Thursday, May 21, 2015

Para Motivar la Fiesta de Pentecostés



1.- Jesús, antes de padecer y resucitar, les hizo una hermosa promesa a sus discípulos-amigos. Que Él y su Padre les enviarían su Espíritu para que jamás sintieran que estaban abandonados o solos sobre la Tierra.

2.- También les pidió que se quedaran en Jerusalén todos reunidos hasta que se cumpliera su promesa.

3.- 10 días estuvieron junto a la Virgen Madre, encerrados en una casa, rezando y conversando de Jesús. Eran hombres cobardes, con miedo, que no se atrevían a hablarle a la gente de su maestro. Todavía sentían que les podía pasar lo mismo que a Jesús: que los mataran por ser amigos del Crucificado.

4.- Jesús cumplió su promesa, siempre las cumple. Cuando recibieron el Espíritu Santo estos hombres se transformaron: se llenaron de coraje, sabiduría, se les aclararon todas las cosas que no habían entendido mientras habían estado con Jesús. Salieron a las calles y a toda voz empezaron a hablar de Jesús y a explicar su mensaje.

5.- ¿Cómo explicar quién es el Espíritu Santo? Es alguien que no podemos ver, pero que existe. Es como el amor; más bien es el Amor que no vemos, pero sentimos.

6.- Cuando amamos a alguien estamos alegres, andamos con deseos de ayudar, de cantar, de hacer cosas buenas. A la persona que queremos, (mamá, papá, amigo, compañero) la tenemos siempre cerca aunque no esté con nosotros y no se nos ocurre hacerle daño, ni decirle pesadeces.

7.- El Espíritu Santo que recibimos el día en que nos bautizaron nos hace personas buenas, generosas, solidarias, alegres, cariñosas y valientes. Cuando actuamos con amor, valentía, generosidad y alegría es seguro que el Espíritu Santo está en nuestros corazones. También Dios nos manda el Espíritu Santo en la Eucaristía, en la confirmación, y en otras ocasiones especiales. Cuando seamos más grandes lo vamos a entender.


8.- Imaginarse que nuestro corazón es como un nido. Al Espíritu Santo le gusta que le ofrezcamos un lugar en nuestro corazón para vivir en él.

Eliana Araneda de Palet

Como un Nuevo Pentecostés






¿Qué es la Renovación en el Espíritu Santo?

El día de Pentecostés, se cumplió la promesa de Jesús; fue derramado el Espíritu Santo sobre los discípulos que en compañía de María, la madre de Jesús estaban reunidos en oración.

Desde el comienzo de la Iglesia, es el Espíritu la fuerza que la mueve y que le da poder de hacer las cosas que Jesús hizo en su Nombre y es quien la capacita para realizar su misión.

A lo largo de toda la historia de la Iglesia el Espíritu Santo ha dirigido su desarrollo y su caminar, renovándola y reavivando en distintos momentos el espíritu de aquella primera Iglesia nacida el día de Pentecostés.

En este momento de la historia, Dios está derramando el Espíritu Santo de una manera nueva. Estamos experimentando una actualización del fuego de Pentecostés.

"Para un mundo así, cada vez más secularizado, no hay nada más necesario que el testimonio de esta renovación espiritual que el Espíritu suscita hoy visiblemente en las regiones y ambientes más diversos". (Pablo VI, 19 de mayo de 1975).

"El vigor y la fecundidad de la Renovación atestiguan ciertamente la poderosa presencia del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia… la Renovación Carismática es una elocuente manifestación de esta vitalidad hoy". (Juan Pablo II, mayo de 1987).

La Renovación en el Espíritu Santo -podemos afirmar- es una acción del Espíritu Santo hoy renovando a toda la Iglesia.


¿QUÉ ESTÁ HACIENDO HOY EL ESPÍRITU SANTO?

Está llevando a las personas a un encuentro y a una relación personal profunda con Cristo Vivo Señor y Salvador.

Jesús sigue enriqueciendo a su Iglesia con sus dones y carismas. El primero y mayor de todos los dones es el mismo Espíritu Santo. La Iglesia es enriquecida con estos dones y carismas para transformar la faz de la tierra.

NACIMIENTO Y EXPANSIÓN DE LA RENOVACIÓN


El 29 de enero de 1959 el Papa Juan XXIII hacía una declaración sorprendente. El Espíritu Santo le había inspirado convocar un concilio, el Segundo Concilio Vaticano. En Pentecostés de ese mismo año terminaba su alocución con esta oración:

"Oh Espíritu Santo! tu presencia conduce infaliblemente a la Iglesia. Derrama, te lo pedimos, la plenitud de tus dones sobre este Concilio Ecuménico. Renueva tus maravillas en nuestros días como en un nuevo Pentecostés".

