Thursday, May 3, 2012

LA ENFERMEDAD MÁS PELIGROSA, MÁS DAÑINA Y MÁS CONTAGIOSA

Con la Colaboracion especial del padre Leonardo Roa Torres



¿YO O DIOS?

Un saludo fraterno y cariñoso para la persona que reciba y lea este mensaje de sanación interior.

Oremos: Espíritu Santo de Dios ven en mi auxilio y dame la gracia de abrir y gozarme con el regalo que me tienes con esta nueva experiencia de fe.

La Biblia, La Palabra de Dios, es viva y actual. Lo que le sucedió a Adán y Eva es lo que nos está sucediendo. Ellos “quisieron ser como Dios”, ellos quisieron ser grandes y cuando “se pusieron en el puesto de Dios” se les abrieron los ojos y se dieron cuenta que “estaban desnudos”, es decir, sin la gracia que Dios les había regalado (Génesis 3,1-13).

Cuando “yo quiero ser como Dios” con el tiempo, los tropezones y la misericordia de Dios me doy cuenta que soy pequeño, que no puedo hacer siempre lo que yo quiero y siempre lo que yo deseo. Entonces me enfermo y no tengo ni paz ni libertad.

LA PEOR ENFERMEDAD

Hoy en día hay enfermedades cada vez más raras y los médicos se van especializando en cada órgano del cuerpo, en cada parte del cuerpo. Hasta el punto que cada dedo de la mano tiene un especialista. Ya los médicos generales van quedando relegados. Los médicos de antes que trataban las enfermedades que circulaban en el ambiente van desapareciendo porque lo máximo son los especialistas. Es un gran regalo. Como dice la Palabra de Dios: “Los médicos son un regalo de Dios” (Eclesiástico, o, Sir. 38,1-10)

Hay problemas cuando se sube el azúcar en la sangre y puede llegar a un coma diabético. Cuando sube la presión y puede tener un infarto o una trombosis. Cuando sube el colesterol o los triglicéridos, los glóbulos blancos. En fin, cuando se suben los niveles de aminoácidos, de proteínas, de carbohidratos, de etc. Etc. Hasta el sobre peso (la gordura) se considera una fuerte enfermedad y por eso tantas dietas y tantos gimnasios para mejorar la salud corporal.

La pregunta es ¿cuál es la peor enfermedad del tiempo actual? ¿En qué porcentaje están las enfermedades del corazón, las de la sangre, las del cáncer, las de depresión, de los huesos, de desnutrición que causa tantas muertes de hambre? ¿Cuál es el índice más elevado y cuál es la más peligrosa?

Hoy más que nunca hay más cuidados, más medicina, más especialidades y abundan las enfermedades más raras y más complicadas.

La gran pregunta es: ¿Cuál es la peor enfermedad?

¿Podríamos decir que el YO, el EGO? Decimos rápido el “egoísmo”, vamos a llamarlo en este artículo el “yoísmo”. Cuando los índices del EGO, del YO están altísimos la muerte es segura. No sólo muero yo, sino que estoy matando a los que viven conmigo, a los que trabajan conmigo, a los que rezan y se congregan conmigo. Es peor que la bomba atómica.

Cuando… yo soy tal personalidad,… yo tengo tanto dinero,… yo puedo hacer y deshacer con el poder que yo tengo,… yo quiero conseguir lo que sea al precio que sea,… yo quiero hacer lo que quiero y hasta lo que me dé la gana,… yo busco mis intereses por encima de quien sea y como sea. En definitiva, cuando mi YO lo he alimentado o me lo han alimentado hasta alcanzar niveles peligrosamente altos. ¡Cuidado! ¡Stop! ¡Detente!

La enfermedad peor, la más contagiosa, la más alarmante. ¿Quién la puede curar? ¿Es posible curarla? ¿Qué avión tengo que tomar para llegar donde ese especialista? ¿En qué país, en que hospital, qué seguro me cubre, con quién puedo hablar para que me lleve o me oriente y me consiga urgente la cita? ¡Es cuestión de vida o de muerte! ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida, su alma? (Marcos 8,35-36). ¡El yo, lo mío es lo más peligroso!

¿JESUS DE NAZARET RESUCITÓ?

Este es el gran grito de victoria: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Ha resucitado. El testimonio de los Apóstoles: “Ese Jesús que Ustedes crucificaron y mataron Dios lo ha resucitado y nosotros somos testigos… Ha comido con nosotros (Hechos 3, 11-16; 4,7-12.32-33; 5,27-32; Juan 20,1-29; Lucas 24,1-12.13-35.36-43; Marcos 16,1-14).

Sin embargo, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, para muchos sigue muerto, ni se conoce. Otros que no han tenido la experiencia con el resucitado quieren matarlo hoy con películas y versiones contrarias a la Palabra de Dios. Y, después de 20 siglos no le hemos obedecido y por eso vivimos “como perros y gatos” y estamos enfermos sin paz y sin libertad.

Jesús resucitó ¿para qué? Cuántas respuestas nos darían. Una respuesta sencilla: Jesús resucitó para resucitar en mí. Entonces hay un enfrentamiento del yo, del ego con Jesús. O vivo yo o vive Jesús. Por eso San Pablo compartía esto bien: “Ya no vivo yo es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20). Entonces para que Jesús viva yo, Leonardo, tengo que morir a Leonardo. Cada uno puede colocar su nombre y repetir: yo… fulano-fulana de tal tengo que morir a…, a mi yo para que Cristo Jesús viva en mí, resucite en mí y yo sea una persona nueva (Juan 3,3-7).

Morir a uno mismo no es fácil, Jesús nos invita a dejarlo todo hasta uno mismo. Es fácil dejar familia, herencia, patria pero dejar el YO, el EGO es lo más difícil. A los 20 años terminando la Filosofía salí de misionero al Paraguay-Ecuador-Venezuela dejándolo todo: padre, madre, hermanos, herencia hasta patria como animaba Pío XII. Sin embargo, en la maleta de mi corazón llevaba mi yo, mi ego, a Leonardo. Como dice San Pablo: el hombre viejo.

Desde hace 39 años la lucha ha sido titánica. Ha habido temporadas donde Jesús ha tomado más fuerza y he tenido paz y la he contagiado. Pero ha habido temporadas donde mi YO ha tomado el control de mi vida y ha sido un desastre enfermándome y enfermando a muchas personas. Después de mi última enfermedad de, -julio 2011-febrero 2012, 8 meses-, el Espíritu Santo, ayudado de tantas oraciones, ayunos y sacrificios de tantos y tantos hermanos y hermanas, me está iluminando y dejando vivir esta nueva y maravillosa experiencia.

Viviendo como Vicario Parroquial de Las Terrenas y El Limón de Samaná desde Marzo 2012 y con la Bendición y gran bondad de mi Obispo Monseñor Jesús María de Jesús Moya, la ayuda fraterna y espiritual del P. Rigoberto Zamora. Toda la oración y la ayuda de tantos sacerdotes, religiosas, amigos, hermanos y, mis enfermeros privados: mi madre Carmen Julia y Félix Alberto mi hermano junto a los médicos, el Espíritu me ha mostrado la raíz de mi enfermedad.

Jesús nos enseña que si el grano de trigo muere da fruto (Juan 12,20-26). El murió y resucitó y sigue dando mucho fruto resucitando El en cada uno de nosotros. “Morir a uno mismo” y más en esta sociedad de tanta y tanta comodidad y tanto facilismo no es fácil. Todo va siendo a control remoto donde ya no se mueve uno, por internet se compra y todo le llega a la casa sin mayor esfuerzo. Una sociedad que ha creado todo tan fácil de adquirir que si uno se descuida un poquito “se lo lleva la corriente” y uno sigue arrastrando más gente a la amargura, a la desesperación, a la frustración, al sin sentido, al caos que estamos viviendo y respirando, que estamos oyendo, viendo por los medios de comunicación social. Nos causan admiración y espanto y, un futuro muy incierto: desde no poder dejar la casa uno o dos días porque alguien puede llevarse lo poco o mucho que tenga, matar a una persona por un celular y más hechos.

En esta última batalla, ocho meses de muerte y restauración, Jesús resucitado va ganado el mano a mano a mi yo y, la paz y la libertad interior y exterior se están dejando sentir. Con tal muera Leonardo, el “hombre viejo” del que Habla San Pablo donde no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero (Efesios 4,17-32; Col. 3,9-11; Romanos 7,14-15). Aprovechar todo y ofrecerlo todo para que mi yo muera (Colosenses 1,24).

¿MI VOLUNTAD O LA VOLUNTAD DEL PADRE?

Desde pequeño nos van torciendo y nos van dañando. El niño pequeño llora y patalea porque no le dan “lo que él quiere, su voluntad o su capricho o su antojo o su resabio, como se quiera llamar. ¿Qué se hace? Para que no llore, para que no fastidie, para que no moleste, para que deje en paz se le da lo que anda buscando. ¡Ojo pelao los papás y más cuidado los abuelos!

Nos gusta hacer lo que queremos, lo que me gusta, lo que me causa placer, lo que me divierte y luego nos estamos lamentando de los accidentes, de las enfermedades, de los desengaños de la vida. Pasamos de una etapa donde todo era pecado a la etapa en que todo es permitido “de acuerdo a lo de cada uno”, a lo que yo quiero y lo que a mí me parece. Hasta queremos hacer una Iglesia a nuestro parecer y no de acuerdo a la Palabra de Dios, a la que fundó Jesucristo (Mateo 16,18-19; Colosenses 1,24). Decimos: La Iglesia, refiriéndose a la Jerarquía y a las normas establecidas, debe cambiar en esto, debe aceptar esto y lo otro. Y ¿qué es eso otro? Lo que YO pienso, lo que me parece, lo que se me ajusta a mi modo de vivir. Al final cada uno hace lo de él, su voluntad. Convirtiendo “su yo” en parámetro o norma de actuar.

Jesús de Nazaret sólo hacía la voluntad del Padre, mi comida es hacer la voluntad del Padre, si es posible aparta de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero sino tu voluntad. En el Padre Nuestro que nos enseña: “Santificado sea tu nombre no el mío”, “Venga a nosotros tu Reino no el mío” y lo sella con “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Juan 4,31-34; Lucas 22,41-42; 2,48-50; Mateo 6,9-15). La voluntad de Dios no la voluntad mía.

¿CUÁL ES LA CLAVE?

Ahí está la clave: “hacer la voluntad de Dios y no la mía, aunque la mía parezca muy buena, muy piadosa o hasta muy santa”. Con tal no se haga mi voluntad: lo que quiero, lo que me propongo o lo que propuse, lo que insinué, lo que sugerí. De esta forma se va curando la enfermedad más peligrosa, más dañina y más contagiosa: El yo, el ego, el “yoísmo”.

Esa es la clave, pero el secreto es la medicina.

¿CUÁL ES EL SECRETO?

Ahora viene lo bueno. Ahora viene una de las medicinas buenas para sanar esta enfermedad madre y raíz de muchísimas enfermedades. Es algo muy sencillo.

ORAR CON PODER

Hay medicinas que son agradables y otras que son desagradables, ya sea por el sabor, el tamaño de la pastilla o la cápsula, el dolor de la inyección, los efectos secundarios de la cirugía o del tratamiento.

No se asuste de esta expresión “orar con poder”. No es orar gritando ni orar haciendo fuerza. ES OFRECER. Aquí está el secreto: ofrecerlo todo,todo, todo. Ofrecer de manera especial lo que más me duela, lo que no me gusta, lo que no me apetece, lo que no me parece y lo que va en contra de mi voluntad para que se haga solamente la voluntad del Padre. En vez de estar renegando, fuñendo, quejándose, juzgando ofrece toda la incomodidad hasta por la persona que le quiere quitar la paz. Si tienes paz contagias paz. Ofrecerme a Jesús ofreciéndolo todo.

A uno le viven pidiendo oración por tantas y cuantas necesidades: de salud, de trabajo, de unión familiar, de viaje, etc. Etc. Acostumbramos a responder: “Sí, voy a orar”. En efecto, hacemos una oración, un “rezado”, un Rosario, una jaculatoria: “Lávalo con tu Sangre Jesús”, “Bendícelo Jesús”, “abrázalo-a Jesús”, “te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Ofrecemos una Eucaristía –Misa-. Y eso está bien y es maravilloso.

“Orar con poder” es ofrecerlo todo. Es fuente de paz interior y paz exterior. Un joven en la capital llegó a su casa y se encontró a sus padres peleando y gritando con sus hermanos. Dio un grito fuerte: “Aquí no hay paz, necesito paz”. Su papá sacó del bolsillo un billete de dos mil pesos (50 dólares) y le dijo: urgente vaya a las farmacias y supermercados y cómprenos una libra de paz para la familia. Salió el joven y después de preguntar en muchas farmacias y supermercados regresa a la casa con el billete diciendo que nadie vende paz.

Si fuera por el dinero cuánta paz tendríamos, ¿no es verdad? Como dice el canto “ni se compra ni se vende”. Entonces ¿dónde está la fuente de paz? Siempre oramos por la paz, pedimos por la paz y la guerra aumenta, la división aumenta. Jesús es el príncipe de la paz es la fuente de la paz, es la gasolinera de la paz. Cuando se te acaba la gasolina de la paz va a la bomba de paz que es Jesús. El siempre nos espera. ¡Animo, no dejemos que se nos acabe ese tanque”

Jesús resucitado saludó a sus discípulos: “Paz a Uds. y no creían y luego se alegraron” Y la clave que les dio fue: “miren mis manos y mi costado” (Lucas 24,36-48). Manos clavadas y costado abierto. Todo lo ofreció en obediencia a la VOLUNTAD DEL PADRE por nuestra redención, para que tengamos paz y libertad. Ya les había dicho: “Cuando lleguen a una casa digan paz a esta casa” (Lucas 10,5-6). “Mi paz les dejo mi paz les doy no como la da el mundo” (Juan 14,27 y 16,33). Consigamos un tanque de paz de reserva, ¿qué te parece?

La paz fruto del morir a uno, a su voluntad para hacer la voluntad del Padre.

CAMINO SEGURO PARA ADQUIRIR LA PAZ

Ofrecerlo todo y aprovechar toda oportunidad y toda situación para hacer la voluntad del Padre. Aprovechar ofreciendo todo lo que me disgusta, me duele, me fastidia, me incomoda, me hace sufrir. En vez de estar quejándose, lamentándose, echándoles la culpa a los otros. En silencio y ofreciéndolo. Qué medicina tan efectiva y tan saludable. Lo que Jesús me enseñó hace 17 años y escribí un brochour titulado CALLAR – ORAR Y BENDECIR. Se me iba olvidando.

No es callar y aguantar. Uno se queda callado, pero por dentro está quemando. “María guardaba todo en su corazón” (Lucas 2,51). Ella callaba y ofrecía. No es callar y reventarse uno. Es callar y ofrecer para no reventarse. No es callar y por dentro estar juzgando, condenando y creciendo en intranquilidad para luego desquitarse con la primera persona que encuentre contagiándole no paz, sino guerra, dolor, tristeza, amargura, sufrimiento. ¿Qué diferencia, verdad? Es cosa del cielo a la tierra, del día a la noche.

Llega el esposo a la casa y la comida no está lista. Puede tener tres actitudes:

1.- Revienta con insultos, con palabras contra su esposa por no cocinar a tiempo y comienza a juzgarla: a dónde se fue, qué tanto hace que no le alcanza el tiempo, qué desconsiderada: uno trabajando y cansado y tú viendo tele o chismiando. Explota y de mala manera. Hiriendo a la esposa y “dándole un gran mal ejemplo a sus hijos” o personas presentes. Envenena todo.

2.- Llega y no encuentra la comida o la sala desarreglada. Se calla y rabioso se va a ver televisión o se encierra en la habitación y sin decir nada empieza a juzgar y condenar. “Calla, pero la procesión va por dentro”. Pasa a comer callado y con una actitud de protesta y sufre.

3.- Llega y, al encontrar esa situación la saluda con cariño. Le ofrece el hambre y el cansancio por la unión familiar, por tantos que no tienen comida ese día, por ese matrimonio que está por romperse o que se ha roto para que Jesús resucite el amor por el perdón que se van a dar. Se ofrece a colocar la mesa, los platos, la cuchara, a picar o partir en la cocina lo que hace falta. Está viviendo en paz y contagiando la paz. ¡Qué hermoso, verdad! Qué sueño. Vale la pena.

La esposa está en la casa y no llega el esposo que quedó en recogerla. No llega y ella se inquieta, se preocupa y “empieza a envenenarse por dentro”: no llega, siempre el mismo, con quién se quedaría, ahora que venga no salgo. Eso y más pensamientos. En vez de disculpar, de callar y orar por él, de bendecirlo, de “lávalo con tu sangre Jesús”. Cuando llegue como ha ido alimentando la paz con la oración ¿qué le va a contagiar? Paz, amor. ¡Qué belleza! Esa espera la ofrece por aquel hijo que está desobediente, por aquella hija que tiene esos amores no conforme a los papás. Creció en paciencia que es “la ciencia de la paz”. Murió el yo y salió Jesús. No se hizo su voluntad sino que se abrazó a la voluntad del Padre.

Y, así en todo. Si tú te dejas envenenar y te llenas de odio, de resentimiento, de dolor, de enojo lo que vas a contagiar es eso y el sufrimiento para ti y el sufrimiento para los que tú envenenes. Pero si tú callas, oras, bendices la paz de Jesús te va llenando, te va empapando y por donde pases vas a dejar el aroma de paz. ¡Qué gran diferencia! Por eso “miren mis manos y mis pies soy el mismo”, “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único no para condenar al mundo sino para que se salve por él” (Juan 3,15-16).

Ese hijo o esa hija sale de la casa desobediente y la mamá o el papá se queda envenenándose, renegando, hasta llorando, pensando cómo lo va a castigar, de qué lo va a privar. Pero si calla y ofrece ese dolor por el cambio de él o ella. Le ofrece a Jesús esa misma desobediencia y hace un sacrificio por ese hijo. ¿Qué está haciendo? Llenándose de la paz que da Jesús y cuando llega ese hijo no lo maltrata sino que le contagia eso que lleva dentro, esa paz. ¡Qué hermoso!

