en las tribulaciones se humilla y se sujeta a la voluntad de Dios es el grano destinado para el cielo; mas el que se ensoberbece y se irrita, alejándose de esta suerte de Dios, es la paja que arderá en el infierno.

En el gran día de las cuentas, cuando se ha de someter a juicio el negocio de nuestra salvación, menester será, para obtener la sentencia feliz de los predestinados que nuestra vida se halle en un todo conforme con la vida de Jesucristo. Porque todos aquellos que Dios desde toda la eternidad escogió para su gloria, determinó que fuesen conformes a la imagen de su unigénito Hijo (Rom 8,29). Que éste fue el intento que el Verbo eterno se propuso al venir al mundo: darnos ejemplo con su vida y enseñarnos a llevar con paciencia las cruces que Dios nos manda. Cristo padeció por vosotros –escribe San Pedro– dejándoos ejemplo, para que sigamos sus huellas (1P 2,21). Para esforzarnos al combate quiso Él padecer; y ¡oh cielos! ¿quién no sabe que la vida de Cristo fue vida de ignominias y de penas? Llámale Isaías: El despreciado, varón de dolores (Is 53,3). Y en efecto, los días de Jesús no fueron otra cosa más que un tejido de trabajos y amarguras.

Pues bien, así como Dios ha tratado de esta suerte a su amado Hijo, de la misma tratará al alma que Él ama, y admite por hija suya. El Señor –dice San Pablo– a quien ama, castiga, y azota a todo aquel que recibe por hijo (Hb 12,6). Que por eso dijo un día a Santa Teresa: “Cree, hija, que a quien mi Padre más ama, da mayores cruces”. Y, por lo mismo, la Santa, cuando se veía tan apretada de tantos sufrimientos, decía que no los cambiaría ni por todos los tesoros del mundo. Apareciéndose después de su muerte a una de sus religiosas, le reveló que gozaba en el Cielo de gran gloria, fruto, no tanto de sus buenas obras, cuanto de los padecimientos que en vida sufrió con serenidad de ánimo por amor de Dios; y si algún deseo pudiera tener de tornar al mundo, el único sería el poder sufrir alguna cosa por Dios.

Quien padece amando a Dios, dobla la ganancia para el Cielo. Era sentencia de San Vicente de Paúl que el no penar en esta tierra debe reputarse como grande desgracia. Y añadía que una Congregación o persona que no padece y es de todo el mundo aplaudida y celebrada, está ya al borde del precipicio. Por esto el día que San Francisco de Asís lo pasaba sin algún sufrimiento por Cristo, temía que Dios le hubiera dejado de su mano. Cuando el Señor concede a alguno la merced de padecer por Él, le da mayor gracia, en sentir de San Juan Crisóstomo, que si le concediera el poder de resucitar a los muertos; porque en esto de obrar milagros, el hombre se hace deudor de Dios; pero en el padecer, se hace Dios deudor del hombre. Y además, añade, que el que pasa algún sufrimiento por Cristo, aunque otro favor no recibiera, que el de padecer por Dios, a quien ama, eso sería para ella la más hermosa recompensa. Y concluye que en mayor estima tenía la gracia hecha a San Pablo de ser encarcelado por Jesucristo, que la de haber sido arrebatado al tercer cielo.

La paciencia perfecciona las obras (St 1,4); que es como si dijera que no hay cosa que más agrade a Dios que el contemplar a un alma que con paciencia e igualdad de ánimo lleva cuantas cruces le manda; que esto es obra del amor: hacerse el amante una misma cosa con el amado. “Todas las llagas del Redentor –decía San Francisco de Sales– son como bocas que están abiertas para enseñarnos cómo hemos de padecer trabajos por Él. Padecer con constancia con Cristo, ésta es la ciencia de los santos y atajo seguro por donde pronto llegaremos a la santidad”. Quien ama a Jesucristo desea ser como Él: pobre, despreciado y humillado. Vio San Juan a los bienaventurados vestidos todos con blancas vestiduras y con palmas en las manos (Ap 7,9). La palma es emblema del martirio; mas no habiendo padecido martirio todos los santos, ¿cómo es que todos llevan palmas en las manos? Da la respuesta San Gregorio, diciendo que todos los santos han sido mártires, o a manos del verdugo o sufridos por la paciencia; de suerte –añade el Santo– que “nosotros sin hierro podemos ser mártires, con tal que nuestra alma con brío varonil se ejercite en la paciencia”.

En el amar y sufrir consiste el merecimiento de un alma que ama a Jesucristo; esto precisamente fue lo que el Señor dijo a Santa Teresa: “¿Piensas, hija, que está el merecer en el gozar? No está sino en obrar, y en padecer y en amar... Y ves mi vida toda llena de padecer... Cree, hija, que a quien mi Padre más ama, da mayores trabajos, y a éstos responde el amor... Mira estas llagas, que nunca llegarán hasta este punto tus dolores”. “Pues creer que admite Dios a su amistad estrecha gente blanda y sin trabajos es disparate”. La Santa, hablando de sí, añade en otro lugar para nuestro consuelo: “Mas ello era bien pagado, que casi siempre eran después en gran abundancia las mercedes”.

Apareciéndose cierto día Nuestro Señor a la bienaventurada Bautista Varani le dijo que “eran tres los favores de mayor precio que Él sabía hacer a sus almas amantes: el primero es no pecar; el segundo, el obrar el bien, y esto es ya de más subido valor; y el tercero, que es favor acabado y perfecto, padecer por amor de Él”. Conforme a esto decía Santa Teresa “que el Señor, en recompensa de una obra emprendida por honra y gloria suya, acaba por enviar algún padecimiento. Que por esto los santos, en pago de los trabajos que Dios les mandaba, le devolvían mil acciones de gracias”. San Luis, rey de Francia, hablando de su esclavitud entre los turcos, decía: “Me gozo y doy gracias a Dios, más por la paciencia que entre prisiones me ha concedido que si tuviera el mando y señorío de todo el universo”. Y Santa Isabel, reina de Hungría, cuando a la muerte de su esposo fue expulsada con su hijo de su Reino, abandonada de todo el mundo, entró en una iglesia de Franciscanos e hizo cantar en ella un Te Deum en acción de gracias por el singular favor que Dios le otorgaba, hallándola digna de padecer por su amor.

Decía San José de Calasanz que “para ganar el Cielo todo sufrimiento es pequeño”. Ya antes lo había dicho el Apóstol San Pablo: Todas las penas de este mundo no son de comparar con la bienaventuranza eterna que se ha de manifestar en nosotros (Rom 8,18). Cabal y cumplida sería nuestra felicidad si pudiéramos sufrir toda nuestra vida las torturas de los mártires, con tal de gozar, aunque no fuera más que un momento, de la gloria del paraíso; entonces, ¿con cuánta mayor razón debemos abrazarnos con nuestra cruz, sabiendo que los sufrimientos de esta nuestra corta vida nos han de conquistar eterna bienaventuranza? La tribulación tan breve y tan liviana de esta vida nos produce el eterno peso de una sublime e incomparable gloria, dice San Pablo (2Co 4,17). Cuando a San Agapito, joven de poca edad, el tirano le amenazó con apretarle sobre las sienes un yelmo hecho fuego, respondió: “¿Y qué mayor fortuna me puede tocar en suerte que perder acá mi cabeza para verla después coronada en el paraíso?”. Y embebido San Francisco de Asís en estos pensamientos exclamaba: “Tan grande es el bien que espero, que toda pena se me torna en gozo”. El que quiera corona en el Cielo, fuerza es que pase por tentaciones y dolores; y si con Cristo padecemos, reinaremos también con Él (2Tim 2,12). No hay premio sin mérito, ni hay mérito sin el ejercicio de la paciencia, según dice San Pablo: No será coronado sino el que varonilmente peleare (2Tim 2,5). Y al que con paciencia combatiere, le ha de corresponder mayor corona.

Es de lamentar que cuando se trata de bienes temporales de este mundo, procuran sus amadores recoger cuanto más pueden; pero cuando se trata de los bienes eternos, se les oye decir: “Me basta con un rinconcito en el paraíso”. No hablaron así los santos; ellos en este mundo se contentaban con cualquier cosa, y aun se desnudaban totalmente de los bienes terrenos; pero tratándose de los eternos, se esforzaban en ganar los más que podían. Pregunto: ¿en quién está la sabiduría?, ¿en quién la verdadera ciencia?

