Monday, January 9, 2017

BENDÍCEME, SEÑOR, UN AÑO MÁS


BENDÍCEME, SEÑOR, UN AÑO MÁS



Señor, bendice mis manos para que sepan acariciar sin aprisionar; para que sepan recibir sin poseer, y sostener sin condicionar dar sin calcular Bendice mis ojos para que vean detrás de la superficie; para que no se cierren por el miedo, pero nunca miren con ira; para que todos se sientan seguros por mi modo de mirarles. 

Bendice mis ojos para que miren y vean. Señor, bendice mis oídos para que sepan oír tu voz y perciban claramente el grito de los afligidos; que sepan cerrarse al ruido inútil de la palabrería, y escuchen sin cansancio el silencio de los enmudecidos; Bendice mis oídos para que siempre estén abiertos al que necesita publicar su memoria, su alegría o su dolor Señor, bendice mi boca para que dé testimonio de Ti y no diga nada que hiera o destruya; que sólo pronuncie palabras que siembren y alivien, y no calle nunca los nombres heridos. 

Bendice mi boca para que siempre bendiga y nunca traicione mi propia verdad. Señor, bendice mi corazón para que sea templo vivo de tu Espíritu ; que sepa dar calor y refugio; que sea generoso en perdonar, alegre en compartir, pronto en comprender, y compasivo. Llénalo de nombres de personas queridas, de personas sin nombre y también de otros nombres. 

Bendice, Señor, mis pies para que busquen la Paz y corran tras ella. Que construyan caminos para anunciarte, y eviten los senderos tortuosos que desembocan en la ostentación y la injusticia. Que reconozcan tus pisadas en el caminar de los humildes y respeten las huellas de todo caminante Bendice mis pies para que me los deje lavar y tener parte contigo. Bendíceme, Dios mío, para que puedas disponer de mí con todo lo que soy, con todo lo que tengo. Con todo lo que de Ti he recibido Bendíceme, Señor, en toda tu gente y en todos mis amigos para ti y para todo el año.


 Amén

GRACIAS SEÑOR, POR LA EUCARISTÍA


Gracias Señor, por la Eucaristía


Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed...

Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque nos amastes hasta el final, hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.

Gracias Señor, porque quisistes celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.

Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra...

Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía...

Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar..., y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti...

Saturday, December 17, 2016

MEDITACIONES DEL EVANGELIO PARA EL CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO


EXPERIENCIA INTERIOR

El evangelista Mateo tiene un interés especial en decir a sus lectores que Jesús ha de ser llamado también «Emmanuel». Sabe muy bien que puede resultar chocante y extraño. ¿A quién se le puede llamar con un nombre que significa «Dios con nosotros»? Sin embargo, este nombre encierra el núcleo de la fe cristiana y es el centro de la celebración de la Navidad.

Ese misterio último que nos rodea por todas partes y que los creyentes llamamos «Dios» no es algo lejano y distante. Está con todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo lo puedo saber? ¿Es posible creer de manera razonable que Dios está conmigo si yo no tengo alguna experiencia personal, por pequeña que sea?

De ordinario, a los cristianos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro interior. Por eso muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del universo. Otros lo buscan adorando a Cristo presente en la eucaristía. Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es Jesús.

El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera vivo dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nosotros podremos rastrear su presencia en nuestro entorno.

¿Es posible? El secreto consiste sobre todo en saber estar con los ojos cerrados y en silencio apacible, acogiendo con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está alentando y sosteniendo. No se trata de pensar en eso, sino de estar «acogiendo» la paz, la vida, el amor, el perdón… que nos llega desde lo más íntimo de nuestro ser.

Es normal que, al adentrarnos en nuestro propio misterio, nos encontremos con nuestros miedos y preocupaciones, nuestras heridas y tristezas, nuestra mediocridad y nuestro pecado. No hemos de inquietarnos, sino permanecer en el silencio. La presencia amistosa que está en el fondo más íntimo de nosotros nos irá apaciguando, liberando y sanando.

Karl Rahner, uno de los teólogos más importantes del siglo XX, afirma que, en medio de la sociedad secular de nuestros días, «esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». El misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en silencio conoceremos la alegría de la Navidad.

Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt 1,18-24


«Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado»



Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a considerar y admirar la figura de san José, un hombre verdaderamente bueno. De María, la Madre de Dios, se ha dicho que era bendita entre todas las mujeres (cf. Lc 1,42). De José se ha escrito que era justo (cf. Mt 1,19).