Alguien dirá no es fácil. Es verdad que tiene que entrenarse mucho, pero hay que empezar. No es fácil matar el YO, no es fácil curar la enfermedad del Yoísmo, pero hay que dar pasos y aprovechar desde ya todo lo que me molesta o me duele. Haz un momento de silencio y sumérgete en “ese corazón sanador de Jesús”, en “ese corazón abierto por la lanza” y entrégale lo que te está inquietando o haciendo sufrir y ofrécelo a Jesús por ese enfermo que está muy mal, por esos niños abandonados, esos jóvenes en los vicios, esos matrimonios por destruirse o destruidos para que resucite el amor en el perdón, por esa persona que me calumnió o me levantó un chisme, esa persona que me perjudicó (Filipenses 2,14-18).

Haz un momento de silencio y en “ese corazón lleno de amor” déjate dar un baño de paz, de confianza, de amor. Dejémonos empapar de los sentimientos de Jesús para que los contagiemos con las personas que nos encontremos, con los que hablamos por teléfono o con los que nos comunicamos por correo o internet. El mundo sería como Papá Dios lo creó, lo pensó y por el que Cristo Jesús “obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz” (Filipenses 2,1-11). Con razón cuando nace el bebé la madre se olvida de los dolores e incomodidades del embarazo y del parto y se goza, se alegra con el recién nacido. Gracias Jesús por obedecer y hacer la voluntad el Padre. Gracias por estar compartiendo estas maravillas.

Luego de una enfermedad de ocho-nueve meses (2011-2012), enfermedad del yoísmo, “enfermedad del leonardismo” donde no me dejaba pescar y me le escabullía, me le escapaba a Jesús, al fin escuchó el clamor y el ofrecimiento de tantos camilleros que me llevaron donde Jesús y me descolgaron para escuchar y aceptar sus palabras de sanación: “tus pecados son personados”. Gracias a Dios por tantos camilleros (Marcos 2,1-12). Gracias mamá Carmen porque en esos 3 meses de muerte que pasé en Colombia me invitaba a rezar el Rosario que no quería hacerlo. Lo hacía más por vergüenza que por fe. Gracias mamá y gracias Madre María por callar y ofrecer tu sufrimiento y escuchar tantos clamores de tantos camilleros. Gracias, Te alabo y te bendigo Señor Jesús por aguantarme y sostenerme aunque no creía.

Mi yo, mi ego se había inflado. Me denominaba “el padre de los puentes” porque con los campesinos de Arroyo al Medio-Nagua habíamos hecho 7 puentes-puentes en menos de 3 años (2 Feb. 2004-27 Oct. 2006) con un presupuesto mínimo y tocando tantos corazones generosos. Las obras a favor de los pobres, de los campesinos, las casas de tantos pobres, las cirugías de tantos enfermos, construcción y reconstrucción de capillas.

Me dejé engañar de la serpiente: “serán como dioses”. Por eso me daba el lujo, mejor, el orgullo de creerme con autoridad moral para decir “las verdades sin caridad, ofendiendo y maltratando con palabras hirientes a las autoridades, a los compañeros de Iglesia. Y cuando, por la misericordia divina” descubrí “que estaba desnudo” caí en una depresión que para dormir desde julio 2011-febrero 2012 tenía que tomar dos pastillas para poder dormir. Todo el pecado y la enfermedad del yoísmo me estaban acabando. Perdí como 60 libras y los que me veían sentían compasión (Isaías 53,1-3). No me quería bañar ni cepillarme los dientes. Lo que quería era morirme, que me diera un infarto y “muerto el perro se acabó la rabia”.

Ese hombre fuerte y batallador estaba como los boxeadores “en la lona, en el piso”, peleaba con Jesús por no haberme llevado en el accidente del 22 de enero de 2000 y pensaba no se hubieran hecho los puentes, pero no importa ya hubiera descansado. Otro de los pensamientos: por qué no me llevó el año pasado cuando me dio el 23 de marzo 2011 una subida de azúcar de 990 que me internaron en el Hospiten de Santo Domingo. Salí el 27 con 30 de insulina y dos pastillas y el 28 lunes me fui a los retiros preciosos en la Parroquia Sant Andrews de Coral Springs, Florida. ¿Por qué no me quedé ahí? Me daba rabia y seguía envenenándome. Jesús me seguía desinflando el yo y yo no quería sino estar acostado.

Ya no tenía fuerzas ni para pelear, ni discutir, pero era un silencio agotador, preocupante para mi madre, mi familia, mis amigos y paisanos. No quería celebrar ni ver la Misa por televisión. Lo que quería era morirme. En esos 3 meses me preguntaban cuándo iba a celebrar una Misa de Sanación. ¡Qué cuento! El que necesitaba sanación era Leonardo. Fue un martirio para mi mamá, mis hermanos, familiares y amigos que me habían visto en el apogeo de las sanaciones que Jesús hacía por intermedio de Leonardo en su tierra natal, Ibagué-Tolima-Colombia. Y eso me golpeaba más y me hundía más y más. Desde la habitación-cárcel que me había construido veía las torres de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, donde fue monaguillo hace 47 años y me daba nostalgia. Los padres salesianos me animaban, otros sacerdotes también. La gente orando por mí, para que Jesús me sanara y yo no sabía que la enfermedad era “mi yoísmo”.

Quería la mejoría como en años anteriores que había caído un mes y luego me levantaba con más furia para trabajar. Muy cariñoso con la gente, pero el que no hacía como yo pensaba o quería le aplicaba la mano dura. Todo eso me golpeaba porque no había sido fiel a la Palabra de Dios y cualquier parte de la Biblia era una acusación. Me veía como aquel que Dios le perdonó tanto y yo no había perdonado cositas a tantas personas, me veía como en el Evangelio de aquel que fue perdonado 10.000 y el no perdonó 100 a un compañero (Mateo 18,23-35). Todo era culpándome, rechazándome, azotándome, martirizándome. ¡Qué duro!

Quise hacer una casa de oración en Nagua, coordinar la Renovación en 19 Parroquias y gracias a la paciencia de mi Obispo que me dio mucha libertad. Total todo se fue al piso, la casa de los inválidos en los Memisos de Las Gordas no se terminaba, ellos estaban en una habitación peor de lo que los encontré. Tenía deudas en 2 Ferreterías y albañiles. Gracias Omar y Niño Jesús por recoger el trasteo, la mudanza y entregar la casa. Muchas Bendiciones. Todo se me vino encima y lo único que quería era morirme. Pensaba que todo se había terminado. Quería que me cayera un rayo y el sufrimiento se acababa. ¡Cuántos que leen dicen: eso me pasa a mí!

Repito quería un milagro, quería levantarme rápido y todo fue lento y muy lento. Regresé el 4 de octubre del 2011 y el 5 día de Santa María Faustina hablé con Monseñor Jesús María de Jesús Moya, que se ha portado como un padre. Le pedí hospedarme en la Casa del sacerdote en San Francisco donde están los sacerdotes viejitos y enfermos. Donde había pasado 30 días en “el accidente bendecido del 2000” y donde había pasado varias veces recuperándome. Esa noche celebré solo en la habitación dando gracias por la Misericordia Divina de regresar, sin saber lo que me esperaba. Flaco, demacrado daba lástima. El hombre fuerte era un giñapo.

Me vi en el aire. Ese Jesús que me había rescatado hacía 17 años cuando llevaba 12 años de sacerdote se me había escondido y no hacía mi voluntad, la voluntad de Leonardo, en vez de yo hacer la voluntad del Padre como Jesús Pero tuvo misericordia y me fue llevando con calma. No entraba al correo electrónico, no quería contestar el teléfono, no podía predicar. El hombre de la palabra empezaba a hablar de una cosa y pasaba a otra porque me perdía. Predicar era un gran martirio. El Obispo me dijo que escribiera el sermón. El P. Rigoberto me fue acompañando en un curso precioso pero exigente de oración contemplativa. Me animaba y el muerto, Leonardo, no resucitaba. Fue un tiempo de purificación, fueron 8-9 meses de escuela: “Lo llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,16).

Desde que dialogué con Monseñor Moya me habló de venir a Las Terrenas y El Limón. Ya no como párroco sino como Vicario Parroquial. Eso mismo le pedía a él en una carta de respuesta al permiso tan paternal que me dio. Le escribí desde mi casa paterna el 10 de agosto del 2011 y el médico siquiatra me dijo que no se la mandara. Jesús Buen Pastor me iba llevando.

Mis hermanos querían que saliera rápido del hoyo. Mi hermana María Carmenza no sabía con quién hablar, a qué sacerdote llevarme para que me orara y me sanara. Uno dijo: le hicieron un trabajo de brujería para sacarlo del Ministerio de sanación y liberación. Yo no lo creí y no volví, pero no descartaba esa posibilidad. Total, querían que me sanara, pero ni yo mismo sabía cuál era la enfermedad. Mi hermano Félix Alberto como un papá. Fue un proceso doloroso. Por eso digo que es la enfermedad más dañina y más peligrosa, la enfermedad del yo. Había manipulado a todo el mundo y quería manipular a Dios y no se dejó ¡Gracias a Dios!

Tuve en 3 oportunidades la maleta lista para venir a las Terrenas, pero la hora de Dios no llegaba. Cuando hubo cambio de párrocos el nuevo párroco el P. Ramón Antonio Hilario Bidó, Padre Papo, se arriesgó el 28 de Febrero a traerme para trabajar juntos y después de 2 meses le doy gracias a Dios porque ha sido un hermano y un instrumento del Padre para vivir esta nueva experiencia, para descubrir en este tiempo de oración, ofrecimiento y trabajo pastoral cuál era la enfermedad de Leonardo: “el yoísmo”.