Y hablando de esta vida, es cosa cierta que quien con más paciencia sufre, goza también de más tranquila paz. “Tened entendido –decía San Felipe Neri– que en este mundo no hay purgatorio, sino paraíso o infierno: el atribulado que lo lleva todo con paciencia, goza de un paraíso anticipado; y el que no sufre con paciencia, tiene un infierno anticipado”. tratando de esto decía Santa Teresa: “Para el que abraza la cruz que Dios le envía, es suave de llevar, y no le cansa”. Estando San Francisco de Sales durante algún tiempo asediado de toda clase de tribulaciones, dijo: “Desde hace algún tiempo las adversidades y secretas contradicciones que experimento me han comunicado una paz tan suave que no tiene igual, y son presagio de la próxima y estable unión de mi alma con Dios, la cual en toda verdad es la única ambición y el único anhelo de mi corazón”. Verdad es de todos conocida que no hay paz para el que lleva una vida desordenada; y sólo gozará cumplido gozo aquel que vive unido con Dios y sometido a su santa voluntad. Asistía cierto día un misionero de las Indias a un hombre condenado a muerte. Hallábase ya éste en el estrado de la ejecución, cuando llamó al Padre y le dijo: “Sabed, Padre, que yo fui de vuestra Orden; mientras observé con fidelidad las Reglas, llevé una vida sin mezcla de amargura; pero cuando comencé a relajarme, en el mismo momento sentí pena y sufrimiento en todo, de tal manera que abandonando la vida religiosa, me entregué a mis desenfrenadas pasiones, que me han arrastrado a este final desventurado en que me veis. Os digo esto –añadió– para que mi ejemplo sirva a otros de escarmiento”. El Venerable Padre Luis de la Puente decía: “si quieres vivir en perpetua y tranquila paz, toma lo dulce de esta vida por amargo, y lo amargo por dulce”. Así es en verdad; porque las dulzuras, aunque suaves al paladar, dejan tras sí amarguras y remordimiento de la conciencia por la complacencia desordenada que en ellas se tiene; mientras que los trabajos aceptados de la mano de Dios con resignación, se tornan dulces, y los ama el alma que está enamorada de Él.

Persuadámonos, pues, que en este valle de lágrimas no es posible que goce verdadera paz de corazón sino el que sobrelleva los padecimientos y se abraza gustoso a ellos por agradar a Dios; que tal es la herencia y estado de corrupción, que nos legó el pecado original. La condición de los justos sobre la tierra es padecer amando; mientras que la de los santos en el paraíso es gozar amando. Cierto día, el Padre Séñeri el joven, aconsejó a una de sus penitentes, para animarla a padecer, que a los pies del Crucifijo escribiese estas palabras: Así se ama. No es tanto el padecer, cuanto la voluntad de padecer por amor de Cristo, lo que constituye la señal más cierta de que un alma ama al Señor. “Y ¿qué más ganancia –decía Santa Teresa– que tener algún testimonio de que agradamos a Dios?”. Pero ¡ay!, que la mayor parte de los hombres desfallecen con solo oír el nombre de cruz, de humillación y dolores; sin embargo, todavía hay almas que ponen todas sus delicias en padecer, y andan como inconsolables cuando les faltan afrentas y penas. “La presencia de Jesús crucificado –decía un alma devota– me vuelve la cruz tan amable, que creo que sin sufrir no podría gozar felicidad cumplida; todo lo suple en mí el amor de Jesucristo”. Este es el consejo que Cristo da a quien desea seguir sus pasos: que tome su cruz y vaya en pos de Él. Lleve su cruz cada día, y sígame (Lc 9,23). Preciso es tomarla, empero, y llevarla, no por fuerza y a despecho, sino con humildad, paciencia y amor.

¡Oh, cuán agradable es y acepto a Dios el que, con humildad y paciencia, acepta las cruces que le envía! Decía San Ignacio de Loyola que no hay leña tan a propósito para encender y conservar el fuego del amor de Dios, como el madero de la Cruz; quiere decir: amar a Dios entre los sufrimientos. Preguntando cierto día al Señor, Santa Gertrudis, qué cosa podía ofrecerle que le fuese más acepta y agradable, el Señor le dijo: Mira, hija, no hay cosa que yo reciba con más gusto, que sufrir con tranquilidad de ánimo todas las tribulaciones que te salen al paso. Por aquí vino a decir la fidelísima sierva de Dios, Sor Victoria Angelini, que pasar no más que un día clavada con Cristo en la Cruz, tiene más mérito que andar cien años ocupado en otros ejercicios espirituales. Semejante a ésta es la sentencia de San Juan de Ávila: “Más vale –decía– un gracias a Dios o un bendito sea Dios en las adversidades, que seis mil gracias en bendiciones y prosperidades”. Y con todo, ¡los hombres ignoran todavía el valor de la Cruz llevada por Cristo! “Si esto entendieran –dice Santa Angela de Foligno–, los padecimientos serían objeto de rapiña; que es como decir que unos a otros se robarían las ocasiones de padecer”. Y Santa María Magdalena de Pazzis, que había gustado las dulzuras de la cruz, deseaba que Dios le alargase la vida, más bien que morir e irse al Cielo; porque –decía– en el paraíso no se puede padecer.

Todos los deseos de un alma que ama a Dios no son otros que unirse a Él por entero; mas para llegar a esta perfecta unión, veamos los consejos que nos da Santa Catalina de Génova. “Es imposible –dice– llegar a la unión con Dios sin la adversidad; porque en este crisol es donde destruye Dios todos los desordenados movimientos de nuestra alma y de nuestros sentidos. Y por esto, injurias, menosprecios, enfermedad, pérdida de parientes y amigos, humillaciones, tentaciones y otros mil géneros de penalidades nos son absolutamente necesarias, para que, batallando y yendo de victoria en victoria, consigamos extinguir en nosotros las perversas inclinaciones y no las sintamos más. Postradas ya, y vencidas, debemos procurar alcanzar, no sólo que el padecer pierda su aspereza, sino que nos sean sabrosos y deleitables los sufrimientos; sólo por aquí llegaremos a la unión con Dios”.

De donde resulta que el alma que ama a Dios con perfección, “antes busca lo desabrido, como dice San Juan de la Cruz, que lo sabroso; y más se inclina al padecer, que al consuelo..., y a las sequedades y aflicciones, que a las dulces comunicaciones, andando con avidez en busca de todo linaje de voluntarias mortificaciones; y abrazándose con mayor amor con las involuntarias, que éstas son las que Dios más estima”. Ya lo tenía dicho Salomón: Que mejor es el varón paciente que el fuerte; y el que es señor de su ánimo, que el que conquista y gana ciudades (Prov 16,32). Cierto es que mucho complace a Dios el que crucifica su carne con ayunos, cilicios y disciplinas, porque mortificándose da pruebas de varonil entereza; pero mucho más agradable es a Dios holgarse en los trabajos y sufrir con paciencia las cruces que Él nos manda. Decía San Francisco de Sales: “Las tribulaciones que nos vienen de la mano de Dios o de los hombres por beneplácito de Dios, son siempre más preciosas que las que son hijas de nuestra propia voluntad; porque es ley general que, donde menos lugar tiene nuestra voluntad, más contento hay para Dios y provecho para nuestras almas”. Y ya antes, Santa Teresa nos había dado el mismo documento, cuando dijo: “En un día podrá ganar más delante de su Majestad, de mercedes y favores perpetuos, que pudiera ser que ganara él en diez años en cruces que quisiera tomar por sí”.

Y por eso Santa María Magdalena de Pazzis exclamaba generosamente: “No hay tormento en el mundo, por penoso que sea, que no soportara yo con alegría, pensando que me vienen de la mano de Dios”. Y así fue, porque en los padecimientos no pequeños que durante cinco años padeció la Santa, bastaba traerle a la memoria que tal era la voluntad de Dios, para devolverle la paz y tranquilidad. ¡Ah!, que para conquistar a Dios, tesoro inestimable, todo es de poco o de ningún valor. “Cueste Dios lo que costare –decía el P. Hipólito Durazzo–, jamás nos costará muy caro”.

Roguemos, pues, al Señor, que nos halle dignos de amarle; que si perfectamente le amamos, humo y no más que lodo nos parecerán los bienes de este mundo; y las ignominias y los padecimientos se convertirán en suavísimos deleites. Hablando San Juan Crisóstomo de un alma que totalmente se ha entregado a Dios, dice así: “Cuando uno ha llegado al perfecto amor de Dios, vive como si estuviese solo sobre la tierra; no se cuida más de la gloria o de las ignominias; desprecia las tentaciones y los sufrimientos, y pierde el gusto y apetito de las cosas terrenas. No encontrando ya ayuda ni reposo en cosas de mundo, corre sin tregua ni descanso tras el Amado sin que haya estorbo que la detenga, porque ya trabaje, ya coma; ya duerma, ya esté en vela, en todo lo que hace y en todo lo que dice y piensa, su anhelo único es hallar al Amado; porque allí tiene cada cual su corazón, donde tiene su tesoro”.

A UN ENFERMO


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P. Marcos Pizzariello

Quienquiera que fueres:

Cuando tengas un momento de sosiego, considera el siguiente decálogo del enfermo.

1. Tu salud y tu enfermedad están en las manos de Dios. Y esas manos son buenas, seguras, fuertes, sabias. Confia.

2. La trama y la urdimbre de tu vida no dependen únicamente de tu libertad, ni de tu dinero, de tus médicos. También dependen de Dios.

3. Reconoce que tu vida es un misterio. No olvides que si Dios es incomprensible, también lo eres tú, porque al depender esencialmente de Él, participas de su misterio. El revés de un tapiz artístico, aparece absurdo, por lo que al arte atañe. Así es tu vida: un paño artístico visto al revés. En la eternidad verás la razón de todo ello. Ahora cree.

4. El sufrimiento desempeña un papel providencial en la vida del cristiano:

–es fuente de gracias;

–es purificación;

–es elevación;

–es maduración. Reflexiona.

