Tuesday, December 27, 2011

Dolor y Sanación.

 

La felicidad que se nos va.

"Y vio Dios que todo lo que había hecho estaba muy bien hecho" (Génesis 1:31). "Y Jesús proclamaba la buena noticia de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: conviértanse y crean en la buena noticia" (Marcos 11:14-15). Esa buena noticia es la misma que el ángel anunció a los pastores en Belén: "No teman, les anuncio una gran alegría: hoy les ha nacido un Salvador" (Lucas 2:11).

Sin embargo, "El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva y pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación (Catecismo de la Iglesia Católica - 164).

La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte. La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a El. (C.I.C.1500 y 1501).

San Agustín escribe en sus Confesiones: "Buscaba el origen del mal y no encontraba solución". Fuera de la fe, no hay soluciones, pero en la fe las encontramos.

"Por el bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado. En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios.

"No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las debilidades inherentes a la vida, como las debilidades de carácter, así como una inclinación al pecado, lo que se llama "concupiscencia". La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien, 'el que legítimamente luchare será coronado' (2 Timoteo 2:5)" (C.I.C. 1263 y 1264).

Dios no creó demonios; en su plan de creación no estaba la muerte, ni el dolor, ni la enfermedad, ni la angustia, ni el miedo, ni el odio ni la violencia.

Dios creó un ángel bueno, hermoso, inteligente y lo llamó Lucifer -el que lleva luz- pero, entre los dones que le dio estaba la libertad. Lucifer escogió el mal en lugar del bien y el odio en lugar del amor. Y Lucifer se convirtió en Satanás.

Adán y Eva también fueron creados libres y a sabiendas de lo que hacían, después de haber recibido hermosos dones de Dios, tuvieron más confianza en Satanás que en Dios y cometieron el primer pecado de desobediencia. Y sus descendientes siguieron pecando y "por el pecado entró la muerte en el mundo" (Romanos 5:12) y con el pecado entraron todos los males físicos y espirituales que nos hacen sufrir.

Ni Lucifer ni los hombres supieron apreciar el don de la libertad; no supieron emplear correctamente la libertad. No fue un error de Dios el darnos la libertad. Nos hizo libres para ser "parecidos a él" (Génesis 1:26) y poder amar, porque "Dios es amor" (1 Juan 4:8). ! Sin libertad no puede haber amor; el amor no se puede imponer a la fuerza.

El hombre, aún el más malo, aún lleva en sí algo de esa semejanza con Dios que lo atrae hacia él, muchas veces inconscientemente, y al rechazar a Dios no puede ser feliz, pero sigue queriendo ser feliz y, al no encontrar la felicidad en el Dios que ha rechazado, busca la felicidad en falsos sustitutos: dinero, poder, sexo desordenado y todos los vicios.

Ese afán de felicidad es natural a todos los hombres. Por eso deseamos sanarnos de los males que nos quieren quitar la felicidad. Es natural también que, los que creen en Dios, busquen en él esa sanación. Ya la Biblia lo dice: "Yo, el Señor, soy que te sana" (Éxodo 15:24).

La sanación

A menudo buscamos primero sanarnos de los males físicos y enfermedades, pero hay también males espirituales que causan mayores daños y dolor: problemas emocionales, afectivos o de la voluntad, problemas en nuestras relaciones con los demás, obsesiones, tales como miedos, angustias, recuerdos dolorosos, odios, deseos de venganza, sexo desordenado.

Jesús no dudó en atender a los enfermos sanando sus dolencias, muchas veces haciendo milagros, pero sobre todo quería sanar los males del alma que son más dañinos: quitar el pecado, fortalecer la fe. Por eso, al paralítico de Cafarnaún le perdona primero sus pecados antes de curar su parálisis; a algunos les pide fe antes de curarlos: " ¿ Crees? (Mateo 8:28). Otro le contesta: "Creo, pero aumenta mi fe" (Mateo 9:24).