Fue aquí, como Vicario Parroquial, hoy 28 a los dos meses, donde Jesús me abrió los ojos y el entendimiento (Lucas 24,30-31 y 44-47). Estoy viviendo una nueva de luna de miel sacerdotal.

En Colombia todo eran cábalas. Pensaba: Me ordenaron Presbítero a los 29 años y con 29 años de Ministerio (05-09-82), total 58 años,todo se derrumbaba. Era la mitad de la mitad. En esa enfermedad me tocó celebrar con mi familia por primera vez en 29 años un aniversario de sacerdocio. El año 2011 como el 11 de Sept. Todo era no una diosidencia sino como una coincidencia de maldición. Fue una machacada grande. Esa caña de azúcar no quería dejarse machacar, no quería pasar por el trapiche (molino para moler la caña y salir el jugo dulce). Me rebelé, lo único que quería era morirme. ¡Qué depresión tan tremenda! ¡Qué enfermedad tan mala! Tan aplastante, tan mortificante para la familia y los amigos. Y sin poder salir de ahí.

Luego de tantas enseñanzas que me regaló Jesús y con las cuales tantísimas personas habían recibido sanación interior, sanación física y liberación me encontraba en el remolino del yo, del “médico cúrate a ti mismo”. El siquiatra muy bueno me dijo que un ortopedista no se puede curar una pierna partida, un cardiólogo no puede operarse del corazón y yo como sacerdote necesitaba de otra persona. Doctor Jairo Novoa, gracias por su paciencia y ahora le comparto mi enfermedad, la raíz de dicha enfermedad y algunos de los secretos para salir de ahí. Son muchos los testimonios para compartir, pero el artículo de dos hojas –brochour- se ha convertido en un folleto parecido al del accidente bendecido. Creo que saldrá en un libro.

Fueron preciosas las dos últimas jornadas de evangelización en Coral Springs-Florida (28-03-11 a 14-04-11) y Falleteville- Carolina del Norte (18-05-11 a 07-06-11 cuando cumplía los 58 años de vida). Algo precioso. Cuántos testimonios, cuántas conversiones, cuántas sanaciones físicas, cuántos matrimonios reconciliados, “cuántos milagros”, pero me golpeaban la palabras de Jesús en San Mateo 7,21-23: “No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor! Para entrar en el Reino de los Cielos, más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. Aquel día muchos me dirán: ¡Señor, Señor!, hemos hablado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios y realizado muchos milagros. Entonces yo les diré claramente: Nunca les conocí, ¡Aléjense de mí ustedes que hacen el mal”.

Estas palabras me golpeaban, pero todavía seguía ciego, sin entender las Escrituras: “entrará el que hace la voluntad de mi Padre del cielo”. Cuánta división en el “Cuerpo de Cristo” – La Iglesia. El Cuerpo de Cristo está despedazado porque cada uno queremos hacer “mi voluntad” y todo se lo achacamos a Jesús o al Espíritu Santo: “Jesús me dijo y El Espíritu Santo me iluminó” y no me había abierto el entendimiento para ver que era yo, Leonardo, y no el Espíritu Santo.

LA SOLUCIÓN: hacer la voluntad del Padre del Cielo como Jesús y como María.

LA CLAVE: orar con poder.

EL SECRETO: ofrecer todo, todo, todo de manera especial lo que le ayuda a morir al yo, a mi voluntad.

Ya seguiré compartiendo otros testimonios lindos de lo que Jesús me ha dejado vivir meses antes de la enfermedad, durante los 8-9 meses de enfermedad y los 2 meses como Vicario Parroquial. Será en otro artículo.

Padre de misericordia te alabo y te bendigo por tanta paciencia conmigo, por tantos camilleros que me han dado la mano, que han orado y han hecho sacrificios y ayunos para que este muerto resucite, mejor para que Jesús resucite y Leonardo siga muriendo.

Te alabo y te bendigo Señor Jesús porque cuando ya se acercaba la hora de salir de la casa del sacerdote a esta Parroquia te decía: “quiero enamorarme cien por ciento de ti y anunciarte, predicarte con misericordia no con mano dura; no con una mano de cariño y amor y la otra mano de hierro, sino con las dos manos de misericordia.

Espíritu Santo te alabo y te bendigo por la paciencia que has tenido con migo. Este cuerpo que es tu templo desde el bautismo va a ser consagrado lo mejor para vivir los consejos evangélicos lo más radical que pueda: una extrema pobreza en todos los aspectos, una obediencia a raja tabla para no hacer mi voluntad sino la del Padre, una castidad íntegra porque es la fidelidad a quien es fiel. Gracias Espíritu Santo.

Gracias mamá María por acompañarme en este nuevo calvario como acompañaste a Juan para que llegara hasta el final en la cruz. “…Y el discípulo se la llevó a su casa… (Juan 19,25-27). Y nosotros como buenos discípulos de Jesús la llevamos a la casa del corazón, a la casa de la familia, a la casa de la comunidad, a la casa del pueblo, a la casa de la ciudad, a la casa del país. Les bendice un servidor colombo-dominicano Leonardo Roa Torres, Pbro. www.sanacioninterior.net e-mail jesussanahoy@gmail.com Tel. 809-753-8440. Parroquia “Nuestra Señora del Carmen”, Las Terrenas y “Corazón de Jesús, El Limón de Samaná. República Dominicana. Naturalizado con el acta de nacimiento dominicano en Nagua.

Thursday, April 26, 2012

Como Orar "Solamente Por Ella o El"



Haga la decisión de dedicar cinco minutos diarios para orar solamente por su esposo(a). Respalde su oración con una porción de las Escrituras diferente cada mes. Haga lo mismo con otras peticiones específicas que Dios haya puesto en su corazón. Mantenga un lista de oración dedicada unicamente a su esposo(a).

La lista podría ser semejante a la siguiente:

Por mi esposo(a) (coloque aquí la fecha en que empieza a orar.)

1.- Colosenses 1:9-11

*Que ella o él sea llena(o) del conocimiento de Dios.

*Que ella o él tenga sabiduría espiritual y entendimiento.

*Que ella o él viva una vida digna delante de Dios.

*Que ella o él agrade a Dios en todo.

*Que ella o él sea fortalecida(o) con el poder de Dios para tener la paciencia y la capacidad para soportar las dificultades.

*Que ella o él tenga un espíritu agradecido.

*Que ella o él desarrolle una amistad con un(a) cristiano(a) comprometido(a) que lo(a) desafíe a crecer espiritualmente.

*Que Dios le dé hambre y sed de su Palabra.
Asi nos sucede a los hijos de Dios.. Nuestro llanto y penas por las enfermedades y los problemas se tornan en paz y tranquilidad cuando dejamos que Dios nos tome en sus Manos. Nuestro llanto termina sabiendonos seguros en El.


Tuesday, April 17, 2012

ORACION DE SANACIÓN POR UN NIÑO ENFERMO



 (P. José Luis Aguilar)

"Fue, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había en Cafarnaúm un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Cuando oyó aquel que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a él y le rogó que descendiera y sanara a su hijo, que estaba a punto de morir.
Entonces Jesús le dijo: Si no veis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: “Señor, desciende antes que mi hijo muera”. Jesús le dijo: “Vete, tu hijo vive”. El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirlo, y le informaron diciendo: “Tu hijo vive”. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a mejorar. Le dijeron: “Ayer, a la hora séptima, se le pasó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su casa. (Jn 4, 46-53)

(Un momento de silencio para que la Palabra de Dios con su poder penetre en su corazón y se sienta movido a un acto de fe carismática: Dios Puede hacerlo otra vez)

Amado Señor, tú conoces el corazón de tus hijos, y no te quedas indiferente ante el pobre que te suplica. Tú sabes lo que nos aflige el bienestar de nuestros niños, tu comprender la preocupación de los papás ante la enfermedad de alguno de sus hijos. Vengo hoy, como el funcionario real del Evangelio, a pedirte que desciendas y sanes a nuestro niño/a (nombre con fe al niño/a enfermo por quien se está orando de manera especial y el mal que lo aqueja).

Aún desde la preocupación que nos causa su enfermedad, desde el dolor y el desconcierto, si esta enfermedad está dentro de lo que tu permites, aceptamos este momento como ocasión de purificación, de abandono en tus manos, de ofrecimiento generoso de nuestras vidas. Aceptamos este momento como una ocasión para unirnos desde el sufrimiento a los dolores de Cristo por la salvación del mundo (Colosenses 1, 24) (Tómese unos minutos y, en calma, que su corazón se una a lo que acaba de decir con sus labios: "con este sufrimiento, me uno, Señor, a tu pasión...")

Ahora, Señor, a ti que quieres que tengamos vida en abundancia, te pido que por el poder del misterio de tu infancia y tu vida oculta en el hogar de Nazaret, sanes al niño/a a quien tú conoces y amas. Cuida de su cuerpito y de su alma. Pasa tu mano sanadora sobre él para que sienta tu alivio, tus cuidados y se restablezca prontamente, según tu voluntad.

