Hoy
en día, es frecuente que muchos padres se sientan culpables por no
poder pasar más tiempo con ellos, por cuestiones laborales, y se
vuelquen de forma excesiva y sobreprotectora. Los
padres sobreprotectores son aquellos que están de forma continua
pendientes de evitar que sus hijos se expongan a situaciones
conflictivas, angustiantes o dolorosas. Son quienes les hacen los
deberes si ven que son incapaces, que toman decisiones que por edad ya
deberían tomar sus niños, que dan todo lo que les piden para evitar que
se frustren, los que no quieren que vayan de excursión o que se queden a
dormir en casa de algún amigo, que no dan tareas del hogar, que no
quieren separarse nunca de ellos, que disculpan cualquier error o
travesura que cometan sus hijos… Con estas conductas de sobreprotección los padres consiguen calmar su angustia, pero puede ser una piedra en el camino para el desarrollo de sus hijos.
Numerosas investigaciones señalan que la sobreprotección puede ser un lastre para el desarrollo del niño
y que, incluso, puede afectar de forma negativa y profunda al futuro
adulto. Aunque no todos los pequeños reaccionarán igual ante un estilo
relacional sobreprotector por parte de sus padres, muchos tendrán baja
tolerancia a la frustración y una incapacidad para reconocer sus
errores, serán inseguros con problemas para relacionarse con los demás,
tendrán un desarrollo psicológico inferior a su edad o serán niños que
siempre están aburridos o descontentos.
Los
padres que sobreprotegen a sus hijos creen que, actuando como lo hacen,
protegen a sus hijos de los sinsabores y las frustraciones de la vida.
Pero, en realidad, consiguen el efecto contrario. Las emociones negativas, como la frustración, son su mejor entrenamiento.
Durante los primeros años de vida, es necesario que los niños sientan
que sus progenitores están para protegerles. De este modo, crecen con
confianza para aventurarse a explorar el mundo. Pero, poco a poco,
también deben equivocarse y sentirse frustrados o aburridos. Pequeños
sinsabores que les ayudan a desarrollar una saludable tolerancia a la
frustración. Ver
sufrir a un hijo no es agradable. No obstante, el sufrimiento o la
frustración son aspectos fundamentales en el desarrollo de los niños.
Los adultos pueden y deben proteger a sus hijos, pero no sobreprotegerles. Proteger significa dejar que estos se equivoquen o sufran pero que sientan que sus padres están para ayudarles.
Por ejemplo, no hay que hacerles los deberes; son los escolares quienes
deben hacerlos y, si no lo logran, pedir ayuda a sus padres. Y no hay
que anticiparse a la frustración. Hay que esperar que el niño se
equivoque o su frustre, de vez en cuando (sin poner en peligro su
integridad física o psicológica), para que vaya madurando.
Fernando Bermejo
Instituto de Psicología PSICOMED
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