El orar por los enfermos es una obra de amor muy agradable al Señor. Muchos tienen el "don de sanación", don que da el Espíritu Santo (1 Corintios 12:9). Sentir piedad y compasión por el que sufre puede ser una señal de que tenemos ese don, pero si no me atrevo a orar no habrá sanación y nuestra compasión quedaría estéril. Tal vez me detiene el miedo al "qué dirán" si no sucede nada. Generalmente, el que ora no i sabe lo que va a hacer el Señor. Podemos rechazar la enfermedad como rechazamos al demonio, pero no podemos dar órdenes a Dios; hemos de acatar lo que Dios disponga. De cualquier forma, mi oración no se pierde, Dios la puede aplicar de otra manera de la que yo pensaba. Es diferente en el caso de que Dios haga saber al que ora lo que va a hacer.

Consideraciones para los que oran.

Tal vez en la Renovación en el Espíritu, como en algunas sectas y otras religiones, a veces falta algo de discernimiento al orar por sanación. Vamos a ver tres casos:

A. Es posible que el enfermo "busque los milagros del Señor y no busque al Señor de los milagros". Jesús reprochó a algunos por I eso: "Ustedes me buscan porque comieron panes hasta saciarse y no porque hayan entendido las señales milagrosas" (Juan 6:26). Por eso, antes de orar es conveniente tratar de que el enfermo tenga una actitud correcta. No siempre se conseguirá, pero hay que intentarlo y después confiar en el Señor que tiene su tiempo y sus caminos para obrar.

B. No tener en cuenta el valor redentor del sufrimiento. Ningún padre amó a su hijo como Dios Padre amó a su Hijo y, sin embargo, le pidió que viniera a la tierra a salvarnos, sabiendo que le costaría hasta su última gota de sangre derramada en la cruz. Si hubiera habido otra manera mejor de salvarnos, la hubiera escogido, pues para él nada es imposible. Jesús aceptó y nos redimió con su pasión dolorosa.

Pero, además, "Jesús ofrece a los hombres la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual de salvación" (Vaticano II - Gaudium et Spes 225). María fue la primera en asociarse a su Hijo en su dolor y por eso es "Corredentora". Y Jesús sigue invitando a algunos a "tomar su cruz y seguirle" (Mateo 16:24) porque él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas" (1 Pedro 2:21) (Ver C.I.C. No.618).

Los hombres pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por sus acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos. Entonces llegan a ser plenamente "colaboradores de Dios y de su Reino" (1 Corintios 3:9 y Colosenses 4:11) (C.I.C. 307).

A veces encontraremos enfermos a quienes Jesús ofrece el privilegio de asociarse a él en su obra redentora. Los reconoceremos por la paz que brota de ellos al aceptar y unir su dolor al de Cristo. Podemos orar por ellos, pero diciendo en alguna forma que "damos gracias a Dios por aceptar el dolor de... unido a los de Cristo y María" "pedimos fortaleza para sobrellevar sus sufrimientos" y "pedimos su curación o liberación cuando sea la voluntad divina".

Como ejemplo: A Patricia Devlin, ciega de nacimiento, que ha recibido la gracia de hablar con sus ángeles, el Señor le pide a veces que "si quiere" acepte un sufrimiento por un alma en peligro de condenarse. Cuando ella acepta, recibe un dolor intenso en alguna parte de su cuerpo, a veces también siente una gran angustia. Generalmente dura unas horas y todo se va como vino sin dejar consecuencias. Su ángel custodio le dice a veces que esa alma se salvó, pero hay algunas que no aceptan la gracia y se condenan. Ella tiene un Master en Psicología de la Universidad St. Paul Minnesota y trabaja en Lubbock, Texas, como , consejera matrimonial. Ha sufrido mucho y ha tenido muchas experiencias sobrenaturales que por obediencia narra en su libro "The Light of Love" (1995-1998 Queenship Publishing, P.O.Box 42028, Santa Bárbara, CA 93140 2028. Está traducido al español; misma dirección).

C. Las enfermedades corporales se ven y su curación puede ser comprobada más fácilmente. Las enfermedades del alma se ocultan muchas veces y son más dañinas. A veces pueden ser obstáculo para llevar una vida cristiana. Diremos algo sobre algunas que son más frecuentes.