Todos debemos a Dios Padre Creador nuestra identidad individual como personas hechas a su imagen y semejanza, con libertad real y radical. Y con la respuesta a esta libertad podemos dar gloria a Dios, como se merece o, también, hacer de nosotros algo no grato a los ojos de Dios.

No dudemos de que José, con su trabajo, con su compromiso en su entorno familiar y social se ganó el “Corazón” del Creador, considerándolo como hombre de confianza en la colaboración en la Redención humana por medio de su Hijo hecho hombre como nosotros.

Aprendamos, pues, de san José su fidelidad —probada ya desde el inicio— y su buen cumplimiento durante el resto de su vida, unida —estrechamente— a Jesús y a María.

Lo hacemos patrón e intercesor para todos los padres, biológicos o no, que en este mundo han de ayudar a sus hijos a dar una respuesta semejante a la de él. Lo hacemos patrón de la Iglesia, como entidad ligada, estrechamente, a su Hijo, y continuamos oyendo las palabras de María cuando encuentra al Niño Jesús que se había “perdido” en el Templo: «Tu padre y yo...» (Lc 2,48).

Con María, por tanto, Madre nuestra, encontramos a José como padre. Santa Teresa de Jesús dejó escrito: «Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a él (...). No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer».

Especialmente padre para aquellos que hemos oído la llamada del Señor a ocupar, por el ministerio sacerdotal, el lugar que nos cede Jesucristo para sacar adelante su Iglesia. —¡San José glorioso!: protege a nuestras familias, protege a nuestras comunidades; protege a todos aquellos que oyen la llamada a la vocación sacerdotal... y que haya muchos.


+ Rev. D. Pere GRAU i Andreu 
(Les Planes, Barcelona, España)

Monday, October 3, 2016

EL CAMINO HACIA LA SANTIDAD


El camino hacia la santidad


Muchos piensan que la vida cristiana es complicada, que hay que saber muchas cosas, hacer muchas cosas… pero no; la vida cristiana es sencilla; podrá ser difícil, pues implica una lucha constante, pero no complicada. El camino espiritual tiene tres elementos: 1º tener clara la meta, 2º caminar hacia esa meta y 3º comenzar cada día.

La meta hacia la cual nos dirigimos es la transformación en Cristo (cfr. Rm 8,29), la unión con Dios-Trinidad, la santidad. Una meta que nos atrae y orienta nuestros pasos. El caminar hacia la meta puede expresarse de diversas maneras: vivir en atención amorosa a Dios, ser dóciles al Espíritu Santo, amar y actuar como Jesucristo, hacer la voluntad del Padre, creer en el amor de Dios y dejar que Él realice su obra en nosotros, vivir la fidelidad simple de hoy… Todo esto, con María y como ella. Y, por último, “comenzar todos los días, como si fuera el primero”, sin preguntarnos qué tanto avanzamos el día anterior o si nos detuvimos, nos desviamos o retrocedimos. Y si caímos, pues levantarnos, pedir perdón y volver a caminar. Estrenar a diario nuestra vida espiritual; tomar cada día nuestra cruz y reemprender el seguimiento de Jesús y la construcción del Reino.

Hemos de aplicar estos elementos en todos los ámbitos de nuestra vida: en la relación con nosotros mismos, en la relación con los demás (en la casa, la escuela, el trabajo, los amigos, la comunidad cristiana…), en la relación con Dios, en nuestra vida de ciudadanos, en el trabajo, en nuestro apostolado, en el cuidado y cultivo de la creación… Esto vale para la vida cristiana de un niño, un joven, un adulto o un anciano. También se aplica en el proceso espiritual de un laico, una religiosa o un sacerdote.

La Santidad es obra de Jesús pero Él no la impone. Requiere la respuesta libre del hombre: quien ama a Dios desea responderle con todo el corazón, se esfuerza y persevera con la ayuda de la gracia para vencer la tendencia de la carne.
        
Para ser santos

A. Empieza con Jesucristo. Él es quien te puede santificar. Heb 10: 9-10 “He aquí vengo, Dios para hacer tu voluntad”… en esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre.  La Biblia nos dice que la santidad es liberación completa del pecado. “La sangre de Jesucristo..., nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).
Lv 19:2 “Sean santos porque Yo el Señor soy Santo”. En estas palabras podemos entender que para acercarse a Dios se le exige al pueblo santidad, debemos hacer una reflexión de ¿Quién es Dios? No esforzándonos en ser nuestro propio dios sino permitiendo que Dios nos moldee más y más a su imagen día a día, es decir, acercarse a Dios implica que seamos transformados por su presencia al estar delante de Él.

B. Ver siempre a Cristo para seguir la santidad.  Heb 12: 1-2 “Fijemos nuestra mirada en Jesús en quien la fe empieza y termina”. 