Tú, que recibiste los amorosos cuidados de María y José, consuela y reanima a su papá y a su mamá, no dejes que caigan en la desesperación, en la duda, en la depresión, sino que desde su dolor y preocupación recurran a ti como fuente de verdadera, plena, y duradera sanación del cuerpo y del alma.
Te presentamos el lugar donde se encuentra el niño, reviste ese sitio con tu fuerza y gracia. Aleja de allí todo lo que, material o espiritualmente, puedan ser un obstáculo para la pronta recuperación.
Te presentamos los profesionales médicos que atienden al niño, revístelos con tu sabiduría, ilumínalos para que logren dar con acierto en el diagnóstico y encuentren la medicación y tratamiento indicado. Tómalos como instrumentos de tu sanación.

María, madre de Jesús y madre nuestra, que con esmero y constancia, cuidabas de tu niño, mira el corazón de la madre e infúndele confianza, para que también ella, como tu, pueda ver crecer a su hijo en estatura, sabiduría y gracia, delante de Dios y de los hombres.

Querido San José, tú que fuiste el protector de la Sagrada Familia, y la defendiste de todos los peligros y hasta de la muerte segura en la persecución de Herodes, te presento al papá de esta criatura, intercede ante tu amado Hijo Jesús, para que logre mantenerse fuerte aún en el dolor y la preocupación. Que logre conseguir los medios necesarios para la buena atención de su hijo/a. ayúdalo a no decaer y a mantenerse lúcido a la voluntad de Dios.

Señor, tu dijiste que creyéramos que ya hemos obtenido lo que te pedimos con fe en oración, ahora levanto mi voz y mis brazos para darte gracias por la salud que recibirá este niño por el poder de tu amor que escucha esta oración confiada. Reconocemos que ya estás actuando y sanando. Como el funcionario del Evangelio, nosotros también reconoceremos que es en este mismo momento que estas restableciendo salud y bienestar. Te alabo en fe. Te reconozco Señor y Salvador de nuestras vidas, sin ti estamos perdidos. Te amamos Señor y reconocemos tu grandeza. A ti la gloria por los siglos sin fin. Amén.
(Padrenuestro, Ave María, Gloria)

¿Qué deben hacer los padres para enfrentar el drama de la drogadicción de sus hijos?



Pregunta:
¿Cómo ayudar a los hijos que se drogan?

Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.
 Respuesta:

Nadie duda que uno de los dramas contemporáneos es el problema de la drogadicción en todos los niveles: niños, jóvenes, adultos y ancianos.

El abuso de las drogas es la pandemia más grave actualmente en todo el mundo. Es una de las principales causas de muchos:

-matrimonios deshechos

-fracasos en los estudios

-despidos de trabajo

-desempleo

-ruinas económicas

-delincuencia juvenil

-prostitución de niños, adultos y jóvenes

-actos de violencia

-enfermedades mentales

-sida y otras enfermedades

-etc...

1. EL FENÓMENO DE LA DROGADICCIÓN

Veamos algunas ideas generales.

1) El consumidor de droga

Entre los distintos consumidores de droga hay que distinguir diversas clases:

-El consumidor ocasional: es aquel que consume droga esporádica y excepcionalmente.

-El consumidor habitual: es quien consume repetidamente, pero mantiene el suficiente control tanto de la frecuencia cuanto de las dosis; su vida en la sociedad es prácticamente normal.

-El fármacodependiente o tóxicodependiente: es el sujeto que ha llegado a la dependencia de la droga; la consumición de droga se hace en él compulsiva y puede llegar en algunos casos al síndrome de abstinencia.

-El toxicómano: es el sujeto en quien la dependencia de la droga es tal que vive tan sólo para ella; recurre a cualquier medio para conseguirla; desaparece para él todo otro interés (personal, familiar, social); pierde todos los valores morales.

2) La dependencia

También hay que hacer alguna distinción entre los tipos de dependencia en que puede encontrarse un consumidor. Son fundamentalmente dos: el acostumbramiento y la dependencia propiamente dicha.

El acostumbramiento es el estado producido por el uso repetido de un medicinal (u otra sustancia) y se caracteriza: por la tendencia a perseverar en el uso de un determinado producto a causa de las sensaciones de bienestar que provoca; por una ligera tendencia a aumentar la dosis; por cierto grado de dependencia psíquica, pero no física; finalmente, porque los efectos sólo son adversos para la persona que consume.

La dependencia, en cambio, es el estado de intoxicación periódica o crónica resultante del repetido uso de una medicina u otra sustancia. Se caracteriza: por el deseo irresistible (compulsión) a tomar el producto permanentemente y a conseguirlo a cualquier costo; por la tendencia a aumentar la dosis; por la dependencia no sólo psíquica sino también física; y, finalmente, porque los efectos son adversos tanto para la persona en cuestión cuanto para la sociedad. Esta dependencia, a su vez, se considera sólo psíquica: cuando la satisfacción psíquica empuja al individuo a abusar de la sustancia que la produce; o incluso física: cuando la suspensión o limitación del fármaco produce una serie de perturbaciones que se denomina 'síndrome de abstinencia', cuando las perturbaciones llegan a calambres estomacales, náuseas, diarrea, convulsiones e incluso estado de coma.

3) Problemas sociales que favorecen el consumo

Nuestra sociedad contemporánea ha creado las condiciones para que el fenómeno de la drogadicción pueda ser considerado prácticamente una 'cultura' (o mejor 'subcultura'); porque, en efecto, la drogadicción se coloca en una línea armonizable con otras manifestaciones propias de nuestro tiempo, como son:

-la búsqueda continua del placer

-el hedonismo en todos sus aspectos

-la intolerancia ante el dolor y la frustración

-la falta de valores

-el materialismo consumista

-la inmadurez cada vez más frecuente en adultos

-la desintegración del núcleo familiar

Este tipo de características de nuestro fin de siglo han creado un estado de vacío, de frivolidad y de cansancio psicológico tal que el instinto de supervivencia espiritual busca desesperadamente salidas alternativas. Es muy significativo que la Organización Mundial para la Salud haya indicado como razones por las que se comienza a consumir algunas drogas 'suaves' (como la marihuana): la curiosidad por los efectos y sensaciones producidas por las drogas, el conseguir la satisfacción de pertenecer a un grupo y ser aceptado por los miembros del mismo, el manifestar independencia o también hostilidad, el tener experiencias nuevas, agradables o peligrosas (el atractivo por las situaciones de riesgo), el adquirir una mayor capacidad creativa, el entrar más fácilmente en estado de sueño o éxtasis, el huir de algún problema.

4) Efectos principales de las drogas

Las drogas causan terribles efectos en sus víctimas. Muchos son totalmente imprevisi­bles; pero entre los más comunes podemos indicar:

a) Modificaciones en la estructura de la personalidad: degradan la persona, se pierde la noción de los valores morales, se pierden progresivamente los intereses culturales y profesio­nales, desaparece toda capacidad para dar y recibir afecto (los demás dejan de interesar excepto si son útiles para obtener más droga), la mentira pasa a ser comportamiento habitual, se pierde el sentido de responsabilidad, se pierde el sentido de la vida.

b) Modificaciones sobre el comportamiento en la familia: los hijos se aíslan de los padres (por ejemplo, viven encerrados en sus cuartos o se relacionan sólo con grupos cerrados de amigos), adquieren comportamientos irritables, se da una progresiva pérdida de respeto por los padres.

c) Alteraciones en el ámbito escolar y laboral: pérdida del sentido del estudio y del trabajo, disminución del rendimiento, abandono de dichas actividades.

d) Alteraciones sociales: delincuencia y prostitución para conseguir dinero o por el ambiente en que se maneja, conductas suicidas (se calcula que 1 de cada 25 alcohólicos intenta suicidarse por lo menos una vez en la vida; esto es más agudo en las drogas químicas).

e) Problemas físicos: artritis, cirrosis hepática, depresión, malnutrición, encefalopatías, herpes, hepatitis B, sida, sífilis, tuberculosis, etc.

f) Disturbios mentales: la drogadicción puede facilitar la aparición de disturbios mentales como: ansiedad, cuadros psicóticos (especialmente con las drogas con efectos alucinógenos: alucinaciones e ideas delirantes), disturbios mentales endógenos como esquizofre­nia.

2. LOS PADRES Y LOS HIJOS DROGADICTOS[1]

Es indudable que esta amenaza pesa con angustia sobre los corazones de muchos padres que tienen hijos ya iniciados en la droga o bien que temen que sus hijos entren en este callejón sin salida ¿Qué pueden hacer cuando los hijos se drogan y qué para que no se droguen quienes aún no han incursionado en este camino? He aquí algunos consejos orientativos.

1) Cuando los padres descubren que un hijo se droga.

A veces puede ser muy difícil para los padres abordar el problema, ya que con frecuencia los hijos van a negar la realidad por todos los medios. Ellos no tienen dificultad en mentir: es parte de la mentalidad que les crea la drogadependencia. Sin embargo, cuando hay sospechas, no puede pasar mucho tiempo sin que los padres alcancen la evidencia de que tienen o no un hijo drogadicto. En ese momento, ¿qué hacer?

Ante todo, es muy importante que el clima familiar sea de la mayor serenidad posible, evitando comportamientos hostiles por parte de los padres. No conviene comenzar con recrimi­naciones, acusaciones, quejas y críticas. Esto sólo suele conducir a una recíproca hostilidad por parte del hijo.