5. Advierte que no cualquier sufrimiento tiene estas cualidades. Es necesario sobrellevarlo con Cristo y por Cristo.

6. Jamás resolverás bien el problema del dolor si lo planteas mal. Jamás plantearás bien el problema del dolor si prescindes de estos dos factores: amor de Dios al hombre y libertad humana.

7. Jamás comprenderás cabalmente el amor que Dios te profesa, porque tú eres un misterio viviente de ese amor. La fe y sólo la fe puede, en parte, descorrer ese velo.

8. Jamás entenderás nada de lo humano, si olvidas que Cristo crucificado y resucitado, es la única solución de todos los problemas que se le presentan al hombre.

9. Ten presente que la felicidad no es algo que cae del cielo, como la lluvia. No es algo que surge de una fuente, fuera de nosotros mismos. Llevamos la felicidad en nosotros, al igual que un germen puesto por Dios y del cual somos responsables. La felicidad estriba en la paz interior.

10. La paz interior es la floración de la buena conciencia. Medita.

BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS

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Cuando el ángel se apareció a la Virgen para anunciarle que iba a ser Madre de Jesús, también le dijo que su prima Isabel estaba esperando un hijo: Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios (Lc 1,36-37). Isabel era ya anciana, por eso la Virgen, apenas oyó lo que el ángel le dijo, se puso en camino para ayudarla: María se levantó y se fue con prontitud...; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa (Lc 1,39-40.56).

Hermoso es el ejemplo que nos da la Virgen: el ángel no le manda que vaya a casa de Isabel; éste era un viaje largo y pesado para aquellos tiempos, pues había que hacerlo en asno, aprovechando alguna de las caravanas que pasaban por aquellos lugares. Exigía mucho sacrificio. Pero María no duda ni necesita que le digan nada; su corazón es generoso y propenso a las obras de misericordia.

En esto María es modelo de todos los cristianos. Jesucristo nos ha enseñado que seremos juzgados por nuestras obras de misericordia: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”. Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”. Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis”. Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Y Él entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna (Mt 25,31-46).

¿Qué cosa hay tan hermosa a los ojos de Dios y de los hombres como la misericordia? Por eso tantas veces Dios la recomienda a los hombres: Prefiero la misericordia al sacrificio (Os 6,6); Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso (Lc 6,36); Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7).

¿Cuáles son esas obras de misericordia? Si bien son muchas, la tradición las ha agrupado en siete obras corporales y siete espirituales.

Las obras de misericordia corporal son:

–Dar de comer al hambriento.
–Dar de beber al sediento.
–Vestir al desnudo.
–Dar posada al peregrino.
–Visitar al enfermo.
–Redimir al cautivo.
–Enterrar a los muertos.

Las obras de misericordia espiritual son:

–Rogar a Dios por vivos y difuntos.
–Enseñar al que no sabe.
–Dar buen consejo al que lo necesita.
–Consolar al triste.
–Corregir al que yerra.
–Perdonar las injurias.
–Sufrir con paciencia las flaquezas de nuestros prójimos.

¿Qué es la misericordia? Es una especie de compasión del corazón ante la miseria del prójimo que nos mueve e impulsa a ayudarlo si es posible. Observemos tres cosas importantes: es algo interior, es provocada por la miseria, y nos mueve a obrar.

1) Es algo interior, es decir, del alma. No es sólo algo sensible, y muchas veces no tiene nada de sensible. No es sentir lástima sino dolor del alma. Como Jesucristo: sintió compasión porque eran como ovejas sin pastor (Mt 9,36).

2) Es provocada por la miseria del prójimo. ¿Qué miseria? Toda miseria: tanto corporal como espiritual. Los males del prójimo son muchos. Hay males físicos como el hambre, la pobreza, la sed, la desnudez, la enfermedad; hay males psicológicos como la tristeza, la soledad, la incomprensión, la desorientación, el no encontrarle sentido a la vida; y sobre todo hay males espirituales cuales son el error y el pecado. Estos últimos son los más graves; ciertamente que hay males muy duros como la pobreza o la soledad; pero el pecado es el mal más grande, y por eso quien más necesita de nuestra ayuda es el hombre pecador.

3) Nos impulsa a ayudar a los necesitados. ¿De qué modo? Remediando sus necesidades físicas, su soledad, su tristeza; y especialmente, tratándose de pecadores, ayudándolos a que se conviertan y salgan de su pecado. La Virgen en Fátima dijo que el pecado es el mal más grande que azota el mundo; y mostrando su corazón coronado de espinas pidió que los hombres no ofendieran más a su Hijo.

Practiquemos todas las obras de misericordia que podamos; porque la misericordia borra nuestros pecados. Por eso dice el Apóstol Santiago: El que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de sus pecados (St 5,20).

Hermosamente recomendaba esta virtud el santo Tobit en el testamento que da a su hijo: Llamó, pues, Tobit a su hijo, que se presentó ante él. Tobit le dijo: «Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza por ningún motivo. Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando te llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltala junto a mí, en el mismo sepulcro. Acuérdate, hijo, del Señor todos los días y no quieras pecar ni transgredir sus mandamientos; practica la justicia todos los días de tu vida y no andes por caminos de injusticia, pues si te portas según verdad, tendrás éxito en todas tus cosas, como todos los que practican la justicia. Haz limosna con tus bienes; y al hacerlo, que tu ojo no tenga rencilla. No vuelvas la cara ante ningún pobre y Dios no apartará de ti su cara. Regula tu limosna según la abundancia de tus bienes. Si tienes poco, da conforme a ese poco, pero nunca temas dar limosna, porque así te atesoras una buena reserva para el día de la necesidad. Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas. Don valioso es la limosna para cuantos la practican en presencia del Altísimo... Da de tu pan al hambriento y de tus vestidos al desnudo. Haz limosna de todo cuanto te sobra; y no tenga rencilla tu ojo cuando hagas limosna» (Tb 4,3-11.16).

¡Cuántos ejemplos de misericordia nos han dado los santos! Pensemos en San Martín de Tours dividiendo su capa con el pobre desnudo, San Juan de Dios cargando en sus brazos al mendigo llagado, Damián de Veuster dedicando su vida a los leprosos y muriendo él mismo como uno de ellos, Santa Catalina de Siena lavando las llagas de aquella mujer que la maldecía, el beato Luis Orione y San José Benito Cottolengo consagrando sus vidas a cuidar a los rechazados del mundo... Y sobre todo, la Virgen Santísima perdonando a los que crucificaban a su Hijo único y amado; como le escribió Dante: En ti misericordia, en ti piedad. Volvamos nuestros ojos hacia Ella y pidamos imitar su misericordia y su corazón pronto para socorrer al necesitado, para llevar la gracia de Dios a todos los corazones. Pidamos un corazón misericordioso, como se hace en aquella hermosa oración:

Deseo transformarme en tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este atributo, el más grande de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón y de mi alma al prójimo.

Ayúdame Señor, a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás sospeche o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.

Ayúdame Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos.

Ayúdame Señor, a que mis manossean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles y penosas.

Ayúdame Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.

Ayúdame Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincero incluso con aquellos que sé que abusarán de mi bondad. Y yo mismo me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí.

Jesús mío, transfórmame en Ti porque Tú lo puedes todo.

ORACIÓN PARA CUANDO ME TOQUE SUFRIR

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(San Agustín)

Gracias te doy, Señor,
por los golpes con que azotas mis espaldas;
porque con este castigo
me has salvado de la ruina;
–me castigas,
porque no quieres que queden impunes mis pecados;
y con ello me das una gran lección.

Por eso me someto humildemente
a los golpes de tu látigo;
y te bendigo por la amargura que mezclas
con la dulzura de la vida temporal,
para que no me apegue a los deleites terrenales
y aspire siempre a las delicias eternas.

Tú, Señor, iluminas mis tinieblas
cuando castigas mis pecados con adversidades
y mis perversos deleites con amarguras.

¡Cuán bueno eres, Dios mío!
si en mi vida terrena no pusieras dolor
tal vez me olvidaría completamente de Ti.

Pensaré cuánto has sufrido por mí;
y por pesados que sean mis trabajos,
y grandes mis dolores,
no igualarían jamás a los que Tú padeciste:
insultos, humillación, flagelación,
coronación de espinas,
crucifixión.

Beberé, Señor, este amargo cáliz
para recobrar la salud de mi alma;
lo beberé sin temblar, porque para animarme
lo has bebido Tú primero.

Beberé este cáliz
hasta que pase toda la amargura de este mundo
y llegue a la otra vida
en la que no habrá más maldad ni dolor.
Amén.

Cuando muere una persona, ¿hay que rezar el rosario nueve días y ponerle un vaso con agua?


Pregunta:

Me dirigo a Usted con todo respeto y confiianza, tengo una inquietud o duda y me gustaria me pudiera ayudar a aclararla. Cuando fallece una persona, ¿cuál es el motivo o por qué se le debe de rezar del novenario del rosario? Y además, mientras se reza éste novenario ¿cuál es el significado de ponerle una vela o veladora encendida durante todos estos nueve días y también un vaso con agua?

Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, IVE

El rezo del Rosario es una oración muy eficaz, y recomendada por la Iglesia (por ejemplo, puede leer la Carta Apostólica del Siervo de Dios Juan Pablo II, 'Rosarium Virginis Mariae'), y como tal, es una gran ayuda a las almas que están en el Purgatorio. El Papa Benedicto XVI, en la reciente Carta Encíclica 'Spe Salvi', recuerda la doctrina sobre por qué debemos ofrecer sufragios por los difuntos:

'Sobre este punto hay que mencionar aún un aspecto, porque es importante para la praxis de la esperanza cristiana. El judaísmo antiguo piensa también que se puede ayudar a los difuntos en su condición intermedia por medio de la oración (cf. por ejemplo 2 Mc 12,38-45: siglo I a. C.). La respectiva praxis ha sido adoptada por los cristianos con mucha naturalidad y es común tanto en la Iglesia oriental como en la occidental. El Oriente no conoce un sufrimiento purificador y expiatorio de las almas en el « más allá », pero conoce ciertamente diversos grados de bienaventuranza, como también de padecimiento en la condición intermedia. Sin embargo, se puede dar a las almas de los difuntos « consuelo y alivio » por medio de la Eucaristía, la oración y la limosna. Que el amor pueda llegar hasta el más allá, que sea posible un recíproco dar y recibir, en el que estamos unidos unos con otros con vínculos de afecto más allá del confín de la muerte, ha sido una convicción fundamental del cristianismo de todos los siglos y sigue siendo también hoy una experiencia consoladora. ¿Quién no siente la necesidad de hacer llegar a los propios seres queridos que ya se fueron un signo de bondad, de gratitud o también de petición de perdón? Ahora nos podríamos hacer una pregunta más: si el « purgatorio » es simplemente el ser purificado mediante el fuego en el encuentro con el Señor, Juez y Salvador, ¿cómo puede intervenir una tercera persona, por más que sea cercana a la otra? Cuando planteamos una cuestión similar, deberíamos darnos cuenta que ningún ser humano es una mónada cerrada en sí misma. Nuestras existencias están en profunda comunión entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o hago. Y viceversa, mi vida entra en la vida de los demás, tanto en el bien como en el mal. Así, mi intercesión en modo alguno es algo ajeno para el otro, algo externo, ni siquiera después de la muerte. En el entramado del ser, mi gratitud para con él, mi oración por él, puede significar una pequeña etapa de su purificación. Y con esto no es necesario convertir el tiempo terrenal en el tiempo de Dios: en la comunión de las almas queda superado el simple tiempo terrenal. Nunca es demasiado tarde para tocar el corazón del otro y nunca es inútil. Así se aclara aún más un elemento importante del concepto cristiano de esperanza. Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza también para mí.40 Como cristianos, nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el máximo también por mi salvación personal.' (Benedicto XVI, Enc. Spe salvi, n. 48)

El uso de velas en la liturgia y las devociones privadas es muy antiguo y tiene muchas aplicaciones; puede representar nuestras oraciones, nuestra devoción, nuestra intención de 'velar' es decir, de mantenernos despiertos y atentos en la oración para alcanzar lo que pedimos a Dios. Pero también pueden ser utilizadas con sentido supersticioso, como si se creyese que las velas, o un número determinado de velas, o alguna práctica por el estilo, pueden alcanzar, por sí mismas, de modo 'mágico', lo que pretendemos. Lo mismo se diga de esa práctica a la que usted alude, de poner un vaso de agua. Desconozco su origen y el sentido que le dan quienes así obran. Puede ser algo análogo a lasantiguas prácticas paganas, usadas más tarde por algunos cristianos, por las que se dejaba a los difuntos comida y bebida, como un modo de estar unidos a ellos en un mismo banquete. Si se piensa que el difunto necesita ese agua, sería un pensamiento supersticioso. Tal vez la práctica venga del uso del agua bendita, usada como un sacramental; en tal sentido estaría bien, mientras se entienda cuál es el sentido.

Wednesday, September 28, 2011

EL AMOR: Un camino por excelencia

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Revisemos bíblicamente este maravilloso concepto que tiene poder eficaz para cambiar la vida del ser humano en abundancia de justicia, paz y prosperidad.

1Juan 4:16 "Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor. Y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él".

En esta lectura podemos comprender que el origen del amor es Dios, por tanto todo aquel que se declare ser practicante del amor es porque permanece en Dios y Dios en él.

Esta permanencia de Dios sobre el hombre reposa en el corazón; por lo cual, para poder amar verdaderamente, necesitamos ser llenos de este amor.

¿cómo se adquiere?, leamos:
Romanos 5:5 "...porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado".

Es entonces el Espíritu Santo el que puede dotar de amor al ser humano y transformarlo en lo más preciado: 

Isaías 13:12 "Haré al ser humano más preciado que el oro fino, y al hombre más que el oro de Ofir"

Para entender más, revisemos la siguiente lectura:
Ezequiel 36:25-27 "Entonces esparciré sobre vosotros agua pura, y seréis purificados de todas vuestras impurezas...Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros...Pondré mi Espíritu dentro de vosotros y haré que andéis según mis leyes, que guardéis mis decretos y los pongáis por obra".

Esta cita bíblica, nos amplía más la comprensión de cómo obra el amor de Dios cuando se derrama sobre nosotros: Nos hace un nuevo hombre dispuesto a caminar en sus sagradas leyes que se derivan del Decálogo Universal (Los Diez Mandamientos), enseñándonos a interactuar en armonía con las leyes de su creación. 

Empieza el ser humano a valorarse y valorar correctamente su entorno buscando siempre una actuación sostenible (Deuteronomio 4:40 "Guarda sus leyes y sus mandamientos que yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y para que prolongues los días sobre la tierra que Yahve tu Dios te da para siempre").

Definiéndose así lo que es el amor, y que se reafirma textualmente en:
2Juan 6 "Y este es el amor: que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento que habéis de andar, como habéis oído desde el principio

¿Y que fue oído desde el principio?, leamos la respuesta:
1 Juan 2:7 "Amados, no os escribo un mandamiento nuevo sino el mandamiento antiguo que teníais desde el principio. El mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído".

Por tanto, la práctica de los mandamientos  dados por Dios con la virtud del Espíritu Santo es la manifestación del amor.

Efesios 3:19 "Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que así estén completamente llenos de Dios".

Efesios 3:17,18 "...Así ustedes, firmes y con raíces profundas en el amor, podrán comprender con todos los creyentes cuan ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo".

2 Tesalonicenses 3:5 "¡El Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia de Cristo!"

Efesios 4:15,16 "sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo. De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todos los ligamentos, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor".

Es un mensaje muy hermoso y profundo, en el que Dios nos invita a crecer en toda nuestra capacidad y habilidad que el nos da a cada uno en forma diferente pero que se complementan para fortalecer la Obra Magnífica de nuestro Bendito Dios Yahve, cuyo nombre fue, es y será eminentemente glorioso sobre toda gloria. Amén. El cuerpo de Cristo, que es la iglesia del Señor tiene que estar bien concertado y entrelazado, esta cohesión es muy imprescindible para crecer edificados en ese amor sólido que nos enseña Dios a través de sus dichos y hechos que dan testimonio continuo por la eternidad. 1 Juan 4:7 "Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Y todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor".

De todo lo que venimos estudiando, observamos como esta palabra "amor" implica una relación armoniosa con Dios y nuestro prójimo, por lo que la falta de práctica en uno de ellos conlleva a una falsa visión de lo que es el amor y vivir dentro de lo que bíblicamente sería "amor fingido", veamos:

Mateo 22:37-40 "Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y Los Profetas"

Romanos 12:9 "El amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndonos a lo bueno" El amor verdadero se fundamenta en lo bueno, que es: "De manera que la ley ciertamente es santa; y el mandamiento es santo, justo y bueno"

El desconocimiento de Dios, repercute en la desvalorización de la Ley de Dios, y por tanto en el establecimiento de una forma de vida superficial que solamente genera consecuencias desagradables que que hoy por hoy se vive en la actualidad.

Salmos 14:1 "Dijo el necio en su corazón: ‘No hay Dios’. Se han corrompido; han hecho cosas abominables. No hay quien haga el bien".

La forma de vida sin Dios conlleva a la corrupción, a la violencia, la maldad, terminando en lo que terminará peor que Sodoma y Gomorra, confundiendo la libertad con libertinaje.

Gracias a este amor que nos define e instruye El Omnipotente, vivimos dentro de la Libertad, la cual no daña a nadie:

Santiago 1:25 "Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y que persevera en ella, sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace"

1Corintios 13:8 "El amor jamás dejará de existir. Un día los hombres dejarán de profetizar, y ya no hablarán en lenguas, ni serán necesarios los conocimientos".

Judas 1:21 "conservaos en el amor de Dios, aguardando con esperanza la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna"

Perdonar...