C. Habite en Cristo. Tenga  fruto. Jn. 15:4,5 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como la rama no puede llevar fruto por sí sola, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto. Pero separados de mí, nada podéis hacer”.

La santidad no es la perfección absoluta, que sólo pertenece a Dios; ni es la perfección angelical, ni la perfección adámica, —porque indudablemente Adán tendría un modo de pensar perfecto, tanto como un corazón perfecto, antes que pecara contra Dios— sino que es perfección cristiana: aquella perfección y obediencia del corazón que llega a serle posible a una criatura caída a la cual auxilian el poder supremo y la gracia sin límites.

Es ese estado del corazón y vida que consiste en ser y hacer, todo el tiempo, —y no de vez en cuando y a saltos, sino de manera permanente— exactamente aquello que Dios quiere que seamos y hagamos.

Isaías 35:8 “Y habrá allí calzada y camino el cual será llamado camino de santidad… él mismo estará con ellos”.

Jesús nos dijo que Él es el camino, la verdad y la vida. El camino de la santidad es seguir  las huellas que Jesús nos dio para poder llegar a estar  un día con Él.

* Fuentes: La familia cristiana y Cristiano joven.

Friday, September 30, 2016

Oración de Sanación al Corazón de Jesús por un Enfermo


Dulcísimo Jesús, que dijisteis:

“Yo soy la Resurrección y la Vida”, que recibiendo y llevando en Vos nuestras enfermedades, curabas las dolencias de cuantos se te acercaban; a Ti acudo para implorar de tu Divino Corazón a favor de los enfermos, suplicándote por intercesión de tu Santísima Madre, la bienaventurada siempre Virgen María, salud de los enfermos, quieras aliviar y sanar en la presente enfermedad a tu siervo …….. , si es conveniente para su bien espiritual y el de mi alma.

Señor Jesús, que al funcionario real que te decía: “Venid, Señor, antes que mi hijo muera”, le respondisteis: “Vete, tu hijo vive”. Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que al ciego de Jericó, que sentado junto al camino te decía en alta voz: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”, le respondiste: “Recupera tu vista, tu fe te ha salvado”, y al momento vio. Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que diciendo: “Quiero, sé limpio”, limpiaste al leproso, que te decía suplicante: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que librasteis al mudo poseído del demonio, hablando luego con admiración a las turbas el que antes era mudo. Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que sanaste al enfermo que llevaba treinta y ocho años de su enfermedad, junto a la piscina de las ovejas, diciéndole: “Levántate, toma tu camilla y anda” y anduvo.
Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que delante del hijo muerto de la viuda de Naím, enternecido, dijiste a la madre: “No llores”; y tocando el féretro, añadiste: “Joven, a ti te digo, levántate”; entregándolo luego vivo a su madre. Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que dijisteis: “Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados”. Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que dijisteis: “En verdad, en verdad te digo, que todo cuanto pidieras al Padre, en mi Nombre, os lo dará”. Sánalo, Señor.

Omnipotente y sempiterno Dios, eterna salud de los que creen, escúchanos en bien de tus siervos enfermos, por quienes imploramos el auxilio de tu Misericordia; a fin de que recobrada la salud, te den en tu Iglesia ferviente acción de gracias. Por Cristo Nuestro Señor. Así sea.

Thursday, September 29, 2016

ORACIÓN PARA UNA VISITA A JESÚS SACRAMENTADO


Oración para una visita a Jesús Sacramentado


¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco.

Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?

Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.

Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.

No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.
Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.

Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del amor.

Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos.

Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.

Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.

Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo.

Amén.

VEN, ESPÍRITU CREADOR

VEN, ESPÍRITU CREADOR 



Ven, Espíritu Creador, 
visita las almas de tus fieles 
y llena de la divina gracia los corazones, 
que Tú mismo creaste.
Tú eres nuestro Consolador, 
don de Dios Altísimo, 
fuente viva, fuego, caridad 
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones; 
Tu, el dedo de la mano de Dios; 
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. 
Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones; 
y, con tu perpetuo auxilio, 
fortalece nuestra débil carne. 
Aleja de nosotros al enemigo, 
danos pronto la paz, 
sé Tú mismo nuestro guía, 
y puestos bajo tu dirección, evitaremos todo lo nocivo. 
Por Ti conozcamos al Padre, 
y también al Hijo;
y que en Ti, Espíritu de entrambos, 
creamos en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre, 
y al Hijo que resucitó, 
y al Espíritu Consolador, 
por los siglos infinitos. Amén.