El miedo. La primera consecuencia del pecado de Adán y Eva fue el miedo: "Te oí andar por el jardín y tuve miedo porque estoy desnudo, por eso me escondí" (Génesis 3:10). En Génesis 3:7 dice que después de pecar "se les abrieron los ojos". Sentirse desnudo es verse como uno es, lo que muchas veces da miedo. Cuando abrimos los ojos a lo que hemos hecho, o a lo que nos rodea, es natural que sintamos miedo. El miedo tiene un efecto destructor que el demonio aprovecha para llevarnos a desconfiar de Dios. Si no resistimos a la tentación caemos en un pecado que ofende a Dios por creer que no es bueno ni misericordioso.

Por eso, en la Biblia, Dios nos dice muchas veces que no tengamos miedo: "Busqué al Señor y me libró de todos mis temores... Los que buscan al Señor no carecen de nada" (Salmo 33:5y11). "El Señor es mi Pastor, nada me falta... ningún mal temeré..." (Salmo 22: 1 y 4). La condición es clara: buscar y seguir al Señor. Entonces podré decir: "En Dios confío y ya no temo, ¿ qué podrá hacerme un hombre?" Salmo5:12).

En los Evangelios, Dios, por medio de un ángel, le dice a Zacarías, a María, a los pastores, a José, a las mujeres que van al sepulcro después de la resurrección: "No tengan miedo" (Lucas 1:12, 1:29, 2:10 y Mateo 1:20 y 28:5) y Jesús le dice lo mismo a sus discípulos (Mateo 8.26, 10:31, 14:27, 28:10; Lucas 12.4, 12: 32). Tanta insistencia nos hace ver lo frecuente que es el miedo y la necesidad de curarlo. El remedio es aumentar nuestra fe y creer de verdad que Dios nos ama, no porque seamos buenos sino porque él es bueno.

A veces el miedo viene de recuerdos dolorosos, tal vez inconscientes, y que Dios puede revelar al que ora. El enfermo puede librarse de los malos efectos de esos recuerdos volviendo a ver esa situación desde los ojos de Dios. Ver cómo Dios, en ese momento no lo abandonaba y lo seguía amando.

Las obsesiones son impulsos muy fuertes provocados muchas veces por el demonio, hacia algún vicio: odio, venganza, sexo, violencia. También el miedo puede convertirse en obsesión. Cuando la obsesión proviene del demonio puede necesitarse un exorcismo, aunque no siempre es necesario un exorcismo formal hecho por un sacerdote, puede bastar el exorcismo privado hecho por el que ora.

Es posible que el que sufre de estos males no quiera hablar ante un grupo de sus problemas. Hay que respetar su deseo de privacidad, como se hace en la confesión. El que dirige la oración puede atenderlo privadamente y, si tiene un equipo, lo cual es de desear, pedirle al equipo que se ponga en oración mientras él ora por el enfermo.

Conclusión

Es posible orar uno mismo por su propia sanación si sabe cómo hacerlo. Si no obtiene resultados es conveniente pedir ayuda a quien sepa. El pedir ayuda es ya un acto de humildad que Dios recompensa.

Uno puede orar sólo por otro, pero siempre se recomienda la comunidad, un equipo de oración que ore por los enfermos. Jesús nos dice: "Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo dará, porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18:19-20).

Es muy bueno que el equipo que va a orar por un enfermo se reúna antes para ponerse en manos de Dios y hacer que el Espíritu Santo los guíe en su oración y también acudir a la Santísima Virgen, Madre de los Dolores, para que acompañe al enfermo que sufre y lo prepare a recibir la sanación aceptando plenamente la voluntad de Dios.

Saturday, December 17, 2011

Las Revelaciones de Santa Brígida de Suecia

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Palabras de Cristo a su esposa (La Iglesia) sobre la manera y respeto con que se debe conducir en la oración, y sobre tres clases de personas que sirven a Dios en este mundo.

Libro 1 - Capítulo 14


“Yo soy tu Dios, el que fue crucificado en la cruz, verdadero Dios y hombre en una persona, y el que está presente todos los días en las manos del sacerdote. Cuando me ofrezcas una oración, termínala siempre con el deseo de que se haga mi voluntad y no la tuya. Cuando rezas por alguien que ya está condenado no te escucho. A veces tampoco te oigo si deseas algo que pueda ir contra tu salvación. Es, por ello, necesario que sometas tu voluntad a la mía, porque como Yo sé todas las cosas, no te proveo de nada más que de lo que es beneficioso. Hay muchos que no rezan con la intención correcta y es por esto que no merecen ser atendidos. Hay tres tipos de personas que me sirven en este mundo.