Los padres tienen que conversar seriamente con el hijo, haciendo que éste tome confianza con los padres y no miedo. Esto no significa que ellos deban tener una actitud tolerante en lo que a las drogas se refiere. Por el contrario, la comprensión no tiene que ser acompañada de la menor permisividad. Tienen que ser muy comprensivos con la persona, pero drásticos en cuanto a la necesidad de no volver a consumir drogas.

Es de gran importancia que el hijo se aperciba de la gravedad que su problema conlleva ya sea para él como para los demás y de las consecuencias que pueden ir surgiendo en el futuro, en caso de no cambiar.

¿Cuál es la mejor forma de ayudarlo? Para evitar, lo más rápido posible la larga serie de consecuencias para él, conviene explicarle la evolución posible del proceso en el que se ha metido. Lo mejor es que el hijo asuma que el problema es suyo. Los padres sólo pueden facilitar los medios para conseguir una adecuada rehabilitación, pueden ayudarlo y apoyarlo; pero sobre todo es necesario que el mismo drogadicto tome la decisión personal de abandonar la droga.

Tenemos que tener presente que en el drogadicto se mezclan una sensación de impoten­cia y fracaso, sentimientos de culpa y de frustración. Todas estas cosas lo llevan a pensar que el problema no tiene remedio. Por eso son frecuentes las depresiones, acompañadas en muchos casos con intentos de suicidio.

En estos casos, el trabajo paterno es muy importante procurando estimularlo a la perseverancia en la lucha.

También, una de las consecuencias más comunes de la drogadicción es la incapacidad de apreciar la vida. La vida parece carecer de interés. Esto hace que los drogadictos sientan un profundo vacío interior. Los padres tienen que ayudarlo a volver a disfrutar los aspectos gratificantes de la vida. Con un clima afectivo en la familia, y sobre todo hablando a los hijos de Dios. El drogadicto tiene que buscar en Dios lo que él busca en las drogas. Tiene que llenar su vacío espiritual con el amor de Dios. En este caso, la mejor ayuda que se le puede prestar es aproximarlo a la Iglesia.

Finalmente, lo más importante es no perder la esperanza en Dios. Cuando estamos ante problemas que parecen imposibles, hay que decir: para Dios no hay nada imposible (Lc 1,37). El peligro más grande para los hijos es, ciertamente, la desesperación de sus propios padres.

2) Qué deben hacer los padres para prevenir la drogadicción de los hijos.

¿Qué hacer para que los hijos no busquen la droga? ¿Cómo se los protege?

Primero, tenemos que recordar que la mejor protección es un buen clima familiar. Hay que evitar algunas cosas que predisponen, directa o indirectamente, al uso de la droga. Por ejemplo:

-la falta de dedicación del tiempo suficiente por parte de los padres

-los malos tratos

-las separaciones y divorcios

-el alcoholismo de los padres

-el excesivo interés por obtener dinero y hablar sólo o casi exclusivamente de dinero y de problemas materiales

-especialmente la ausencia de prácticas religiosas en la familia.

Segundo, los padres tienen que ofrecer a los hijos ambientes en que no sea normal el consumo de droga. Esto no siempre es fácil en algunas sociedades en que la droga corre en la escuela, la calle, la universidad, el trabajo, etc. Pero al menos, hay que facilitar la práctica de los deportes, el estudio, el contacto con la naturaleza (el mar, la montaña, el campo) y especialmente la actividad religiosa.

Tercero, es necesario dar a los hijos el ejemplo personal de vida y educarlos en las buenas costumbres; por ejemplo:

-en el valor del esfuerzo personal, del respeto por sí mismo y por los demás

-en la constancia de la voluntad

-en el sentido auténtico del sufrimiento

-en el interés por el trabajo y por la cultura

-en la confianza en la Providencia divina

-en la fidelidad a los seres queridos

-en la lealtad a las obligaciones personales

-en el sentido de la responsabilidad

-en los valores espirituales

Finalmente, lo más importante es la oración en común, es decir, en familia. La oración de la esposa, con el esposo y con los hijos. La mejor cosa que podría hacerse es rezar el Rosario en familia o leer el Evangelio; invocar a Dios en las comidas, ir a Misa juntos, etc.

Lo que no pueden los hombres, lo puede Dios.

[1] Los datos los tomo de: Aquilino Poino Lorente y Javier de las Heras, Os teus filhos e as drogas, Ed. Rei dos livros, Lisboa 1994.

Monday, April 16, 2012

Sexualidad Cristiana



¿Tiene consecuencias médicas la ligadura de trompas?

Pregunta:

Estimado Padre: Mi esposa y yo, por problemas que no viene al caso relatarle, no queremos tener más hijos, y por eso hemos decidido recurrir a algún método definitivo. Tengo entendido que la esterilización (ligadura de trompas) no es aceptada por la Iglesia, pero al margen de la cuestión moral no ofrece contraindicaciones médicas sino que es el medio más seguro. Sé que usted no está de acuerdo con esto, pero sólo le pregunto si estoy en lo cierto al pensar que no ofrece complicaciones médicas. Disculpe que le plantee esta pregunta. Francisco.

Responde el P. Miguel A. Fuentes, I.V.E.

Estimado F.

La posición de la Iglesia al respecto de la esterilización contraceptiva (a decir verdad, no es sólo el Magisterio de la Iglesia sino la Ley natural) es muy clara: se trata de una mutilación ilícita. No me extiendo sobre el tema pues puede usted leer los artículos sobre el tema que ya han sido publicados en la página de El Teólogo Responde (http://www.iveargentina.org/Teolresp/Teologoresponde.htm) y también los que se encuentran en la página Foro de Teología moral (http://www.iveargentina.org/Foro_SAlfonso/index.htm).

De todos modos, su pregunta es de orden médico y plantea si esta intervención quirúrgica (la esterilización mediante la ligadura de trompas) no tiene complicaciones médicas. Debo decirle que, a pesar de lo que dicen algunos médicos interesados en la difusión de este método contraceptivo, estudios recientes afirman que sí tiene problemas. Así, un reciente estudio realizado en Estados Unidos afirma que aumenta el riesgo de cáncer ovárico.

Lea atentamente la siguiente noticia: Estudio revela: Ligadura de trompas aumenta riesgo de cáncer ovárico. WASHINGTON DC, 7 Ago. 03 (ACI).-Un reciente estudio publicado en la última edición de la revista médica Obstetricia y Ginecología, demostró que las mujeres que se han sometido a una esterilización por medio de la ligadura de trompas son 70 por ciento más propensas a ser diagnosticadas con cáncer al ovario.

La investigación confirma los mismos resultados anunciados en México, donde se comprobó que las mujeres esterilizadas tenían en doble de posibilidades de tener quistes al ovario en relación con las que no usan ningún tipo de contracepción.

La doctora Victoria L. Holt del Centro de Investigación de Cáncer Fred Hutchinson, junto con un grupo de colegas, estudió los resultados médicos de 392 mujeres de edad gestante -entre los 18 y 39 años- diagnosticadas en los últimos cuatro años con quistes al ovario de ¡dos centímetros! o más; comparándolas con 623 mujeres de la misma edad que no están diagnosticadas con quistes.

'Como la esterilización es el método de contracepción más común en Estados Unidos, esta asociación se encarga de las investigaciones más grandes que incluyen también a mujeres de 40 años o mayores, quienes son más propensas a tener estos problemas', explicó la doctora.

Según Holt, el aumento de riesgo de quistes en el ovario en relación con las esterilizaciones 'persistió y aumentó' cuando los investigadores evaluaron sólo a las mujeres con quistes de mayor tamaño o que hayan sido sometidas a alguna operación. (Esta noticia fue publicada en Aciprensa, 7 de agosto de 2003.

Thursday, April 5, 2012

El Relato de la Pasión Según San Juan


(Evangelio del Viernes Santo)

La narración de la pasión según el evangelio de Juan se proclama cada año en la celebración litúrgica del Viernes Santo y ciertamente no fuera de contexto, pues el evangelio de Juan es leído diariamente en las últimas tres semanas de cuaresma y posteriormente, a través de todo el tiempo pascual. Y esto tiene su importancia, pues sólo en el contexto total del evangelio se puede entender la teología tan singular de esta narración. Todos los exegetas contemporáneos están de acuerdo en que los cuatro evangelistas han elaborado, cada uno, una teología propia y nos ofrecen diferentes facetas de Jesús. Y esto es particularmente notable en las narraciones de la pasión y muerte del Señor. Dado que Mateo difiere muy poco de Marcos en la narración de la pasión, podemos hablar prácticamente de tres diferentes perspectivas: Marcos, Lucas y Juan. Marcos nos ofrece un Jesús que toca los límites más hondos del abandono y sólo después de la cruz puede ser reconocido como Hijo de Dios (cf. Mc 15,39). En Lucas el abandono no es presentado de forma tan cruda y radical y la pasión y crucifixión aparece como la ocasión para manifestar la grandeza del amor y del perdón divino (cf. Lc 23,28.34.43). La narración de Juan es muy diversa. Es la narración de un Jesús dueño de su propio destino cuya vida nadie se la quita sino que él la entrega voluntariamente (cf. Jn 10,18). Es su glorificación. Casi la entronización de un rey como veremos más adelante.