V. Envía tu Espíritu y serán creados.
R. Y renovarás la faz de la tierra.


Oremos.
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.Por Jesucristo Nuestro Señor. 
R. Amén.

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO EN IMÁGENES









Sunday, July 24, 2016

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO




 Consagración al Espíritu Santo


Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén

(Rezar un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice)

EL BAMBÚ JAPONES


EL BAMBÚ JAPONÉS


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita seas!"

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas la planta de bambú crece más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer?

No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos, ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, si está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando este al fin se materialice.

El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.


Tuesday, July 5, 2016

Una Sencilla pero Poderosa Oración de Sanación Interior





Derrama tu paz, Señor de mi vida. Dice Isaías en el capítulo 6 que Él es príncipe de paz.

Entrega al Señor tus aflicciones, preocupaciones, tus miedos, angustias, soledades, confusiones, tus amarguras y vacíos… Entrégale al Señor tus complejos, culpabilidades, tus estados de ánimos, traumas, dile: "aquí estoy delante de Ti, con mis problemas, con mis enfermedades, con todas mis situaciones" 

De inmediato, busca un espacio de silencio y comienza a hacer tuyas estas palabras. Con mucha fe, pronuncia cada una de ellas, como si estuvieses mirando el rostro del Señor en estos momentos.

Oración de Sanación

Señor, sé que Tú me amas y me bendices, todos los días te alabo, te bendigo, te doy gracias porque eres grande y maravilloso, bendito seas.

En este momento quiero entregarte, darte, donarte todos mis problemas porque sé que Tú me puedes ayudar, porque sé que Tú me puedes dar la paz que necesito.

Buen Jesús, en los momentos de oscuridad ilumina mi vida, sé el sol que se asoma por mi ventana, permíteme saber hacia dónde caminar.

Te pido, amado mío, que en los momentos de tristeza me des alegría. Me entrego a Ti y te suplico que actúes en mi corazón. Tú sabes que necesito de Ti, de tu protección, de tu fortaleza. Sin Ti no soy capaz de vencer, sin Ti los problemas me vencen pero contigo todo lo puedo. Te digo Señor que Tú eres un Dios bueno, alabado y glorificado seas.

Tú conoces mis debilidades y angustias en este momento, te pido que me llenes de tu bendición. Sé que Tú, en este momento estás pasando por aquí, Tú estás llenando de paz y serenidad a todos los que en este momento rezan esta oración, gloria a tu nombre bendito por siempre.

Ven Señor a tocar mi corazón que te necesita por diferentes situaciones, hoy te necesito más que nunca en mi vida. Ven Señor en mi ayuda, ven en mi auxilio, clamo a Ti, clamo por tu protección, clamo por tu fortaleza, clamo por tu perdón. Entra a mi corazón y renuévame, quita de mí las indecisiones, la tristeza, la melancolía, todo sentimiento de fracaso, de depresión, fobias, miedos, temores… Toma Señor mi dolor, bendito seas Jesús.

Mueve tu mano sanadora en mí, mueve Señor, tu mano poderosa para sentirme fortalecido. Que pueda yo creer en Ti. A pesar de que mi vida sentimental esté pasando por momentos duros, mira la crisis de: (mi matrimonio, mi trabajo, mi hogar, mis familiares) Las cosas no salen como las espero, Señor mío. Confío en Ti, confío en tu amor, sé que sólo Tú me puedes dar lo que nadie me puede dar. Tú eres el amigo que nunca falla. Señor, transfórmame con tu poder y tu misericordia. Bendito seas Jesús, bendito sea tu Santo Nombre.

Hoy, quiero entregarte Señor, todo mi tiempo, mis emociones, mis sentimientos, mis pertenencias, mis bienes materiales, mi vida, mi enfermedad. Te entrego, Señor mío, todo, absolutamente todo lo que tengo y todo lo que soy.

Santo, Santo, Santo eres Señor, Dios del Cielo y de la tierra, digno de adoración. Bendito y alabado seas, Santo eres Tú. Gloria a Ti, Gloria y alabanza por siempre.

Quiero unirme a los coros celestiales, a todos los coros angelicales y glorificarte con todos ellos. Te quiero bendecir por toda la eternidad con mi testimonio de vida. Tuyo soy Señor, tuyo soy. Sé que tu amor se derrama en mi vida en estos momentos y estás tocando lo profundo de mi corazón, sanando toda herida, toda frustración, todo dolor. Vienes a mi vida a darme consuelo y fortalecerme con tu compañía. Ven y quédate Jesús, quédate. Amén. 

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Padre Pedro José Guerra, S.E. | Publicado originalmente en PildorasdeFe.net