Los primeros son los que creen que soy Dios y el proveedor de todas las cosas, que tiene poder sobre todo. Estos me sirven con la intención de conseguir bienes y honores temporales, pero las cosas del Cielo no les importan y están hasta dispuestos a perderlas con tal de obtener bienes presentes. El éxito mundano se ajusta completamente a su medida, según sus deseos. Puesto que han perdido los bienes eternos, Yo les compenso con consuelos temporales por cualquier buen servicio que me hagan, pagándoles hasta el último cuadrante y hasta el último punto.

Los segundos son los que creen que soy Dios omnipotente y Juez estricto, pero me sirven por miedo al castigo y no por amor a la gloria celestial. Si no me temieran no me servirían. Los terceros son los que creen que soy el Creador de todas las cosas y Dios verdadero y los que me creen justo y misericordioso. Estos no me sirven por miedo al castigo sino por divino amor y caridad. Preferirían soportar cualquier castigo, por duro que fuese, antes que provocar mi enfado. Éstos merecen verdaderamente ser escuchados cuando rezan, pues su voluntad coincide con mi voluntad. El primer tipo de sirvientes nunca saldrá del castigo ni llegará a ver mi rostro. El segundo, no será tan castigado, pero tampoco alcanzará a ver mi rostro, a menos que corrija su temor mediante la penitencia.”

Tuesday, December 13, 2011

ORACIÓN DE SAN FRANCISCO ANTE EL CRISTO DE SAN DAMIÁN

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El proceso de conversión de San Francisco fue largo, y en él se inserta esta oración. El Señor lo iba conduciendo mediante acontecimientos sucesivos por caminos que Francisco no acababa de entender ni sabía a donde le llevaban. Su gran preocupación era conocer la voluntad de Dios, saber lo que el Altísimo le pedía, y acertar el rumbo que debía emprender, para lo que recurría a la oración. Un día en que paseaba junto a la iglesia de San Damián, llevado del Espíritu entró en ella y se puso a orar fervorosamente ante la imagen del Crucificado, que piadosa y benignamente le habló así: «Francisco, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo». La mayoría de los testimonios de los manuscritos dice que fue entonces cuando Francisco recitó esta oración como respuesta al mandato que acababa de recibir. El contenido de la oración encaja perfectamente en las circunstancias del acontecimiento. Pero es de lo más normal que, en sus largas horas de oración buscando los caminos del Señor, el joven Francisco le pidiera que Su luz disipara sus tinieblas, y que las virtudes y los frutos del Espíritu le permitieran conocer y cumplir, sin demora ni tergiversación, la voluntad de Dios. Ciertamente, esta oración, en su densa brevedad, puede ser la oración de multitud de cristianos.

Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


Libro Jesús Esta Vivo - Padre EmilianoTardif

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(Tomado de la pagina www.reinadelcielo.org)

El Padre Emiliano Tardif fue un extraordinario misionero de la Renovación Carísmática, movimiento que ha dado a la Iglesia un nuevo testimonio de la acción del Espíritu Santo entre nosotros. El Padre Tardif no quiso en sus inicios pertenecer al Movimiento de la Renovación, pero fue el Espiritu Santo el que lo convenció de su misión de vida. A partir de alli todo cambió, y fue una Gracia que se derramó sobre el mundo lo que vivió este hombre del Señor.

El libro Jesús está Vivo es una de las más refrescantes novedades que hemos leído en muchos años. Es una forma de comprender lo que Dios espera de nosotros, como miembros de Su Iglesia. Les recomendamos este libro, para que Dios nos abra los ojos del alma y brote la fe en nuestro dormido corazón.

Oración Para la Sanación del Alma



Señor Jesús, Te pido por mi alma. Las consecuencias del pecado se reflejan en ella. Por eso muchas veces me siento nervioso e irascible, impaciente y vengativo. La malas costumbres ya se enraizaron en mi alma. Quedaron las cicatrices de las heridas que me dificultan amar al prójimo. Me volví muy desconfiado por causa de las experiencias que acumulé. Purifica, o Señor, mi subconsciente. Penetra en él con tu luz para que las tinieblas no lo envuelvan.