El 8 de diciembre de 1965 terminó el Concilio. Los acontecimientos que sobrevinieron después se han valorado diversamente. El programa de renovación propuesto por el Concilio comenzó a ponerse en práctica no sin serias dificultades que llevaron la duda y la angustia a muchos.

En 1966, varios hombres católicos de la Universidad de Duquesne del Espíritu Santo, en Pittsburgh, se reunían frecuentemente para conversar acerca de la vitalidad de su vida de fe y para orar en común.

Aquellos profesores se habían dedicado durante muchos años al servicio de Cristo, entregándose a varias actividades apostólicas… A pesar de todo eso, iban sintiendo que algo faltaba en su vida cristiana personal.

Aunque no podían especificar el porqué, cada uno reconocía que había un cierto vacío, una falta de dinamismo, una debilidad espiritual en sus oraciones y actividades. Era como si su vida cristiana dependiera demasiado de sus propios esfuerzos, como si avanzaran bajo su propio poder y motivados por su propia voluntad… Decidieron hacer un compromiso: cada día orarían unos por otros con la Secuencia de la Misa dePentecostés:"Ven Espíritu Divino…"

Corría el mes de febrero de 1967 cuando vieron sus deseos realizados al recibir una nueva efusión del Espíritu Santo.

La Renovación Carismática o Renovación en el Espíritu Santo había nacido. Todo comenzó con una chispa en Pittsburgh, a partir de agosto de 1966. Gracias a la fuerza incontenible del Espíritu, esa chispa se ha propagado como incendio sobre paja y ha invadido los cinco continentes. En 1992, Veinticinco años después, se calcula que más de 10 millones de católicos se reúnen semanalmente en grupos de oración alrededor de todo el mundo. De oriente a occidente y de norte a sur se proclama con el poder del Espíritu, que Jesús está vivo, que es el Señor, que está en medio de nosotros, que nos derrama su Espíritu Santo y que con Él glorificamos al Padre de los cielos.

La Renovación en el Espíritu Santo, como corriente de gracias, suscitada por el Espíritu Santo en la Iglesia de nuestros días, existe y vive para la Iglesia y en la Iglesia, de ahí la comunión estrecha con sus legítimos Pastores y el deseo de servir unidos a ellos para la renovación de las Comunidades Católicas. La Renovación pues, se sitúa en la Iglesia; en el mismo corazón de la Iglesia.

FINALIDAD DE LA RENOVACIÓN

El Espíritu ha suscitado esta renova-ción para fortalecer y servir a la misión de la misma Iglesia: "evangelizar con el poder del Espíritu Santo", equipándola con los carismas que le son necesarios.

La Renovación dejará de ser cuando toda la Iglesia haya sido renovada y viva plenamente la nueva vida que Cristo ofrece.

¿QUÉ ES LA EFUSIÓN DEL ESPÍRITU SANTO?

La Efusión del Espíritu Santo NO es un Sacramento. Es sencillamente la actualización de los Sacramentos de la iniciación cristiana. Es una gracia para "liberar" en nosotros -en oración- al Espíritu Santo que desde nuestro bautismo hemos recibido, de modo que tome la dirección de nuestra vida, transformándonos desde lo profundo. Es en otras palabras una experiencia de Pentecostés a nivel personal, donde se da el encuentro con Jesús vivo, recibiendo comúnmente la capacidad del uso de los carismas. Es decir, dones gratuitamente dados por el Espíritu Santo a los creyentes, para la edificación de la Comunidad Cristiana, para el bien de los demás y para potenciar la evangelización.


¿COMO TENER LA EXPERIENCIA DE LA EFUSIÓN DEL ESPÍRITU SANTO?

No se necesita nada especial, ni ningún lugar particular para la efusión del Espíritu Santo, pero una manera eficaz de prepararse para ello es participar en un Retiro de Renovación Espiritual o en los Seminarios de Vida en el Espíritu Santo. Estos son instrumentos a través de los cuales el Señor va realizando su plan de salvación en muchas personas en la Renovación Carismática.

Esta experiencia está al alcance de toda persona que sinceramente lo desee y tenga la conciencia de que necesita ser renovada por el poder del Espíritu Santo.

"…dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad" (Hch.2,17).

¿QUÉ ES UN GRUPO DE ORACIÓN?

Es una reunión de creyentes que se reúnen con regularidad para alabar, dar gracias, gloria y honor a Cristo Jesús como Señor y Salvador. Jesús mismo es el centro de estas reuniones de oración, donde al impulso del Espíritu se alaba a Dios, se acoge la Palabra de Dios, se canta al Señor, y experimentamos el amor de Dios actuando en medio del grupo a través de los carismas. Testimonios, compartir de hermanos, docilidad al Espíritu, apertura y entrega al Señor son elementos normales de estas reuniones de oración.

