Cuando una pareja de novios llega a la oficina parroquial para hablar con el sacerdote sobre sus planes e intenciones de obtener matrimonio muy cierto que se preguntaran como visualizan o proyectan vivir su sexualidad. Son muchas las preguntas que como seres humanos nos podremos nos podremos hacer. Ahora bien, sin entrar en detalles de las normas y enseñanzas (por ahora) que establece la Iglesia Católica hay que establecer con juicio infalible que las relaciones sexuales deben enfocarse exclusivamente desde el matrimonio. Pero el matrimonio no solamente se basa en ese aspecto. El matrimonio como signo sagrado o sea sacramento debe basarse, como explicaría el sacerdote a la pareja de novios, en una profunda conexión entre ambos donde puedan ser capases de llevar una intimidad humana y espiritual comprometiéndose maduramente dentro de la relación.
Veamos lo que el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos enseña sobre lo concerniente a la sexualidad humana. El CIC en # 2331–2333 nos da la pista más importante de las cuales podemos analizar y reflexionar. Primero nos creo “hombre” y “mujer” con una finalidad y propósito. Creándonos a su imagen Dios nos llama, nos da el potencial y la misión de amar y vivir en comunión. La sexualidad debe envolver toda la naturaleza del ser humano. Nos atañe en la capacidad de amar y procrear desde un vinculo de comunión con el (la) otro(a). Tenemos que estar dispuestos a reconocer y aceptar nuestra identidad sexual (# 2333) enfocándola esta desde el plano físico, moral y espiritual al matrimonio y el desenvolvimiento de la familia. La armonía de la pareja y el de la sociedad esta sujetan a la complementariedad y soporte entre ambos. Como podemos apreciar todo este menester comienza con lo que la Iglesia llama “teología de la creación” donde además de ser creados hemos buscar una integración en el amplio sentido de la palabra.
Desplazándonos de esta teología creacionista el CIC también nos habla de la vocación a la castidad (ver # 2337–2359). Estos textos del CIC nos dejan saber bien claro lo que no es la castidad. No es una desgracia o fatalismo que nos lleva a la auto-destrucción negando o reprimiendo nuestras energía sexual o nuestra necesidad y anhelo de la intimidad, afecto y amor. La castidad es la virtud que nos ayuda a expresarnos sexualmente de forma saludable y responsable. El CIC nos deja saber que la persona que es casta nutre una integridad en su diario vivir por medio del amor infundido por Dios. Castidad o integración sexual es la habilidad de expresarnos a si mismo sexualmente en actitudes que son honestas humana y espiritualmente. La sexualidad al igual que el lenguaje hay que usarlo (de forma correcta) y no abusarlo. Con el lenguaje podemos expresar amor, crear paz, comunicar la verdad y construir lazos fraternos con otras personas. Desafortunadamente, no siempre hablamos muy bien. En ocasiones nos expresamos en vías que son deshonestas y destructivas. La castidad es una virtud que nos permite expresarnos sexualmente en formas que no solo son afeccionadas y amorosas, sino en formas que expresan la verdad acerca de lo somos.
Es muy conveniente que examinemos lo que nos enseña la Iglesia Católica referente al acto sexual. Veamos lo que la moralidad cristiana nos dice sobre el sexo en el matrimonio, el estar abiertos (disponibles) a la procreación y la homosexualidad. Nuestra fe católica insiste que las relaciones sexuales pertenecen exclusivamente al matrimonio. Esto es basado en la convicción acerca que significa las relaciones sexuales. El Papa Pablo VI en su Encíclica Humanae Vitae nos explica su finalidad; “El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales inconscientes; es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas” (#8).
¿Acerca de qué son relaciones sexuales? O por los menos desde la perspectiva católica, acerca de que se trata. Significa la donación total de nuestro ser a nuestra pareja. La totalidad e intimidad de la unión física diseñada por el Creador para contribuir a la perfección personal mutua de los esposos. En otras palabras, significa ser signo –sacramento– de la totalidad de esa entera donación. En la relación sexual doy todo lo que soy [corporal y espiritualmente] y este darme evoca el compromiso de la relación en el matrimonio. Como resalta el CIC (ver #2360) la intimidad corporal del esposo a la esposa debe ser signo de su comunión espiritual y una duradera y perseverante comunión espiritual.
Está claro que las relaciones sexuales pertenecen al contexto del matrimonio pero eso no es todo, aquí no termina este asunto. Todo matrimonio debe estar abierto a la procreación. Este es un asunto muy controversial y que dificulta a muchos entender y aceptar. De acuerdo a las enseñanzas católicas no está bien moralmente el que la pareja tome deliberadamente pasos [por medios de contracepción artificial] para evitar la proliferación. Lo que esta norma moral trata de proteger y promover es el valor de la inseparabilidad de la unidad y los designios de la procreación propio del acto sexual (ver CIC #2369). Por otro lado, es importante aclarar que la Iglesia nunca dice o dictamina que la pareja no pueda tomar medidas para regular el control natal. Lo que es inapropiado es que se haga por medios contraceptivo artificiales. Es lícito usar los medios naturales para el control natal. Los ciclos de fertilidad e infertilidad pueden ser usados tanto para evitar como para buscar el embarazo. Para esto es de suma importancia la comunicación y cooperación en la pareja.
En el CIC la homosexualidad es tratada en solo tres párrafos. Estos párrafos capturan la esencia de las convicciones católicas acerca estos hermanos y hermanas que tienen predominantes y permanente atracción sexual (orientación sexual) por personas de su mismo sexo. Hay tres puntos que debemos reflexionar. Primero, el CIC no hace un juicio moral acerca del homosexualismo como tal. No hay falta moral en cuanto la orientación homosexual por sí misma. Segundo, moral católica no se enfoca en la orientación homosexual como tal sino en el acto genital homosexual. Esto es inmoral porque tal relación no puede bajo ninguna circunstancia estar abierto a la procreación (ver #2357). Tercero, al igual que los solteros están llamados a vivir en abstinencia de relaciones genitales sexuales. El Magisterio del Iglesia nos recuerda constantemente que no se les debe marginar ni maltratar (ni por la Iglesia ni la sociedad) por el hecho de llevar este estilo de vida. Se nos pide que los recibamos con mucha caridad fraterna, respeto y acogida.
Referente a la sexualidad es muy recomendable recordar tres cosas. Recordar que Dios nos ama siempre. Abstenernos de juzgar a otros. Debemos tener sentido del humor hacia nosotros mismos. Que el Espíritu Santo, que es dador de la vida nos guie, nos de fuerzas e ilumine para vivir la sexualidad como Dios manda.
No comments:
Post a Comment
Deja Tu Comentario: