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Otros milagros en la región de Tiro y Sidón |
En las tierras de Tiro y Sidón
A la actividad
incesante en torno a Cafarnaum sucede un viaje a tierras
lejanas. Se trata del viaje por el Norte de Galilea
hacia el noroeste, en la región de Tiro y Sidon.
Desde allí, Cristo irá a buscar las fuentes del Jordán
y continuará hacia el sur hacia la Decápolis donde había
sido sanado el endemoniado energúmeno. "Y partiendo de allí se
fue hacia la región de Tiro y de Sidón. Y
habiendo entrado en una casa deseaba que nadie lo supiera,
pero no pudo permanecer oculto" (Mc). No quiere darse a
conocer, pero su fama transciende las fronteras de Israel, y
acuden las personas que ya tenían fe, más o menos
formada.
La mujer cananea
Entre los que acuden está la mujer cananea
o sirofenicia. El dolor la lleva a luchar por la
curación de la hija endemoniada. La insistencia revela un amor
que sabe superar las pruebas. La suya es una fe
y un amor humilde que no se molesta ni por
silencios, pues insiste; ni por palabras, que se podrían interpretar
como un rechazo o un desprecio. Lo importante es la
salvación de la hija, ella ¿qué importa? Y consigue lo
que pide, además de un elogio del Señor a su
fe.
"Después que Jesús partió de allí, se retiró a la
región de Tiro y Sidón. En esto una mujer cananea,
venida de aquellos contornos, se puso a gritar: ¡Señor, Hijo
de David, apiádate de mí! Mi hija es cruelmente atormentada
por el demonio. Pero Él no le respondió palabra. Entonces,
acercándose sus discípulos, le rogaban diciendo: Atiéndela y que se
vaya, pues viene gritando detrás de nosotros. Él respondió: No
he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la
casa de Israel. Ella, no obstante, se acercó y se
postró ante él diciendo: ¡Señor, ayúdame!. Él le respondió: No
está bien tomar el pan de los hijos y echárselo
a los perrillos. Pero ella dijo: Es verdad, Señor, pero
también los perrillos comen de las migajas que caen de
las mesas de sus amos. Entonces Jesús le respondió: ¡Oh
mujer, grande es tu fe! Hágase como tú quieres. Y
quedó sana su hija en aquel instante"(Mt).
El sordomudo
La porfía entre
Jesús y la mujer, la imagen de los perros y
los cachorros, conmueven al Señor. A través de esta mujer,
ve el amor y la fe que busca entre los
hombres. La alegría de la mujer ante la niña sanada
tuvo que ser enorme; el agradecimiento inunda su alma. Una
vez más el milagro fue en Galilea; y, como antes,
corre la voz del nuevo signo divino y las gentes
acuden hacia Él. Un milagro realizó después, el del
sordomudo. Esta vez el milagro lo va a realizar con
parsimonia, con gestos y con oración, con palabras, como con
esfuerzo. Y todos lo comentan.
"De nuevo, saliendo de la región
de Tiro, vino a través de Sidón hacia el mar
de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. Le traen
un sordo y mudo, y le ruegan que le imponga
su mano. Y apartándolo de la muchedumbre, metió los dedos
en sus orejas, y con saliva tocó su lengua; y
mirando al cielo, dio un suspiro, y le dice: Effetha,
que significa: ábrete. Al instante se le abrieron los oídos,
quedó suelta la atadura de su lengua y hablaba correctamente.
Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero
cuanto más se lo mandaba, tanto más lo proclamaban; y
estaban tan maravillados que decían: Todo lo ha hecho bien,
hace oír a los sordos y hablar a los mudos"
(Mc).
Segunda multiplicación de los panes
El paso por la Decápolis no
fue tan oculto como su estancia en la región fenicia.
La cercanía de Galilea y la acción del antiguo endemoniado,
liberado de sus cadenas, influyó; y se juntan multitudes para
escuchar al Señor y beneficiarse de sus milagros. Aquí podemos
situar la segunda multiplicación de los panes y de los
peces, similar a la primera a orillas del lago en
Tabgha. Se repiten los mismos hechos, salvo el número de
los presentes y la cantidad inicial de alimento. "En aquellos
días, reunida de nuevo una gran muchedumbre que no tenía
qué comer, llamando a los discípulos les dice: Siento profunda
compasión por la muchedumbre, porque ya hace tres días que
permanecen junto a mí y no tienen qué comer; y
si los despido en ayunas a sus casas desfallecerán en
el camino, pues algunos han venido desde lejos. Y le
respondieron sus discípulos: ¿Quién podrá abastecerlos de pan aquí, en
el desierto? Les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete.
Y ordenó a la multitud que se acomodase en el
suelo. Tomando los siete panes, después de dar gracias, los
partió y los fue dando a sus discípulos para que
los distribuyeran; y los distribuyeron a la muchedumbre. Tenían también
unos pocos pececillos; después de bendecirlos, mandó que los distribuyeran.
Y comieron y quedaron satisfechos, y recogieron de los trozos
sobrantes siete espuertas. Los que habían comido eran alrededor de
cuatro mil, y los despidió"(Mc).
De regreso en Galilea
Al volver a
Galilea le esperan con ansia las multitudes con enfermos de
todos los estilos. Jesús les cura, y todos se maravillan
de nuevo dando gloria a Dios. "Y cuando Jesús salió
de allí, vino junto al mar de Galilea, subió a
la montaña y se sentó. Acudió a él una gran
multitud llevando consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos
enfermos, y los pusieron a sus pies y los curó;
de tal modo que se maravillaba la multitud viendo hablar
a los mudos y quedar sanos los lisiados, andar a
los cojos y ver a los ciegos, por lo que
glorificaban al Dios de Israel"(Mt). Los apóstoles han podido comprobar una
vez más, que el reino de Jesús, se extiende más
allá de las fronteras de Israel. Es natural que, en
un principio, sintiesen un cierto rechazo; pero deben aprender a
ensanchar sus horizontes y a mirar el corazón de los
hombres, que es el modo divino de juzgar.
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