María Dentro de la Iglesia de Jerusalén en los Días de Pentecostés





En Hechos 1.14 Lucas es puntual en decirnos que después de la ascensión de Jesús "todos ellos [o sea, los once apóstoles] perseveraban unánimes en la oración con las mujeres y con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos". Es muy significativo que, además de los apóstoles (v. 13), se recuerde solamente a la Virgen con su nombre propio (María), acompañado de su máximo titulo funcional (la madre de Jesús). Pero ella no está separada del resto de la iglesia. Aunque tuvo una misión excepcional y única, María está en la iglesia y con la iglesia apostólica de Jerusalén, madre de todas las iglesias cristianas. Poco después, Pedro recordará que Judas "guió a los que prendieron a Jesús" (v. 16). El recuerdo de esa defección, a la que siguió luego la del mismo Pedro (Lc 22,34.54-62), hace también de la comunidad de Jerusalén un cenáculo de misericordia, de perdón: María está rodeada de los que abandonaron al Maestro en la hora de las tinieblas (cf Lc 22,53). Esta reflexión no constituye el punto focal de la narración de Lucas. Pero tampoco podría decirse totalmente extraña a ella. Una tenue sugerencia en su favor puede verse en el discurso de Pedro para la sustitución de Judas (He 1,15-22) y en la negación del mismo apóstol, tal como nos lo narra también el tercer evangelio (Lc 22,34.54-62).

Realmente Lucas, desde el primer capítulo de los Hechos, polariza la atención en el tema del testimonio que hay que rendir del Señor Jesús. En este horizonte también la presencia de María tiene una finalidad perfectamente comprensible. Lo señalaremos articulando nuestra exposición en tres cuestiones relativas a su persona en He 1,14.

a) Los destinatarios del don del Espíritu en pentecostés. Empecemos por preguntarnos: ¿quienes son esos todos reunidos juntos el día de pentecostés (He 2,1), investidos del soplo del Espíritu que los capacitó para promulgar en otras lenguas las grandes obras de Dios (He 2,4.11)? Este interrogante afecta también a la figura de María: ¿hemos de contarla o no entre aquellos todos?

Los componentes de la comunidad jerosolimitana, aquella mañana de pentecostés, podrían ser: el colegio apostólico, mencionado inmediatamente antes para la elección de Matías en lugar de Judas (He 1,1526); o los 120 hermanos que se recuerdan en He 1,15 70, o bien los tres grupos especificados en los vv. 13-14: los apóstoles (aún en número de once), las mujeres (probablemente las señaladas por Lc 8,2-3 23,55-56 24,1-11), María madre de Jesús y sus hermanos.

NU/120-HERMANOS: La mayor parte de los autores está por los 120 hermanos que representan a todos los miembros de la iglesia de Jerusalén, reunida en torno a los doce. El mismo Lucas ofrece indicios válidos para esta opción. En efecto: 1) según Lc 24, Jesús resucitado promete la efusión del Espíritu (v. 49) a los once y a cuantos estaban con ellos (v. 33); 2) la profecía de Joel, invocada por Pedro para hacer la exégesis del acontecimiento, anunciaba una efusión del Espíritu sobre toda carne (persona): hijos e hijas, jóvenes y ancianos, siervos y siervas (He 2,17-18); 3) en su discurso Pedro explica también que el don del Espíritu sería recibido por todos los que se arrepintiesen y pidieran el bautismo en el nombre de Jesucristo (He 2,38). Y las personas que acogieron la palabra de Pedro fueron "unos tres mil" (v. 41).

Así pues, si el Espíritu se concedió a todos los recién convertidos en tan gran número, sería poco congruente pensar que ese mismo don no bajase sobre todos los 120 que creían ya en Jesús.

b) Pentecostés y testimonio. En el cuadro de la doctrina lucana, el Espíritu prometido por Jesús resucitado iba ordenado a una finalidad muy concreta, es decir, al testimonio. En efecto, decía Jesús: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en SaMaría y hasta los confines de la tierra" (He 1,8).

Revestidos de la fuerza del Espíritu Santo (I c 24,49), los once y los que había con ellos (Lc 24,33.36) estarán en disposición de dar testimonio (Lc 24,48) de los acontecimientos de la historia de la salvación, que culminan en Jesús. En concreto: que el Cristo tenía que padecer y resucitar el tercer día (v. 46b); que en su nombre se predicaría a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados, empezando por Jerusalén (v. 47); que todas esas cosas estaban anunciadas de antemano sobre él en las Escrituras (vv. 45.46a) y que, por tanto, todo aquello tenía que cumplirse (vv. 44b.46b).

El Espíritu Santo, decían los oráculos de los profetas, habría hecho de Israel un pueblo de testigos (Is 43,10.12.21;44,3.8;Jl 3,1-2). Con la efusión pentecostal del Espíritu, enviado por Jesús resucitado (He 2,32-33), esa efusión se convirtió en herencia de "toda la casa de Israel" (cf He 2,36), que es ahora la iglesia de Cristo (cf He 20,28).