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Perdonar no significa olvidar o negar las cosas dolorosas ocurridas como si no hubiesen ocurido. Perdonar es la poderosa afirmacion de que las cosas malas no arruinarán nuestro presente, aun cuando hayan arruinado nuestro pasado, porque el perdón verdadero sana toda herida. El Dr. norteamericano, Robert Enright, afirmó que las personas que han sido profunda e injustamente heridas pueden sanar emocionalmente perdonando a su ofensor. Henry Lacordaire dijo: ¿Quieres ser feliz un instante? ”Véngate” ¿Quieres ser feliz toda la vida? ”Perdona” El camino para aprender a amar es “Perdonando”, quien desea crecer en el amor lo logra amando el perdón. Perdonar es el camino de la liberación y la sanidad del alma, el que auténticamente se libera así mismo es quien perdona, echando fuera de su alma el rencor y la venganza que solamente lo corrompe y lo consume. ¿Quieres saber si eres una persona vil y de malos sentimientos? ¿Quieres saber si Cristo vive en ti? Solo mirate, preguntate, ¿Has perdonado realmente al que te ha herido? Porque si Jesús en la cruz dijo; Padre perdonalos porque no saben lo que hacen. Lucas 23: 34. Si nuestro Señor Jesús perdono a los que lo maltrataron, ¿Quiénes somos nosotros para no perdonar? ¿Somos acaso mejor que Jesucristo? Definitivamente ¡No! ¿Es facíl perdonar? No, no lo es, es por eso que necesitamos a Cristo viviendo en nosotros para poder hacerlo de verdad y de corazón como El lo hizo. El no obedecer en esto a Dios trae serias concecuencias porque el perdonar no es algo obcional es algo que tenemos que hacer, Jesús dice:

Porque si perdonais a los hombres sus ofensas os perdonara también a vosotros vuestro Padre celestial (15) Mas si no perdonais a los hombres sus ofensas tampoco vuestro Padre os perdonara sus ofensas. Mateo 6: 14. 15.

¿Que es perdonar?

El diccionario de la lengua española dice que perdonar es: remitir una deuda u ofensa o renunciar a un derecho.

¿Como es el perdon de la mayoria de las personas?

*Yo perdono pero no olvido: Este un dicho muy usado y a su vez muy prácticado
*El perdón hipocríta:   Es el perdón fingido
*El perdón rencoroso: Es el perdón con falsa apariencia de bondad
*El perdón vengativo: Es el perdón “te perdono pero me la vas a pagar”
*El perdón por interes: Es el perdón “El cual se perdona por sacar un beneficio”

Consecuencias que sufre una persona que no perdona

En la mayoría de los casos, las ofensas producen sentimientos de coraje, de dolor y de resentimiento y en muchas ocasiones el deseo de vengarse del causante del agravio, ultraje o humillación y de cobrar “ojo por ojo” y “diente por diente”. La persona que se niega a perdonar y fomenta el rencor sigue siendo víctima de quien le lastimó en el pasado y aunque mucho se ha hablado del “dulce sabor de la venganza” está comprobado que saber perdonar ofrece mucho más ventajas a largo plazo que cobrar una ofensa.



Los resultados de algunas investigaciones científicas han demostrado que las víctimas que perdonan a sus agresores experimentan una mejoría física y psicológica mayor que aquellas que no lo hacen. Quien se rehúsa a perdonar conserva en sus adentros una carga de sentimientos negativos y esto provoca que el acto de la agresión se prolongue más en el tiempo. No solo el cristianismo proclama los beneficios del perdón; sino que la medicina también sostiene que el rencor, el coraje y el deseo de venganza dañan el cuerpo y el alma, porque provocan y crean emociones negativas en el cerebro que impiden el funcionamiento sereno y equilibrado de una persona. Según las últimas investigaciones científicas, cuando el estado de ánimo se mantiene deseando una revancha o represalia, el cerebro y el cuerpo humano promueven toxinas que actúan sobre el organismo y afectan los sistemas cardiovascular, digestivo y nervioso.

El doctor Frederick Luskin, profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford y fundador del Stanford Forgiveness Project (institución que estudia los efectos del perdón en el ser humano) asegura que perdonar nos libera para vivir a plenitud y con salud de mente, cuerpo y espíritu.

Según los estudios de Luskin (quien también es autor de la obra “Perdona para siempre”) cuando una persona perdona una ofensa eleva su vitalidad, su apetito, sus patrones de sueño y su energía. Lo que disminuye es la ira, el dolor y la depresión, puede reducir también la presión arterial y hacer a las personas más optimistas, energéticas y vitales.

El perdon de Dios

El perdon de Dios hacia el pecador esta basado sobre el sacrificio de Jesús en la cruz. Dios no solo deja de considerar culpables aquellos que tienen su fe en la Sangre de Cristo que limpia todo pecado sino que se olvida de ellos.

¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia (19) El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Miqueas 6: 18. 19.

De Yahve nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar aunque contra El nos hemos revelado Daniel 9: 9.

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (32) Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4: 31. 32.

Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; (13) soportándonos unos a otros, y perdonándonos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Colosenses 3: 12. 13.

Resultados de aprender a perdonar

*Disminución de los niveles de ira y hostilidad.
*Aumento de los sentimientos de amor.
*Mejor habilidad para controlar la ira.
*Incremento en la capacidad de confiar en otros.
*Liberación de los sentimientos asociados a eventos del pasado.
*Ayuda para evitar la repetición de ciertos de patrones negativos.
*Mejoría significativa en los desórdenes de índole psicológico y de la salud en sentido general, beneficia más a quien lo otorga que al que lo recibe.
*Fortalece y solidifica las relaciones tanto familiares como sociales.

Para terminar quiero que medites en estas palabras:

Algunos han sido humillados en público siendo niños, jovenes o adultos

Hay libertad en el perdón

Algunos han sido abusados sexualmente de niños, jovenes o adultos

Hay libertad en el perdón

Algunos han sido matratados por sus padres o empleadores

Hay libertad en el perdón

Algunos han sido abusados física o verbalmente por su esposo o esposa

Hay libertad en el perdón

Algunos han sido traicionados, engañados por sus mejores amigos o familiares

Hay libertad en el perdón

Algunos han sufrido la burla de amigos o familiares por ser obesos, flacos, o cualquier condición física

Hay libertad en el perdón

Perdonar es la ley de Dios a pesar de tener razón y mil justificaciones para no hacerlo, un corazón humilde y entregado a Dios se atreve a pronunciar en lo más profundo de su alma estas palabras; “Perdón” ” Yo te perdono” Perdonar cuando te han ofendido y humillado es cuando se manifiesta la grandeza del Espíritu Santo viviendo en ti. Solo se aprende a perdonar cuando te das cuenta de que a tí se te ha perdonado mucho más.

Friday, September 23, 2011

Testimonio Sanación:



Nombre: Sra. Clarivel Peña
Lugar: Comunidad de Oración Nuestra Señora de la Altagracia
Tipo de Testimonio: Sanación Leucemia, Sanación Hemoglobina, Sanación Enfermedad de la Sangre.

Mi nombre es Clarivel Peña, dominicana y residente en Staten Island, NY. Mi vida siempre ha corrido por fe. En 1984 Dios me da la dicha de ser madre de una hermosa niña, Gloria del Carmen, después de haber perdido 5 embarazos de 4 meses y un niño que nació de 7 meses que también murió. Luego de 6 embarazos, la doctora le había dicho a mi esposo que no iba a tener más niños y vino Gloria del Carmen a dar luz a mi vida.

Cuando la niña tenía 9 meses me diagnostican leucemia. Yo lloré y le pregunté a Dios porqué me dejo tener una hija si la iba a dejar huérfana tan chiquita. Peleé con El; pero luego El me hizo comprender que quería que yo supiera lo que era ser madre antes de morir. Le pedí perdón y le di gracias. Luego fui de nuevo donde el doctor y le pregunté cuánto tiempo me queda de vida. El doctor me dijo que eso sólo Dios lo sabe. Me puse en tratamiento y en lista de espera para un trasplante de medula ósea. El doctor quiso mandarme a la casa, yo le dije: ”si me manda a la casa yo muero más rápido”. Le dije, déjeme seguir trabajando, el día que yo no pueda le dejo saber y entonces usted me manda a la casa.

Yo iba dos veces a la semana al hospital, me hicieron dos transfusiones de sangre. En 1986 me querían hacer otra transfusión, pero yo sentía que mi cuerpo no la necesitaba. Le dije al doctor que no y él me dijo: “el médico soy yo”. Yo le contesté, pero yo no me siento débil y voy a buscar una segunda opinión. El me dijo que estaba en mi derecho. Me fui a Santo Domingo donde una doctora que yo conocía, me hicieron todos los exámenes y me dijo por ahora no necesitaba la transfusión. Vine a NY de nuevo con los papeles traducido en ingles y se los enseñé al doctor. El me dijo que él no estaba de acuerdo, me fui al NYU Hospital y busque otra opinión, siempre con Dios por delante. En NYU me dieron la misma opinión que en Santo Domingo.

Me quedé con el doctor Williams Smith, Dios me envió para allá, a los 6 meses de estar con él, en febrero de 1987 apareció un donante compatible conmigo. Teníamos que viajar a Vermont. Yo no tenía dinero para eso, ni para pagar en el hospital. Sólo dije si Dios hizo que apareciera el donante que era lo más difícil, Dios va hacer que el dinero aparezca. El doctor hizo gestiones y consiguió que AA donara su pasaje y el mío. El del donante, el hospital me lo financió y fui pagando de a poco. El doctor no me cobro por su trabajo. Una amiga que se llama Norma fue conmigo a cuidarme en el hospital porque mi mamá estaba enferma. Sólo había una de mis hermanas aquí, ella tenía que quedarse cuidando a mi gorda (su hija) y a mi mamá.

