-Me llamo Elena Gaspoz, soy de Evolene, Suiza, tengo 43 años, casada desde hace 21 años y tengo 3 hijos de 16, 18 y 20 años. Sufría hasta la primavera pasada de un cáncer generalizado, que empezó en los huesos. Hace 10 años me hicieron un transplante óseo y 3 semanas mas tarde el médico nos anunció el resultado: tumor maligno de huesos. Apreciamos su sinceridad, pero me afectó moralmente. "No quiero morir", le dije, "tengo 3 hijos qué educar, uno de ellos con una grave enfermedad, y mi esposo se acaba de accidentar". Se puso pensativo y me contestó: "Mientras no llegue a la columna, se pueden cambiar las piezas".
Desafortunadamente, la enfermedad empeoraba y llegó a la columna. Se hablaba de hernia de disco, pero supe por otro médico que no quería operar por el desgaste de huesos y que la enfermedad progresaba.
Pasó el tiempo con alzas y baja, hasta que un día un intenso dolor de espalda fue seguido de parálisis de las dos piernas. Hospitalizada 3 días, me examinaron completamente, me dieron fuertes analgésicos y pasé meses enteros en la cama sin siguiera mover la cabeza. Mi marido fue maravilloso, nunca dejó de alentarme y de ayudarme a orar. Poco a poco, gracias a la oración y al amor de los míos, volví a caminar. Sin embargo, todo mi cuerpo estaba afectado, tenía 5 años con una llaga en la garganta que no sanaba y los médicos no me daban esperanza. Mi curación empezó el sábado 1º de junio, en la reunión con E. Tardif en Síon.
Cuando Dios le reveló mi caso, no me di cuenta inmediatamente de que se trataba de mí: no había yo pedido mi sanación, había venido a ese encuentro para orar y encargar al Señor a mi marido y a mis hijos, porque los sufrimientos insoportables que sentía constantemente me hacían pensar que mi vida llegaba a su fin. Ahora, sentía un intenso calor que invadía mi cuerpo; mis hijas me decían que estaba toda roja. Después de la reunión, noté que no me dolía la espalda ni tenía que buscar el equilibrio para caminar. Unos amigos acompañantes de mi hijo médico dijeron: "Qué caliente estás, Elena". Les contesté que era sin duda el calor del Señor...
Llegando a casa, le hice notar a mi esposo que podía girar la cabeza, y en la noche me pude voltear en la cama sin dificultad, lo que no había hecho desde hacía años. Era como un sueño. Varias veces prendí la luz para observarme y comprendí que el Espíritu Santo me había atravesado.
Por la mañana, al despertar, era una mujer nueva: todos mis dolores habían desaparecido y, contrariamente al día anterior, mi boca no estaba llena de sangre. Me levanté sin ayuda, sintiéndome pequeña y ligera como una pluma; corrí a despertar a toda la familia gritando "¡el Señor me sanó!" llorando y cantando a la vez. Imagínense mi alegría, pues estaba enferma desde hacía 10 años.
Las siguientes 3 semanas las viví en una alegría extraordinaria. Ahora puedo afirmar: esos largos años de prueba hicieron crecer la fe y el amor en nuestro hogar. Quisiera decir a los enfermos que si su familia, amigos o médicos los abandonan, el Señor se queda con ellos. ¡Gracias Señor, eres maravilloso! ya no se puede dudar de tu resurrección, cada día nos pruebas que tú estás vivo entre nosotros, ¡Aleluya!
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Wednesday, October 23, 2013
Testimonio de Sanacion.
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Quiero un milagro de sanación para mí
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