Padre Trampitas (Juan Manuel Martinez)
Fue un sacerdote mexicano admirable, que quiso vivir como preso durante más de 30 años con la única finalidad de salvar a tantos que estaban allí sin ayuda espiritual. Él vivía la vida de los presos y comía con ellos. No podía salir de la prisión y no tenía ninguna diferencia, sólo que era un preso voluntario.
Su nombre era Juan Manuel Martínez, pero todos lo conocían cariñosamente como el padre Trampitas. La prisión estaba en las islas Marías (México), para los presos más peligrosos. Y allí murió y allí están enterrados sus huesos. Fue un sacerdote admirable por su espíritu apostólico. Y cuenta, en sus numerosos relatos, la conversión de grandes criminales, porque el poder de Dios llega hasta el corazón de los más avezados delincuentes.
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Monday, March 3, 2014
Serie Especial: Sacerdotes Ejemplares
Padre Patrick Peyton
Ha sido un famoso sacerdote irlandés, fundador de la Cruzada mundial del rosario en familia, que ha recorrido el mundo hablando del rosario y del amor a la Virgen María. Él dice sobre su vocación:
La razón para hacerme sacerdote ha sido, ante todo, la Santísima Virgen a través, especialmente, del rosario familiar… Otra razón fue el párroco, padre Roger O’Donnell, un hombre de Dios, lleno de humildad, a quien tenía el privilegio de acompañar visitando los hogares de los enfermos para llevarles los sacramentos, así como ayudarle a misa y disfrutar de su amistad. También deseé el sacerdocio, porque pensaba en las misiones de África. Soñaba en que un día partiría a evangelizar…
A los diecinueve años emigré a USA. Llegué al empezar le gran “depresión”. Tres hermanas mías habían ido ya antes que yo. Una de ellas, la que cuando estuve enfermo ofreció su vida al Señor por mí, le contó a Monseñor Paul Kelly, rector de la catedral de Scranton (Pensilvania), donde vivían, que yo iba a llegar a América con un hermano… Monseñor Kelly me ofreció trabajo: sacristán de la catedral.
Esto significó que tuve ocasión frecuente de quedarme solo con el Santísimo Sacramento, porque era el que abría las puertas por la mañana y el que las cerraba por la noche. Entonces, la vocación, que estaba muerta, volvió a vivir. El deseo de ser sacerdote volvió a ser intenso… Entré en el Seminario de la Congregación de la Santa Cruz. Dos años antes de mi ordenación, me puse enfermo: los médicos diagnosticaron tuberculosis. Me llevaron a la enfermería. Estaba mal de cuerpo y alma… Uno de mis profesores de la universidad de Notre Dame, sacerdote de nuestra Congregación, padre Cornelio Hegarty, vino a verme y durante media hora me habló de la Virgen María… y me convenció para que le pidiera la salud. De María recibí la salud, y su amor me liberó de la enfermedad, dejándome volver feliz a mi vocación: fui ordenado sacerdote. Por Ella moriría en agradecimiento y le daría un millón de mundos, si los tuviera. La Cruzada de Oración en familia ha sido el medio que Dios me ha concedido para manifestarle mi gratitud.
Padre Patrick Peyton con su S.S. Juan Pablo II
Ha sido un famoso sacerdote irlandés, fundador de la Cruzada mundial del rosario en familia, que ha recorrido el mundo hablando del rosario y del amor a la Virgen María. Él dice sobre su vocación:
La razón para hacerme sacerdote ha sido, ante todo, la Santísima Virgen a través, especialmente, del rosario familiar… Otra razón fue el párroco, padre Roger O’Donnell, un hombre de Dios, lleno de humildad, a quien tenía el privilegio de acompañar visitando los hogares de los enfermos para llevarles los sacramentos, así como ayudarle a misa y disfrutar de su amistad. También deseé el sacerdocio, porque pensaba en las misiones de África. Soñaba en que un día partiría a evangelizar…
A los diecinueve años emigré a USA. Llegué al empezar le gran “depresión”. Tres hermanas mías habían ido ya antes que yo. Una de ellas, la que cuando estuve enfermo ofreció su vida al Señor por mí, le contó a Monseñor Paul Kelly, rector de la catedral de Scranton (Pensilvania), donde vivían, que yo iba a llegar a América con un hermano… Monseñor Kelly me ofreció trabajo: sacristán de la catedral.
Esto significó que tuve ocasión frecuente de quedarme solo con el Santísimo Sacramento, porque era el que abría las puertas por la mañana y el que las cerraba por la noche. Entonces, la vocación, que estaba muerta, volvió a vivir. El deseo de ser sacerdote volvió a ser intenso… Entré en el Seminario de la Congregación de la Santa Cruz. Dos años antes de mi ordenación, me puse enfermo: los médicos diagnosticaron tuberculosis. Me llevaron a la enfermería. Estaba mal de cuerpo y alma… Uno de mis profesores de la universidad de Notre Dame, sacerdote de nuestra Congregación, padre Cornelio Hegarty, vino a verme y durante media hora me habló de la Virgen María… y me convenció para que le pidiera la salud. De María recibí la salud, y su amor me liberó de la enfermedad, dejándome volver feliz a mi vocación: fui ordenado sacerdote. Por Ella moriría en agradecimiento y le daría un millón de mundos, si los tuviera. La Cruzada de Oración en familia ha sido el medio que Dios me ha concedido para manifestarle mi gratitud.