Luego del transplante, el doctor decía que no había tenido una paciente con tanta fe como yo, tan alegre y que siguiera trabajando. Cada vez que iba donde él yo le decía, Papa Dios me tiene que dejar hasta que mi Gloria se gradué de Kinder. Cuando llegó a Zinder yo le decía, Dios me tiene que dejar que yo vea a mi gorda haciendo su primera comunión. Siempre tenía un motivo para pedirle a Dios y tengo motivo cada día para darle gracias. En 1990 Dios me dio la dicha de mandarme a Mercedes, mi otra hija.

En 1999 tuve una recaída, todos creían que me iba. Me rezaron, vino el padre de la iglesia más cerca a mi casa, Gloria lo buscó. Mi hemoglobina estaba en 2.5, el doctor me preguntaba cómo caminaba en la calle. Así dure 5 meses en la casa, dando viajes al hospital porque no quería internarme para no dejar a mis hijas. Yo decía, Dios mío recuerda que vienen los 16 de Gloria y yo la quiero ver graduarse de bachiller. Dios; tú sabes que ella se merece su fiesta de cumpleaños, porque ella ha sido una buena hija y si yo no estoy en la tierra yo quiero que ella la haga. Un día sentí mi cuerpo posado en la cama, pero yo me sentía flotando en el aire. Le dije a Gloria, llama la ambulancia que me voy, me voy, me voy… Recuerdo que repetía esas palabras. Mi familia venia todas las noches a mi casa, estaban esperando el desenlace. Ya no pensaba en mis hijas sólo en Dios. Cuando me llevaron al hospital tuve una especie de revelación o sueño, "yo estaba acostada vestida de novia, me levanté, me quité el traje blanco, lo puse en la cama, vi una luz brillante, fui detrás de esa luz, sentía que si miraba para atrás me podía quedar, porque atrás sólo había oscuridad. Cuando desperté tenía un doctor a mi lado que me dijo, todavía Dios no te quiere allá, tú tienes que hacer todavía muchas cosas aquí. No se qué doctor era, no le vi el nombre, si recuerdo su cara. Las enfermeras nunca me supieron decir su nombre y como no era mi hospital, se me hizo difícil averiguar.

En septiembre 2005 mi hemoglobina de nuevo bajo a 5. El doctor me mandó por dos meses para la casa y luego subió a 9. Le pedí que por favor me dejara trabajar, que yo me sentía bien. Me dijo, voy a confiar en ti. Luego de eso me sentí débil, pero no fui al doctor.

El mes pasado, en junio, mi hermana Cecilia me había hablado de este grupo de oración por Internet. Un día me recordé y me puse en línea. Cuando estaba el Espíritu Santo presente, el padre dijo hay una persona que tiene leucemia y en este momento el Espíritu Santo la está sanando. Antes de él decir esas palabras, yo sentí un calor por dentro y empecé a llorar sin poder parar. Cuando él dijo eso yo sentí frió, calor y no podía parar de llorar. Fue una experiencia que jamás había sentido. Cuando llamé a mi hermana Cecilia y a mi cuñado Serafín para contarle, mi voz se quebraba de la emoción. Ahora mismo que lo estoy escribiendo, no puedo parar de llorar y de darle gracias a Dios. Fui al doctor, mi hemoglobina está en 13. No me siento nada de esa enfermedad. El doctor me preguntó qué estaba haciendo que mi hemoglobina ha subido tanto. Cada día sube más, me hicieron otros exámenes y todos están bien. Todo gracias al Espíritu Santo.

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA MILAGROSA

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Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios. Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.

Saturday, September 17, 2011

Perdonar: El Primer Paso Hacia la Sanación

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"Perdonar es el camino de la sanación...es el dejar marchar la dureza que se tenía hacia una persona ; soltando todas esas cosas que abrigábamos contra esa persona y soltándola de ese vínculo...perdonar es un proceso que dura toda la vida y se va recibiendo la gracia en cada momento."

Nota: Tomado del libro Sanación Intergeneracional, por el Padre Robert DeGrandis S.S.J. y Linda Schubert.

"La sanación interior total solo puede ocurrir, cuando perdonamos a aquellos que nos han herido, cuando le entregamos por completo al Señor nuestras heridas del pasado. Sea cual sea la experiencia que has tenido, las heridas que hayas sufrido, Jesús quiere curarlas y sanar tu corazón roto. (Ver el Salmo 147:3) Quiere llenar el vacío que hay en tu vida con Su amor. Quiere liberarte de todo cautiverio para que puedas sentirte realizado (a). Después que le hayas pedido a Dios que te libere, después que le hayas orado para que rompa todas las cadenas que te han atado, después que Él haya limpiado todas tus heridas de las cosas que las infectaban, después que hayas perdonado a todos los que te hirieron; estarás listo (a) para pedirle a Jesús que sane tus recuerdos dolorosos. ¡Y la noticia maravillosa, gloriosa, es que Él sanará todas tus heridas!"

Nota: Tomado del libro Forgiveness & Inner Healing, por el Padre Robert DeGrandis S.S.J. y Betty Tapscott.

"El perdón, ciertamente, no surge en el hombre de manera espontánea y natural. Perdonar sinceramente en ocasiones puede resultar heroico. Aquellos que se han quedado sin nada por haber sido despojados de sus propiedades, los prófugos y cuantos han soportado el ultraje de la violencia, no pueden dejar de sentir la tentación del odio y de la venganza. La experiencia liberadora del perdón, aunque llena de dificultades, puede ser vivida también por un corazón herido, gracias al poder curativo del amor, que tiene su primer origen en Dios-Amor. La inmensa alegría del perdón, ofrecido y acogido, sana heridas aparentemente incurables, restablece nuevamente las relaciones y tiene sus raíces en el inagotable amor de Dios." (Juan Pablo II, l-l-97)

¿Qué significa perdonar?

"Perdonar no es lo mismo que justificar, excusar u olvidar. Perdonar no es lo mismo que reconciliarse. La reconciliación exige que dos personas que se respetan mutuamente, se reúnan de nuevo. El perdón es la respuesta moral de una persona a la injusticia que otra ha cometido contra ella. Uno puede perdonar y sin embargo no reconciliarse, como en el caso de una esposa continuamente maltratada por su compañero." ("A definition of forgiveness", por Robert Enright, "The World of Forgiveness", octubre/noviembre de l996.)

"El perdón permite liberarse de todo lo soportado para seguir adelante. Usted se acuerda del frío del invierno, pero ya no tiembla porque ha llegado la primavera".

"El perdón opera un cambio de corazón. Debemos ponerle fin al ciclo del dolor por nuestro propio bien y por el bien de futuras generaciones. Es un regalo que debemos proporcionarles a nuestros hijos. Podemos pasar del dolor a la compasión. Cuando perdonamos, reconocemos el valor intrínseco de la otra persona".

"El perdonar no borra el mal hecho, no quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Tampoco le quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho... Perdonar es un proceso complejo. Es algo que sólo nosotros mismos podemos hacer...Paradójicamente, al ofrecer nuestra buena voluntad al ofensor, encontramos el poder para sanarnos...Al ofrecer este regalo a la otra persona, nosotros también lo recibimos."

Nota: Tomado de Excerpts from the talks at the National Conference on Forgiveness, Universidad de Wisconsin-Madison, marzo de l995.

¿Por qué debemos perdonar?

Un psicólogo norteamericano, Robert Enright, afirmó que las personas que han sido profunda e injustamente heridas pueden sanar emocionalmente perdonando a su ofensor. El insigne fraile dominico Henri Lacordaire dijo: "¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona".

Un discípulo de Jesús le preguntó: "¿Maestro, cuántas veces he de perdonar a mi hermano? ¿Siete veces?" "Siete veces no, setenta veces siete", le contestó Jesús. Perdonar es un don de Dios. La oración sincera, procedente de un corazón limpio de pecado, ayuda a "desmantelar" la ofensa, a perdonar al que nos hirió.

Los primeros pasos hacia el perdón

A menudo una mujer que ha sido víctima de maltratos físicos o emocionales durante mucho tiempo, siente ira contra sí misma por todo lo que permitió que le sucediera. La primera persona a quien ella debe perdonar es a sí misma.

"Para poder perdonar a su agresor, la víctima debe comprender que lo sucedido fue una ofensa. Debe reconocer que ella es tan valiosa como todas las demás personas, y que sus necesidades y sentimientos son importantes. Si intenta perdonar antes de valorarse, su perdón no será apropiado. Hasta que la víctima comprenda el valor que tiene como persona, no se respetará a sí misma." ("Forgiveness and the intrinsic value of persons", Margaret R. Holmgren, American Philosophical Quarterly, octubre de l993.)

"Desde el punto de vista psicológico, según el psiquiatra norteamericano Richard Fitzgibbon, hay tres formas básicas de lidiar con la ira: l. Negarla. 2. Expresarla de muchas maneras mientras pretendemos que no estamos ofendidos. 3. Perdonar. El Dr. Fitzgibbon y otros psiquiatras y psicólogos, aplican una terapia que induce al paciente a perdonar, y comprueban que hay una mejoría considerable. Aquí se ve que la verdadera Ciencia coincide con el Evangelio de Cristo. Estos son los pasos terapéuticos que ellos recomiendan:

l. Confrontar la rabia interior, la vergüenza, la herida. La persona puede estar deprimida sin saber por qué, hasta que descubre la causa, oculta por muchos años o sólo por horas.