Con el poder de tu gracia, toca lo más profundo de mi alma que está amarrada a las cosas materiales, de donde provienen mis miedos. Purifícame para que mi espíritu esté más abierto a Ti. Cúrame de la desconfianza que pueda tener de Ti y de tu palabra.

Te pido, Señor Jesús, que me cures de toda conmoción negativa y de los traumas oriundos de los fracasos y planes no realizados. Purifícame de toda tiniebla interior y cuida de las heridas que se encuentran en la médula de mi subconsciente. En el poder de tu nombre, Jesús, y de acuerdo con tu Palabra, ahora mismo yo aniquilo todo raciocinio y todo orgullo que se levantan en mí contra el conocimiento de Dios y esclavizo todo pensamiento y lo reduzco a la obediencia a Ti. (II Co 10,5).
Te pido además, Señor Jesús, que mi alma sea renovada por el poder de tu Santo Espíritu y de tu Palabra y que solamente lo que sea verdadero, noble, justo, puro, amable, de buena fama, virtuoso y digno de alabanza ocupe mis pensamientos (Flp 4,8) Que tu paz, que sobrepasa toda inteligencia, guarde mi corazón y mis pensamientos en Cristo Jesús (Flp 4,7).

Ruego, ahora por las personas espiritualmente enfermas y sumergidas en problemas. Alíviales las cargas y cura las llagas originadas en su enfermedad espiritual.
Protege a los niños y a los jóvenes que recibieron esta triste herencia. ¡Libéralos de las depresiones, miedos, neurosis y de todos los problemas psíquicos! Cura también a los que se quedaron psíquicamente enfermos por causa de la falta de éxito en la familia, en la escuela o empleo. Aparta de ellos cualquier idea de suicidio y líbralos de cualquier pensamiento opresor.

¡Jesús, sé Tú el único Señor de nuestra alma! Libera con tu sangre preciosa a las personas que practican el ocultismo y la hechicería, cuyas consecuencias las llevan a la oscuridad y a la muerte espiritual. ¡Restituye a las almas la paz y la serenidad! Amén.

Ruegan por nosotros, Oh Virgen María de Guadalupe, madre de Dios y nuestra. En nombre de Jesús. Amén.

Oracion Para la Familia.

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¡¡¡ Quédate con Nosotros !!!

Quédate con nosotros Señor,
Cuando nuestra familia está unida,
Cuando la risa y la alegría hacen que la vida sea más fácil.

Pero recuérdanos que la paz y la dicha verdadera
Sólo se alcanzan a costa de sacrificio.
Sin él, en nuestro trato mutuo, prevalece el egoísmo,
el malhumor y la indiferencia.

Quédate con nosotros Señor,
Si hay dificultades en nuestro hogar,
si hay discordia entre papá y mamá,
incomprensión entre ancianos y jóvenes,
indiferencia entre hermanos y hermanas.

Que tu presencia sea el lazo de unión entre nosotros.
Aleja los celos y las peleas.
Rompe ese silencio que nos llena de amargura.

Quédate con nosotros Señor,
Cuando haya enfermedad en nuestro hogar.
Es entonces cuando necesitamos tener valor y confiar en Tí.

Tú sabes que es lo mejor para cada uno.
Haz que te pidamos siempre cumplir tu voluntad, en toda circunstancia,
Con salud o enfermedad, en el éxito y en el fracaso,
En la vida y en la muerte.

Quédate con nosotros Señor,
Para que podamos amarnos como Tú nos has amado.
Quédate con nosotros, ayúdanos a lo largo del día
Hasta que llegue la noche y se calme la agitación de la vida
y el trabajo esté terminado.
Entonces por tu misericordia, concédenos un refugio seguro,
un descanso santo y, al final tu paz. AMÉN

EL HORARIO PARA LOS DULCES Y DEMÁS CARBOHIDRATOS

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Por la mañana, el organismo es más efectivo con la acción de la insulina, la hormona que traslada la glucosa sanguínea a los músculos. Por eso, cuando ingerimos hidratos de carbono por la mañana, una fugaz elevación de la insulina introduce el azúcar en los músculos, aumentando la energía y no la grasa de reserva. Por este motivo, las harinas y los dulces ingeridos en la mañana no engordan. El consumo de carbohidratos por la mañana aumenta la serotonina cerebral, reduciendo la adicción a los dulces que sienten los obesos al atardecer.

