Entrada - Señal de la cruz - Saludo - Acto penitencial - Gloria - Oración colecta.
La entrada solemne del celebrante y sus ministros al templo supone, requiere y hace efectiva la asamblea ya reunida. Con ella y por ella, Cristo está presente. El reunirnos es una actitud profunda que debemos vivir en la Misa; somos el Pueblo de Dios convocado; es Jesús el que nos ha invitado a juntarnos. La Misa empieza en este momento y toda ella es un solo acto. Por eso, la gente que llega tarde rompe la unidad y quita a Dios algo que es de Él y de su Iglesia.
Mientras el sacerdote entra, comienza el canto de entrada. "La finalidad de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión entre los presentes e introducir los espíritus en el misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta, ya acompañar la procesión..." (Instrucciones generales del Misal Romano, Capítulo II, Nº 25)
![[Saludo]](http://www.devocionario.com/imagenes/misa_saludo.jpg)
Durante el canto, el celebrante saluda al altar. Puede hacerlo mediante un beso y, en ocasiones especiales, perfumándolo con incienso. Estos son signos de veneración a Cristo, a quien el altar simboliza. Luego el sacerdote saluda a la asamblea comenzando con la Señal de la cruz. Este saludo expresa en primer lugar la relación de comunión entre la asamblea y el sacerdote, y en segundo lugar, el Espíritu en que se sienten unidos y se reúnen.
Luego sucede el acto penitencial, que puede hacerse de diversas formas. Luego de un momento de silencio, se canta o recita el "Señor ten piedad" o el "Yo confieso". El sacerdote termina con una absolución para todos. Éste es un rito de purificación, de reconciliación con Dios y los hermanos para poder encontrarnos sin que nos separe el pecado.