2. Reconocer la fuente de la herida, y descubrir el porqué.

3. Elegir perdonar. Aunque haya base para la ira y la venganza, no se elige eso, sino perdonar. Y no tiene que ser sólo por motivos religiosos, sino también por instinto de conservación: le va a hacer bien psíquica y físicamente.

4. Buscar una nueva forma de pensar sobre esa persona que nos ha hecho mal. Cuando lo hacemos, por lo general descubrimos que es un ser vulnerable, probablemente con heridas.

"Debemos liberarnos del dominio que la persona que nos ha herido ejerce todavía sobre nosotros mediante nuestro odio. Perdonar libera la memoria y nos permite vivir en el presente, sin recurrencias constantes al pasado doloroso.

"Todo insulto recibido puede convertirse en una nueva oportunidad de crecimiento interior, una gracia que nos envía Dios, porque al perdonar somos canales de Su misericordia. Pero además, como dice el "Padre Nuestro", la oración que el mismo Cristo nos enseñó, cuando perdonamos también nosotros somos perdonados por Dios. Si rabiamos por una ofensa, si planeamos vengarnos por un insulto, si el odio se aloja en nuestra alma, el adversario (Satanás), habrá ganado la batalla arrastrándonos al mal mayor."

Nota: Esta información fue tomada del artículo escrito por Dora Amador y publicado en "El Nuevo Herald", junio 5 de l997.

A la pregunta sobre por qué perdonar, los creyentes respondemos que la experiencia de haber sido perdonados muchas veces por Dios nos compromete a perdonar a nuestros semejantes.

Para comprender mejor lo que significa pedir perdón y perdonar

"Perdón es la fragancia que la violeta suelta, cuando se levanta el zapato que la aplastó". (Mark Twain)

"Pedir perdón no es lo mismo que disculparse, porque disculparse es excusar los motivos por los cuales uno ejecutó una acción con el objeto de que la persona afectada por ella pueda comprenderla. Pedir perdón es asumir la totalidad de nuestra falta, con toda ella, y sentir todo el mal que produjo, decir que aunque no puedas del todo repararla, te produjo dolor la acción, lo sientes, estás arrepentido, y quieres de vuelta procurar lo bueno... La estatura humana del perdón por ello es mucho más alta y propia de los grandes, y necesaria en los cristianos porque hemos sido perdonados desde antes de existir, y así como perdonemos se nos perdonará". ("El perdón", C.S.Lewis)

"Un conocido teólogo escribió que ' Los santos, muchas veces al rezar tartamudeaban. Este tartamudeo es más agradable a Dios que las frases retóricas, por más bellas y brillantes que puedan ser '. Muchas veces nos cuesta pedir disculpas a nuestros amigos, compañeros... por un mal acto que hemos cometido. Pedir perdón por una mala acción es la forma más poderosa de demostrar nuestra humildad y honestidad. Sería interesante que hoy recordaras a aquellas personas con las cuales mantienes una enemistad por culpa tuya. ¡Reconcíliate con ellas con palabras fáciles y honestas y si hace falta tartamudea! Hay una frase increíble que te ayudará a pensar: 'El perdón de las flores es tan bonito que llegan incluso a perfumar a aquél que las aplasta con la mano' ".

"Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado.

"En una parte del Padre Nuestro Dios nos dice: ' perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden'. Perdonar, es una decisión que deja en libertad tu corazón, y deja limpia toda herida, la amargura en ti ya no reinará. Si tú quieres experimentar el perdón del Señor, debes primero perdonar.

"Dios dijo: 'Yo soy la vid y ustedes la rama, ustedes lejos de mí no pueden hacer nada' y nada incluye todo, incluye perdonar. Dejemos que Dios nos ayude con nuestra decisión de perdonar. No fuimos hechos para odiar, sino para amar ..." (R.C.A.N.)

"Amar a quien nos ha ofendido desarma al adversario y puede incluso transformar un campo de batalla en un lugar de solidaria cooperación. Éste es un desafío que concierne a cada individuo, pero también a las comunidades, a los pueblos y a la entera humanidad. Afecta, de manera especial, a las familias. No es fácil convertirse al perdón y a la reconciliación. Reconciliarse puede resultar problemático cuando en el origen se encuentra una culpa propia. Si en cambio la culpa es del otro, reconciliarse puede incluso ser visto como una irrazonable humillación. Para dar semejante paso es necesario un camino interior de conversión; se precisa el coraje de la humilde obediencia al mandato de Jesús. Su palabra no deja lugar a dudas: no sólo quien provoca la enemistad, sino también quien la padece debe buscar la reconciliación (cfr. Mt 5, 23-24). Juan Pablo II ." (Extracto del Mensaje de Cuaresma 2001 de Juan Pablo II. )

"Perdonar y pedir perdón, es dejar que actúe el Espíritu en el lugar donde existe nuestro orgullo y nuestro resentimiento."(Anónimo)

Nota: Este último texto fue preparado por el Instituto Tomás Moro en Asunción, Paragüay y se reproduce con su autorización.

"Dios nos mira más allá de nuestros pecados con mucho amor...Cuanto más vemos y sentimos su bondad, más nos enamoramos de Él. En cuanto más nos enamoramos de Él, nuestras vidas automáticamente se van alineando con Él. Toda sanación en nuestras vidas fluye de esta relación amorosa. Al entrar en un profundo conocimiento de su amor, es cuando, de hecho, nos sanamos y tenemos la experiencia más sutil de la unión con Él, sabiendo que su amor puede transformar las más profundas heridas. "

Nota: Tomado del libro Sanación Intergeneracional, del Padre Robert DeGrandis S.S.J. y Linda Schubert.

Orando por la Sanación



Durante los últimos días, mientras leía las intenciones que recibimos a través del email, pensaba sobre la mucha necesidad de oración que existe y sin embargo, lo poco que oramos…

El ser humano está enfermo… enfermo por el pecado que ataca e infecta tanto el cuerpo como el alma… En los Evangelios vemos cómo Jesús sanó a todos los que se acercaban a Él: “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan” (Mateo 11, 5)… Pero la sanación física siempre era producto de una sanación mayor… la sanación interior…

Hoy les traigo una hermosa oración de sanación física y espiritual que escribió el Padre Slavko Barbarić en su libro “Ora con el corazón”… Háganla con la seguridad de que Dios les ofrecerá la sanación que ansían a través de ella…

Oración por la sanación
P. Slavko Barbarić, ofm.

Ora con el corazón

Jesús, Tú viniste por los enfermos y los pecadores. Por eso, me vuelvo hacia Ti y quiero pedirte que sanes mi alma y mi cuerpo. Tú sabes, Jesús, que el pecado destroza y desgarra la integridad del ser humano; que destruye las relaciones entre los hombres y nuestra amistad con contigo. Pero no existe pecado ni enfermedad que Tú no puedas curar con Tu Palabra omnipotente. No hay herida alguna que no pueda ser sanada por Ti.

María, Tú me has invitado a orar por mi sanación. Quiero hacerlo ahora y por eso te pido que acompañes mi oración con tu fe. Ora conmigo en estos momentos, para que pueda ser digno de obtener la gracia de la curación, no sólo para mí, sino también para aquellos por quienes deseo interceder.

1. ¡Ven, Señor Jesús!

Sucedió que cierto día subió a una barca con sus discípulos, y les dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago». Y se hicieron a la mar. Mientras ellos navegaban, se durmió. Se abatió sobre el lago una borrasca; se inundaba la barca y estaban en peligro. Entonces, acercándose, le despertaron, diciendo: «¡Maestro, Maestro, que perecemos!» Él, habiéndose despertado, increpó al viento y al oleaje, que amainaron, y sobrevino la bonanza. Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a los vientos y al agua, y le obedecen?» (Lucas 8, 22-25).

Jesús, Tú viniste también a calmar las tempestades del mundo y te haces presente en la barca de toda vida. ¡Lo haces porque tu nombre es Emmanuel… Dios con nosotros, Dios por nosotros! Por tanto, ahora te pido Señor, que entres en mi vida. También mi barca ha comenzado a hundirse, anegando mi conciencia y mi subconsciente. ¡Entra, Jesús, a las profundidades de mi alma! He perdido mi rumbo Señor. ¡Levántate y ordena a mi inquietud que se calme! ¡Ordena a las olas de muerte que me rodean que dejen de amenazarme! Apacigua mi corazón para que pueda escuchar Tu Palabra divina y creadora.

(Permanece en silencio y escucha la voz del Señor en tu corazón)

¡Ven, Jesús, y sube también a la barca de mi familia, de mi comunidad, de mi país y del mundo entero! ¡Permite, Señor, que nuestros gritos te despierten! Extiende tu mano para que llegue la calma. ¡Ven Señor Jesús, ven! Penetra hasta el fondo de mi ser y entra en aquel rincón donde he sido más lastimado.

Ven, Jesús, y sube igualmente en las barcas de aquellas vidas que se encuentran ancladas a los hábitos más perniciosos: al alcohol, a las drogas, a los placeres carnales, y que les impiden continuar navegando de frente. Jesús, calma las tempestades. ¡Haz que todos escuchemos tu voz y que venga a nosotros Tu Paz!