En las horas nocturnas, el organismo responde menos a la acción de la insulina. Por eso, cuando se comen azúcares o harinas de noche, la insulina tiene que elevarse mucho más, y como no puede trasladar los azúcares a los músculos, los desvía hacia la grasa de reserva, el tejido adiposo. A la noche, al comer carbohidratos, uno engorda pero no aumenta su energía, porque en las noches la insulina es poco eficiente.

Como la insulina es ineficiente en las noches, en respuesta a una comida rica en harinas hay una mayor y más prolongada elevación de la insulina, lo que produce los siguientes efectos:

Aumento de los triglicéridos
Disminución del colesterol protector
Aceleramiento de la aterosclerosis
Elevación de la presión arterial
Acumulación de grasas mientras se duerme

La enzima limitante de la síntesis del colesterol se eleva dentro del hígado durante la noche y alcanza su pico hacia la medianoche. Esto facilita mucho más la formación de colesterol en las personas que destinan el mayor número de calorías a la cena. Para las personas de hábitos nocturnos, los alimentos, en lugar de servirles como fuente de energía y salud, se convierten en provocadores de obesidad y aceleran la aparición de la diabetes, infartos y accidentes cerebrovasculares.

Se ha comprobado que la tristeza, la angustia y el desenfrenado deseo de comer dulces o hidratos de carbono que ocurre al atardecer en muchas personas y en todos los obesos se controla cuando comemos carbohidratos y dulces en la mañana. Esto se produce porque al comer dulces e hidratos de carbono por la mañana se eleva y se mantienen elevados durante el resto del día los niveles de serotonina. Al evitar el descenso vespertino de la serotonina se reducirán los impulsos adictivos hacia los hidratos de carbono, en especial los dulces.

Para nuestro organismo, todas las harinas, cereales y dulces (además de las legumbres, frutas y verduras) son azúcares, o más precisamente carbohidratos, y al consumirlos en la mañana no nos engordan. Por lo tanto, desde el pan hasta las galletas, las papas, el arroz, los helados, los chocolates, las frutas, los caramelos, los cereales y otros más son bioquímicamente entendidos como hidratos de carbono.

Desayunar unas rodajas de pan con dulce por la mañana no es algo que a la mayoría de las personas les resulte difícil, excepto para muchos de los obesos, quienes casi ni desayunan o no lo hacen en lo absoluto. Pero para lograr bajar de peso, es importantísimo incluir todos esos hidratos de carbono, que le provocarían una tentación irresistible a la tarde, en el desayuno. Si desayunas ligeramente con unas rodajas de pan, con o sin dulce, y por la tarde o noche te mueres por comer chocolates o dulces de panadería o ravioles o espagueti con salsa y crema, deberás empezar a acostumbrarte a incluirlos a la mañana en tu desayuno – esto te protegerá de la tentación y del deseo de comerlos por la tarde o noche.

Y si por el contario, con la finalidad de adelgazar, decides no comer carbohidratos a ninguna hora porque crees que así lo harás más rápido, llegará un día en el que ese deseo reprimido será incontrolable, lo cual puede ser muy peligroso porque terminarías comiendo todos esos hidratos de carbono que te prohibiste a la hora que te engordan, por la tarde o noche, ya que los niveles de serotonina descenderán abruptamente por no haberle proporcionado a tu cuerpo por la mañana esos carbohidratos necesarios para mantenerla elevada durante el resto del día.

Recuerda que los dulces por la mañana no engordan, por lo tanto no lograrás ni bajar de peso más rápido ni nada positivo si al omitir los carbohidratos de la mañana terminas todos los días sintiendo un enorme deseo de comerlos al atardecer, que es cuando se convierten en grasa. El control del hambre y de la adicción es lo que garantiza que serás delgada/o en forma permanente.