El evangelio de Juan está todo él construido a partir de un dato fundamental: la encarnación. Ya anunciado en el prólogo (cf. Jn 1,14) este principio joánico no es sólo importante como fundamento de su cristología sino como criterio hermenéutico para la interpretación de todo su evangelio. Deberemos distinguir siempre en él dos niveles: "la carne" de Jesús de Nazaret (cf. Jn 1,14a), es decir, su dimensión humana y por otra parte, "la gloria (cf. Jn 1,14b), es decir, el misterio de Dios. Misterio que se hace transparencia a través de la humanidad de Jesús. El principio de la encarnación nos lleva a la idea teológica fundamental del cuarto evangelio, la revelación. La revelación constituye su tema central. Probablemente las palabras: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn 14,9) constituyen el resumen más logrado y completo de la teología joánica. La existencia corporal de Jesús, "la Palabra hecha carne", su caminar histórico, es verdadero "sacramento". Sus palabras y acciones son auténticos signos de una realidad superior. Este es un principio hermenéutico de gran importancia para la recta comprensión del evangelio joánico.

Antes de analizar con cierto detenimiento la narración de la pasión conviene señalar algunas ideas teológicas fundamentales del cuarto evangelio, sin las cuales no sería posible comprender tal narración: "la Hora" de Jesús, "la elevación" del Hijo del Hombre y "el juicio" de este mundo.

Toda la vida de Jesús está orientada hacia ese momento que Juan llama "la Hora", que será como la meta del camino. Es el momento en que Dios mostrará toda su gloria -su amor fiel a los hombres- en el Hijo. Se habla de "la Hora" desde el inicio del evangelio (cf. 2,4), pero será hasta después del capítulo 12 que "la Hora" aparece cercana: "Ha llegado la Hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado" (12,23); "había llegado su Hora de pasar de este mundo al Padre" (13,1). Y las primeras palabras de la llamada oración sacerdotal de Jesús son: "Padre, ha llegado la Hora, glorifica a tu Hijo" (17,1). "La Hora" aparece íntimamente unida al momento de la glorificación que tiene lugar en la crucifixión. El texto más significativo sobre el otro tema, la elevación del Hijo del Hombre, es Jn 12,32: "Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí". Se trata de la elevación en la cruz, simbolizada -por contraste- con "la caída" en la tierra del grano de trigo (12,24-32). La muerte del grano de trigo, en el plano de la naturaleza, hace brotar "mucho fruto", una vida nueva. En otro plano, la muerte de Jesús también hará surgir la vida eternamente nueva. "El juicio de este mundo" es una idea joánica que refleja su teología acerca de la venida de Jesús. Juan describe la obra de Cristo en el mundo, en términos de un gran enfrentamiento, casi de un proceso judicial, entre la luz y las tinieblas: "El juicio está en que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz" (3,19). La muerte de Jesús se considera como el punto culminante de ese juicio: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" (12,31). Toda esa teología se percibe en la narración de la pasión. Y además todo esto explica el porqué de un Jesús tan distinto al de los otros evangelios: posee plena conciencia de su misión, demuestra una libertad asombrosa para donar la vida y es descrito con una majestad imponente al afrontar su pasión y muerte. Historia y fe se funden maravillosamente. Juan, sin traicionar el dato histórico, más bien partiendo de él, lee los hechos desde la fe y los transfigura a la luz del profundo misterio que en ellos se encierra.

Podemos dividir la narración (Jn 18,1-19,42) en cinco grandes bloques: 1. El enfrentamiento en el jardín (18,1-12); 2. El interrogatorio delante de Anás y la negación de Pedro (18,13-27); 3. El proceso romano ante Pilato (18,28-19,16a); 4. Muerte en el Gólgota (19,16b-37); 5. Colocado en la tumba en un jardín (19,38-42).

3.1 Enfrentamiento en el jardín (18,1-12)

La narración comienza en un jardín (en griego képos) y termina en un jardín (19,41). ¿No estará Juan pensando en el jardín del Edén de Génesis 2-3? Más de una vez Juan parece evocar el Génesis: "En el principio..." (Jn 1,1; Gn 1,1); la semana inicial del evangelio (Jn 1,29.35.43; 2,1) y la semana inicial de la creación (Gn 1); después de la resurrección Jesús "sopló" sobre los discípulos (Jn 20,22) como Yahvéh en la creación del hombre (Gn 2,7). Probablemente al leer la pasión de Jesús Juan quiere que pensemos en la narración de una nueva creación, la que brotará del costado abierto del Señor (cf. 7,39). En la narración joánica el episodio del huerto es un auténtico enfrentamiento entre la luz y las tinieblas. Jesús no es sorprendido, más bien se adelanta (18,4). Las tinieblas están representadas por Judas y sus acompañantes, símbolos de todos aquellos que se cierran a la Verdad y a la Luz. Judas ha preferido las tinieblas a la luz que ha venido al mundo (cf. 3,19). Cuando abandonó a Jesús durante la cena entraba en la noche: "En cuanto Judas tomó el bocado, salió. Era de noche" (13,30). Ahora necesita luz artificial pues ha rechazado a aquel que es "la luz del mundo" y que cuando se le sigue no se camina en tinieblas (cf. 8,12). El Jesús que enfrenta a Judas y sus acompañantes no aparece postrado en tierra pidiendo al Padre ser librado de aquella hora, como en los otros evangelios. En Juan, Jesús y el Padre son uno (10,30). "Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero si he llegado a esta hora para esto. Padre glorifica tu Nombre" (12,27). Es el inicio de la hora de la gloria. "La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?" (18,11).

Si alguien cae en tierra en el huerto no es Jesús sino sus enemigos ante la declaración solemne: "Yo soy" (18,5). "Yo soy" es el Nombre de Dios. Y ante Dios caen y retroceden sus enemigos. "Confusión y vergüenza sobre aquellos que buscan mi vida" (Sal 35,4); "Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y caen" (Sal 27,2). Jesús aparece dominando la situación con libertad soberana: "Doy mi vida, para recuperarla de nuevo. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente" (10,18). Es además el Buen Pastor que no abandona a sus ovejas: "Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos" (18,8). Y Juan anota: "Así se cumpliría lo que había dicho: 'de los que me has dado, no he perdido a ninguno'" (18,9). Jesús había dicho de sus ovejas: "Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano" (10,28). En síntesis, asistimos a un verdadero enfrentamiento, entre "el mundo" (las fuerzas hostiles a la Verdad) y Jesús y los suyos (la luz del mundo). Este enfrentamiento será permanente en la historia. Por eso Jesús ha orado por los suyos al Padre: "El mundo los ha odiado, porque no son del mundo como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (17,14-15).

3.2 Interrogatorio delante de Anás y negaciones de Pedro (18,13-27)

Jesús es conducido donde Anás, suegro del sumo sacerdote Caifás. Y es Anás quien le interroga sobre "sus discípulos y su doctrina" (18,19). Por lo tanto no hay verdadero proceso judicial contra Jesús. Y es que para Juan toda la vida de Jesús ha sido un inmenso proceso judicial desde el interrogatorio a Juan Bautista (1,19) hasta la decisión de matar a Jesús (11,49-53): "Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se vuelvan ciegos" (9,39). Cada hombre se juzga a sí mismo cuando toma posición frente a Jesús: "el que no cree, ya está juzgado porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios" (3,18). El mundo, rechazando la luz y prefiriendo las tinieblas, se juzga a sí mismo: "Y el juicio está en que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz" (3,19).

En el interrogatorio frente a Anás el verdadero interrogado es Anás mismo. Es a él a quien Jesús interroga y le deja callado (18,23). Jesús frente a Anás no es un reo silencioso, es un revelador. Juan tiene mucho cuidado en remarcar por 4 veces en esta sección el verbo "hablar" (en griego laléo: verbo técnico que Juan aplica siempre a Jesús como revelador del Padre). La sección describe simbólicamente el rechazo del mundo a través de "la bofetada" de uno de los guardias y lo describe de forma real a través de las negaciones de uno de los suyos, que se ha quedado "fuera" (18,16), como abandonado a su propia debilidad. El servidor de Anás representa al mundo que ha rechazado la Palabra reveladora de Jesús. Pedro representa al discípulo "que ha oído lo que ha hablado y sabe lo que ha dicho Jesús" (cf. 18,21) y, sin embargo, niega tener algo que ver con el Maestro. Son las posibilidades de rechazo a la Verdad y a la Luz: el mundo obstinado en el pecado y el discípulo que se queda "fuera".


3.3 El proceso romano ante Pilato (18,28-19,16a)

Esta sección está cuidadosamente construida por el evangelista a través de una serie de escenas "dentro" y "fuera" que sirven para llevar adelante la trama del relato. A través de un constante "entrar" y "salir" de Pilato asistimos a uno de los momentos más ricos de la narración. La sección se puede estructurar así:

Fuera: (18,28-32)

Dentro: (18,33-38a)

Fuera: (18,38-40)

La Coronación de espinas y el manto (19,1-3)

Fuera: (19,4-8)

Dentro: (19,9-12)

Fuera: (19,13-16a)

Jesús siempre aparece en las escenas descritas "dentro", en las que hay un ambiente de diálogo y de serenidad. En las escenas descritas "fuera", en cambio, están los judíos. Y la atmósfera predominante es de odio, rechazo y confusión. Pilato sale y entra. Pasa de un ambiente a otro. Cambia una y otra vez de posición. Es él el que verdaderamente está siendo juzgado. Jesús se mantiene soberano y libre, dominando en todo momento la situación. Lo que está en juego en toda la sección no es lo que ocurrirá con Jesús sino cómo acabará ese Pilato vacilante y cobarde, que si en algún momento "trataba de librarle" (19,12), se dejaba manipular ante los gritos de la turba que amenazaba con acusarlo de no ser amigo del César (19,12). Es Pilato el que tiene miedo (19,8). Jesús aparece dueño del drama. Sereno y soberano. Aunque Pilato piense que él, el procurador romano, tiene poder sobre Jesús, Jesús le advierte que su autoridad sobre él es recibida y relativa: "No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba" (19,11). Jesús es el que tiene el poder. Como todo un rey. Con razón hablará de su reino.