2. Decisión

Jesús, Tú estás en la barca de mi vida. Tú eres mi Dios, por eso te adoro y te glorifico, porque solamente Tú eres santo, solamente Tú eres el Señor. Creo en Ti y confío en Ti. Por tanto, me pongo totalmente en tus manos. Me decido hoy por Ti y por Tu Misericordia divina. Contigo y con Tu Madre, digo en este momento: “Hágase en mí Tu Voluntad, Señor… en la salud y en la enfermedad; en el éxito y en el fracaso; en las alegrías y en las tristezas; en la vida y en la muerte; en el presente y en la eternidad”.

Jesús, frecuentemente he dudado en hacer el bien. En su lugar, he preferido a menudo hacer mi voluntad y las consecuencias de ello me han hecho mal. ¡Sáname de mi incredulidad y de las resistencias que he opuesto, las veces que me he negado a aceptar la voluntad del Padre!

María, con Tú oración, alcanza para mí la gracia de que mi determinación de seguir a Jesús sea irrevocable. ¡Ayúdame a nunca apartarme de ella y a permanecer siempre fiel a esta decisión!

(Permanece en silencio y abre tu corazón a la acción del Señor)

3. Renuncia

Jesús, yo renuncio a todo pecado. Renuncio a Satanás y a todas sus seducciones, a sus mentiras y engaños. Renuncio a cualquier ídolo e idolatría. Renuncio a mi falta de perdón y a mi rencor; a mi vida egoísta y altiva. Me deshago de toda enfermedad espiritual y de toda atadura, para que Tú, Jesús, puedas entrar en mi alma.

¡Madre… Madre mía, ayúdame a aplastar la cabeza de Satanás en mi vida!

4. Oración para ser capaces de amar

«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mateo 5, 43-45).

Jesús, Tú nos has llamado a amar… Hoy reconozco ante Ti la fragilidad de mi amor. Sana en mí todas esas heridas que han sido provocadas a causa del desamor y de mis pecados, ¡heridas que me impiden amarte a Ti, mi Señor, sobre todas las cosas! ¡Purifica mi corazón de la herencia dolorosa que arrastra por los pecados de mis ancestros y por las iniquidades del mundo! ¡Libéralo de todas las cargas que han acumulado a través de mi infancia y adolescencia!

Haz que el fuego de Tu Amor y la gracia de Tu Sanación iluminen mi oscuridad y derritan el hielo del mal que aún habita en mí. Renueva completamente mi capacidad de amar. Que a partir de ahora, pueda yo amar a los hombres con todo mi corazón, incluso a aquellos que me han lastimado. Muy a menudo he sido incapaz de perdonar las injusticias de los demás. Perdona, Señor, las veces que me he agobiado a mi mismo y a otros también, con la envidia y los celos.

¡Sana igualmente mi fe en Ti, Señor! Haz que la gracia de la confianza desaparezca en mi toda desconfianza y temor. ¡Cúrame de la ausencia de Dios en mis pensamientos, palabras y obras!

Al mismo tiempo Jesús, te pido que sanes los lazos afectivos en mi familia. ¡Sana el amor entre los esposos, entre padre e hijos, entre los que están enfermos y los que poseen salud! ¡Jesús, sana el amor entre todos los hombres del mundo!

(Ora en silencio por aquella persona que no amas y que no puedes perdonar)

5. Oración por la sanación del alma

Jesús, te doy gracias ahora por mi alma. Tú sabes que en ella se reflejan también las consecuencias del pecado. Por eso, frecuentemente estoy nervioso y reacciono con agresividad. Fácilmente pierdo la paciencia y estoy atado al rencor. Los malos hábitos aprisionan mi alma y empeoran aún más mis heridas. Todo esto me dificulta amar a los demás. En el fondo de mi alma han quedado grabadas ciertas experiencias, las cuales me inducen a actuar con desconfianza y temor.

¡Jesús, purifica mi subconsciente! Penetra en él con Tu Luz, para que nunca más sea yo víctima de la oscuridad. Con el poder de Tu Gracia, toca aquellas fibras de mi alma en las cuales se ha asentado el apego a los bienes materiales, haciéndome presa del temor. ¡Sana mi alma, Señor, para que mi espíritu pueda abrirse libremente hacia Ti!

¡Sáname de la desconfianza hacia Ti y hacia Tu Palabra! Jesús, yo te suplico que cures en mí todas aquellas heridas y frustraciones causadas por los fracasos y los deseos no satisfechos. ¡Aparta toda tiniebla de mi interior y sana las heridas más profundas de mi subconsciente! Permite que éste descanse en Ti, Señor.

Te pido ahora por los perturbados y enfermos mentales. Haz a un lado sus cargas y limpia las heridas que han trastornado sus mentes. Protege a los niños que viven con el estigma de la propensión hereditaria a este tipo de males. Cura todo desdoblamiento de personalidad, miedos y depresiones; cada neurosis y estado psicópata. Sana también, a todos aquellos cuyas mentes se han enfermado a causa de algún fracaso en su familia, estudios o trabajo. ¡Aparta de ellos los pensamientos de autodestrucción y suicidio, y libéralos de cualquier obsesión!

¡Oh, Jesús, se Tú el dueño de nuestras almas! Cura a todos aquellos que se han dañado a sí mismos por medio de prácticas de superchería. ¡Libéralos de las consecuencias de la brujería y hechicería! Restaura cada alma y devuélvele la paz que ha perdido.

6. Oración por la sanación física

«Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”» (Mateo 8, 16-17).

¡Jesús, sana mi cuerpo! Aquí estoy ante Ti, con mis dolores físicos y los males que deterioran mi salud. Cúrame de las enfermedades que padezco en estos momentos…

(En silencio, menciona las enfermedades que padeces)

¡Protégeme de toda enfermedad! Pero, si es Tu Voluntad que yo cargue con la cruz de mis padecimientos, entonces yo acepto esta cruz y te pido la gracia de llevarla con amor.
¡Ahora, Jesús, te pido por la sanación física de mis familiares y seres queridos!

(En silencio, menciona sus nombres)

Jesús, si es la voluntad del Padre que ellos continúen enfermos, yo te pido que les concedas la fortaleza necesaria para que ellos también carguen sus cruces con amor. ¡Cura a todos los enfermos del mundo! Protege a la humanidad entera de las epidemias y males incurables. En una palabra, Jesús, ¡cura todas nuestras enfermedades, porque Tú viniste a tomarlas sobre Ti para salvarnos!

7. Oración final

Padre celestial, gracias por haberme creado y por haberme redimido por medio de Jesucristo, Tu Hijo. Gracias por sanar en Su Nombre mi espíritu, mi alma y mi cuerpo, y por haberme dado una nueva capacidad de amar. ¡Haz que la bendición de la paz y la reconciliación, del amor y la confianza desciendan sobre mí, sobre mi familia, sobre la Iglesia y sobre el mundo entero!

Permite que María, al orar con nosotros, obtenga de Tu Bondad paternal todo lo que necesitamos para el bien de nuestras almas y cuerpos.

¡Qué así sea! Amén.

¿Cuál es la verdadera naturaleza del alma?¿Son mis ideas aceptables para la iglesia católica?

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Pregunta:

Yo soy católico de toda la vida, por tradición familiar, aunque francamente en pocas oportunidades me he planteado 'problemas' teológicos. Pero ahora, enfrascado en un debate cuasi teológico con un amigo partidario de la 'reencarnación', me encuentro con pocos elementos para saber si lo que yo pienso al respecto se puede considerar aceptable dentro de la teología católica o no. Esa es mi duda, y paso a contarle cual es mi pensamiento. Por supuesto rechazo la 'reencarnación'. Considero que el 'alma' de los hombres es la presencia de Dios en nosotros. Dios es esencialmente Amor, y nuestra 'facultad' de amar, nuestra capacidad de conectarnos con otros humanos en el amor, es también lo que nos conecta íntimamente con Dios. Entiendo que vivimos en el Espíritu Santo, y al morir nuestro cuerpo, nuestra alma, parte esencial del Espíritu Santo, sigue viviendo en él. No se si estoy pensando en forma cristiana católica, por favor me gustaría que me orienten al respecto. Desde ya muchas gracias.

Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.

Estimado:

Algunas de sus afirmaciones deben entenderse de modo preciso para que no induzcan al error. Concretamente sobre la naturaleza del alma la teología católica enseña:

1º El alma de cada hombre es espiritual, simple e inmortal (cf. entre otros lugares del Magisterio: León X, DH, 1440) (DH = Denzinger-Hunermann, El Magisterio de la Iglesia).

2º Es creada inmediatamente por Dios de la nada y no transmitida por sus padres (cf. Anastasio II, DH, 360).

3º 'El alma no es parte de Dios sino que fue creada de la nada' (DH, 685; es la Confesión de fe del Papa León IX, del año 1053).

4º Dios está presente en toda alma como su causa y conservador (llamada 'presencia de inmensidad').

5º La Santísima Trinidad está presente de modo especialísimo en el alma del justo por la gracia; no en quien está en pecado mortal.

6º La muerte es la separación del alma y del cuerpo. El alma es inmortal.

Vea también: Catecismo de la Iglesia Católica, nnº 363; 365-366.