Por ello los que formaban parte de la iglesia de Jerusalén (los apóstoles, las mujeres, María y los hermanos de Jesús), después de que todos se llenaron del Espíritu (He 2,14a), se hicieron idóneos para dar testimonio del Señor Jesús, cada uno según su disposición. Desde aquel día también María se vio plenamente iluminada por el Espíritu sobre todo lo que había hecho y dicho Jesús. Desde entonces es razonable pensar que ella comenzó a derramar sobre la iglesia los tesoros que hasta entonces había tenido encerrados en el archivo de sus meditaciones sapienciales. Así también la Virgen se convirtió en testigo de las cosas vistas y oídas (cf Lc 1,2).

Comenta X. Pikaza: "Ella dio testimonio del nacimiento de Jesús, del camino de su infancia; Jesús no habría sido acogido por la iglesia en la integridad de su ser hombre si le hubiera faltado el testimonio vivo de una madre que lo había engendrado y criado. Dentro de la iglesia, María es una parte de Jesús… Hay algo que ni los apóstoles ni las mujeres ni los hermanos habrían podido atestiguar. Le corresponde a María consignar esa palabra única e insustituible al misterio de la iglesia. Por eso aparece ella en He I,14" (María y el Espíritu Santo… ).

El tiempo de la Iglesia: Pentecostés





Hablar de Pentecostés y del Espíritu Santo es hablar de la Iglesia, pues los Apóstoles comenzaron a cumplir la misión que Cristo les confió el mismo día de Pentecosté

Pentecostés constituye la fase de manifestación y promulgación de la Iglesia.

Los Apóstoles comenzaron a cumplir la misión que Cristo les confió el mismo día de Pentecostés, con éxito tan admirable que San Pedro convierte ese día a 3,000 personas con su primera predicación (cfr. Act, 2, 41), y más adelante a 5,000 con la segunda (cfr. Act. 4, 4).

Luego los Apóstoles se esparcieron por todo el mundo, e iban fundando comunidades cristianas donde predicaban. Estas comunidades eran regidas por Obispos consagrados por ellos, y estaban unidas entre sí por una misma fe, unos mismos sacramentos y un mismo jefe común: San Pedro y sus sucesores.

Pentecostés constituye la fase de manifestación y promulgación de la Iglesia.

"La Iglesia que Cristo ha fundado en si mismo por su pasión sufrida por nosotros, la funda ahora en nosotros y en el mundo mediante el envío de su Espíritu" (Yves Congar, Esquisses du inystere de l"Eglise, p. 24).

Es esencialmente, un misterio de culminación (cfr. Act. 2, 32-33): consumado definitivamente el Sacrificio de Cristo y conseguida la salvación, se completa ahora el misterio con su universalización y su comunicación a los hombres.

"¿Dónde comenzó la Iglesia de Cristo? Allí donde el Espíritu Santo bajó del cielo y llenó a 120 residentes un solo lugar" (San Agustín, In Ep. Ioa. ad Parthos)

Monday, May 11, 2015

SÚPLICA PARA TIEMPOS DIFÍCILES (oración a la Virgen del Carmen)



Tengo mil dificultades: ayúdame.
De los enemigos del alma: sálvame.
En mis desaciertos: ilumíname.
En mis dudas y penas: confórtame.
En mis enfermedades: fortaléceme.
Cuando me desprecien: anímame.
En las tentaciones: defiéndeme.
En horas difíciles: consuélame.
Con tu corazón maternal: ámame.
Con tu inmenso poder: protégeme.
Y en tus brazos al expirar: recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.

Amén.

NOVENA BREVE A SAN BENITO PARA PEDIR UNA GRACIA



Rezar durante nueve días consecutivos la siguiente oración:

Oh San Benito, mi protector bondadoso y de cuantos van a ti en sus apuros, intercede por mí a Dios para que alivie mis sufrimientos y dificultades que ahora me agobian.

(pídase aquí la gracia que se desea obtener)

Te lo pido con toda confianza.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

SAN BENITO ABAD. ORACIÓN PARA PEDIR SU PROTECCIÓN



Santísimo confesor del Señor; Padre y jefe de los monjes, interceded por nuestra santidad, por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.

Destierra de nuestra vida, de nuestra casa, las asechanzas del maligno espíritu. Líbranos de funestas herejías, de malas lenguas y hechicerías.

Pídele al Señor, remedie nuestras necesidades espirituales, y corporales. Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica; y porque mi alma no muera en pecado mortal, para que así confiado en Tu poderosa intercesión, pueda algún día en el cielo, cantar las eternas alabanzas. Amén.

Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.

Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.