"Mi reino no es de este mundo", (en griego: e basileia e eme, ouk estin ek tou kosmou toutou: 19,36; cf. Jn 3,3.5). La expresión "no es de este mundo" no indica lugar donde se realiza ese reino, como si el reino de Jesús no tuviera que ver nada con la historia humana. Indica más bien proveniencia (eso indica la partícula griega ek), cualidad. Es decir, el reino de Jesús no surge del mundo, no tiene su fundamento en las estructuras tenebrosas de pecado de este mundo. No es como los reinos de la historia. Su reino se basa en "la verdad" (19,37) (aletheia que en Juan indica siempre la palabra reveladora de Jesús). Para entrar en su reino hay que aceptar su Palabra. "Todo el que es de la verdad escucha mi voz" (18,37). Jesús, como Rey, no sufre las humillaciones y burlas que narran los otros evangelistas. Sólo habla de azotes (19,1) y bofetadas (19,3). En cambio, aparece la coronación de espinas y la colocación del manto, como a un rey auténtico (19,1-3). De hecho así es saludado por los soldados: "Salve, rey de los judíos" (19,3). Pilato presenta a Jesús a la turba como "el Hombre" (19,5). Probablemente el título refleje un antiguo título cristológico, como el de "Hijo del hombre", pero en el drama joánico tiene la función de ofrecer al lector del evangelio en el rechazo de Jesús un ejemplo de acto "inhumano". El poder romano comete un acto inhumano por excelencia y los judíos, al preferir al Cesar (19,15), se cierran a toda esperanza mesiánica. Ambos son juzgados.

3.4 Muerte en el Gólgota (19,16b-37)

La crucifixión en el evangelio de Juan es narrada a través de una serie de escenas cortas, algunas de ellas similares a la de los otros evangelistas, pero conteniendo una teología muy peculiar. En primer lugar, no aparece Simón de Cirene. Es Jesús mismo quien carga con la cruz (19,17). "Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente" (10,18). Los cuatro evangelios mencionan el letrero sobre la cruz, pero en Juan es más que un simple letrero. Es una solemne proclamación. Pilato había presentado a Jesús a su pueblo como rey (19,14) y había sido rechazado (19,16). Ahora, en las tres lenguas del imperio, hebreo, latín y griego (19,20), Pilato reafirma la realeza de Jesús y lo hace con toda la precisión legal de la normativa del imperio romano: "Lo que he escrito, lo he escrito" (19,22). A pesar del rechazo de los jefes religiosos de Israel, un representante del más grande poder sobre la tierra, ha reconocido que Jesús es rey.

Los otros evangelios hablan implícitamente del reparto de los vestidos de Jesús a partir del salmo 22,19. Juan lo hace citando explícitamente el salmo y anota una peculiaridad: la túnica era sin costura (19,23). Algunos han visto una alusión a la túnica sin costuras del Sumo Sacerdote, según la describe Flavio Josefo. Otros, y quizás sea esta la interpretación más acorde con la teología de Juan, han visto en ella un símbolo de unidad. Ya en el Antiguo Testamento el partir los vestidos simbolizaba división, como en 1Re 11,29-31 queda simbolizada la división de la monarquía. En Juan, la túnica sin costuras, simboliza al pueblo de Dios que en torno a Jesús está sin división alguna. De hecho, Juan había señalado antes de la crucifixión que "se originó una disensión entre la gente a causa de él" (7,43; cf. 9,16; 10,19) y nos da una clave interpretativa de su muerte: "Jesús iba a morir por la nación -y no sólo por la nación-, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. La túnica sin costuras es, pues, símbolo del Pueblo Nuevo congregado en torno a la cruz de Jesús. Y esto que aquí queda expresado simbólicamente, a continuación aparece encarnado en algunas personas concretas, pero que juegan también una función simbólica especial.

Junto a la cruz de Jesús aparece congregada simbólicamente la Iglesia (19,25-27) sobre todo en la persona de "su Madre" y en "el discípulo a quien amaba". Son personas reales, pero que interesan al evangelista principalmente no en su identidad histórica, sino como "personalidades corporativas", a nivel simbólico. Su Madre es figura de Sión, lo mejor del pueblo de Dios (cf. Is 66,8-9 donde Sión-Jerusalén aparece engendrando a sus hijos). Y el discípulo es figura del creyente, "el discípulo a quien Jesús ama". Al pie de la cruz nace la nueva familia de Jesús, "su Madre y sus hermanos" (cf. Mc 3,31-35), "aquellos que hacen la voluntad del Padre". El discípulo acoge a la Madre de Jesús como algo suyo. "Desde aquella hora, el discípulo la acogió entre sus pertenencias" (literalmente en griego: en ta ídia, que es más que "en su casa"). La Madre del Señor pasa a ser parte del tesoro más preciado del discípulo creyente. Así, al pie de la cruz, asistimos al nacimiento de la Iglesia en Juan.

En los sinópticos le acercan a Jesús la esponja con una caña. En cambio, en Juan, con un "hisopo" (19,29), que recuerda Ex 12,22 donde con un hisopo se roció la sangre del Cordero sobre las casas de los israelitas. Además fue sentenciado a muerte hacia la hora sexta del día de la Preparación (19,14), la misma hora en que en la víspera de la Pascua los sacerdotes comenzaban a degollar los corderos pascuales en el Templo. Además no le quiebran ningún hueso (cf. Ex 12,10). No muere como en los sinópticos. Es una muerte solemne: "E inclinando la cabeza entregó el espíritu" (19,30). Entregó totalmente la vida, por una parte. Y por otra, entregó el Espíritu, fuente de la vida, que nos llevará hacia la verdad completa (cf. 16,13). Para Juan aquí, en la cruz, ocurre la glorificación de Jesús. No hay que esperar Pentecostés, como en Lucas. En la cruz Jesús es glorificado y brota el Espíritu, que antes no había "pues Jesús todavía no había sido glorificado" (Jn 7,39). El Espíritu es donado a aquellos que simbolizan y forman la Iglesia, su Madre y el discípulo amado.

A diferencia de los sinópticos no ocurren signos cósmicos especiales al morir Jesús. Todo se centra en su cuerpo glorificado, verdadero santuario (cf. Jn 2,21: "él hablaba del santuario de su cuerpo"). Por eso, de su cuerpo brota "sangre y agua" (19,34). La sangre y el agua, en primer lugar, aluden al paso de Jesús de este mundo (sangre) al Padre a través de la glorificación (agua) (cf. 12,23; 13,1). Pero también hay que ver aquí una alusión a aquellas dos realidades por las cuales Cristo glorificado dona el Espíritu a la Comunidad: el bautismo ("nacer del agua y espíritu": Jn 3) y la eucaristía ("quien no come mi carne y no bebe mi sangre": Jn 6). Como ya había anunciado Juan: "de su seno correrían ríos de agua viva" (7,38) vivificando a "todos los que creyeran en él", formando la comunidad que nacía al pie de la cruz.

3.5 Colocado en la tumba en un jardín (19, 38-42)

La sepultura de Jesús es narrada también por los otros evangelistas pero en Juan, una vez más, lleva otros acentos con el fin de acentuar la soberanidad de Jesús. No es sólo el tradicional José de Arimatea el que aparece en escena sino un personaje propio del cuarto evangelio, Nicodemo, que había ido donde Jesús "de noche" (3,1-10). Nicodemo va ahora donde Jesús, abiertamente (19,39). Se cumplen de nuevo las palabras de Jesús: "Cuando yo sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí" (12,32). Cristo glorificado es la meta de todo hombre sobre la tierra. Por otra parte, el cuerpo de Jesús, el nuevo y eterno santuario destruido por los hombres y levantado por Dios (2,19-22), en donde los hombres encontrarán la comunión plena y podrán adorar a Dios "en Espíritu y Verdad" (4,24), es venerado como tal. Es el cuerpo de un rey, santuario lleno de gloria. Por eso es "envuelto en vendas con aromas" (19,40) y con una cantidad inmensa de mirra y áloe (19,39). Su sepulcro no es cualquiera, "es un sepulcro nuevo" (19,41), acorde con la novedad absoluta de su gloria.

Y terminamos donde iniciamos, en el jardín. De principio a fin la pasión de Jesús en el cuarto evangelio es la narración de una victoria. "Yo he vencido al mundo" (16,33). La realeza de Jesús ha quedado de manifiesto. "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron" (1,4). Cada creyente, cada comunidad, unida a Jesús, Verdad, Luz y Vida, vence al mundo. "A todos los que le recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su Nombre" (1,12).