Serie Especial: Sacerdotes Ejemplares
Padre Pedro Arrupe
Cuando todavía era joven sacerdote y vivía en Hiroshima, vivió el 6 de agosto de 1945 la fuerte experiencia de la bomba atómica. Aquel día a las 8.15 de la mañana, un bombardero norteamericano lanzó la primera bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima. Sobre esta experiencia escribió el libro Yo viví la bomba atómica, donde describe los efectos devastadores y todo lo que él y sus siete compañeros jesuitas hicieron por ayudar a todos los damnificados. Él había estudiado medicina y, desde el primer momento, con las escasísimas medicinas del botiquín de su casa, empezó a ayudar, sobre todo, a tantos quemados por la explosión. Recordemos que ese día murieron unas 80.000 personas y quedaron heridas unas 120.000; de los 220 médicos, que había en la ciudad antes de la explosión, sólo quedaron con vida unos sesenta médicos.
Lo más triste fue que la ayuda proveniente de Tokio y Osaka se detuvo a las puertas de la ciudad, porque se había corrido la voz de que en la ciudad se había extendido un gas que mataba durante los primeros sesenta años. Nadie quería venir de fuera a ayudar. Por eso, tuvo más mérito la ayuda de los ocho jesuitas, que resultaron vivos milagrosamente. Ellos no pensaron en que iban a morir, quisieron vivir en plenitud sus últimos momentos y, si debían morir, querían hacerlo como sacerdotes, dando la vida por los demás.
El mismo padre Arrupe lo dice:
Ante este hecho, un sacerdote no puede quedarse fuera para salvar su vida… Naturalmente que, cuando a uno le dicen que dentro de la ciudad hay un gas que mata, sólo después de hacer un propósito muy firme se decide a quedarse. Pero lo hicimos y comenzamos a curar a los enfermos y a quemar los cadáveres de las calles para evitar epidemias.
Fue un trabajo agotador, pero lo hicieron con espíritu sacerdotal. Por eso, cuando era general de los jesuitas (1965-1983), siempre recordaba aquellos momentos como de los más llenos y satisfactorios de su vida, porque había vivido su sacerdocio hasta el fondo, dándolo todo sin reservarse nada.
Después de veinticinco años, lo visitó en Roma un joven sacerdote japonés, a quien él había curado sus llagas supurantes a consecuencia de las radiaciones, producidas por la bomba. Aquel muchacho se había bautizado y más tarde había sido ordenado sacerdote. Se llamaba Hasegawa Tadashi. Él, como tantos otros, se sintió llamado a la fe católica y al sacerdocio por el testimonio de vida que vio en aquellos misioneros jesuitas que lo habían dado todo.
Padre Pedro Arrupe con su S.S. Pablo VI
Cuando todavía era joven sacerdote y vivía en Hiroshima, vivió el 6 de agosto de 1945 la fuerte experiencia de la bomba atómica. Aquel día a las 8.15 de la mañana, un bombardero norteamericano lanzó la primera bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima. Sobre esta experiencia escribió el libro Yo viví la bomba atómica, donde describe los efectos devastadores y todo lo que él y sus siete compañeros jesuitas hicieron por ayudar a todos los damnificados. Él había estudiado medicina y, desde el primer momento, con las escasísimas medicinas del botiquín de su casa, empezó a ayudar, sobre todo, a tantos quemados por la explosión. Recordemos que ese día murieron unas 80.000 personas y quedaron heridas unas 120.000; de los 220 médicos, que había en la ciudad antes de la explosión, sólo quedaron con vida unos sesenta médicos.
Lo más triste fue que la ayuda proveniente de Tokio y Osaka se detuvo a las puertas de la ciudad, porque se había corrido la voz de que en la ciudad se había extendido un gas que mataba durante los primeros sesenta años. Nadie quería venir de fuera a ayudar. Por eso, tuvo más mérito la ayuda de los ocho jesuitas, que resultaron vivos milagrosamente. Ellos no pensaron en que iban a morir, quisieron vivir en plenitud sus últimos momentos y, si debían morir, querían hacerlo como sacerdotes, dando la vida por los demás.
El mismo padre Arrupe lo dice:
Ante este hecho, un sacerdote no puede quedarse fuera para salvar su vida… Naturalmente que, cuando a uno le dicen que dentro de la ciudad hay un gas que mata, sólo después de hacer un propósito muy firme se decide a quedarse. Pero lo hicimos y comenzamos a curar a los enfermos y a quemar los cadáveres de las calles para evitar epidemias.
Fue un trabajo agotador, pero lo hicieron con espíritu sacerdotal. Por eso, cuando era general de los jesuitas (1965-1983), siempre recordaba aquellos momentos como de los más llenos y satisfactorios de su vida, porque había vivido su sacerdocio hasta el fondo, dándolo todo sin reservarse nada.
Después de veinticinco años, lo visitó en Roma un joven sacerdote japonés, a quien él había curado sus llagas supurantes a consecuencia de las radiaciones, producidas por la bomba. Aquel muchacho se había bautizado y más tarde había sido ordenado sacerdote. Se llamaba Hasegawa Tadashi. Él, como tantos otros, se sintió llamado a la fe católica y al sacerdocio por el testimonio de vida que vio en aquellos misioneros jesuitas que lo habían dado todo.
Monday, February 24, 2014
Jesucristo Sana Hoy - Padre Emiliano Tardif - Predica Catolica Carismatica
El Padre Emiliano Tardif fué un sacerdote entregado a su ministerio de sanación recorriendo el mundo dando a conocer a Jesús.
Debido a su incansable labor magisterial, ministerial y misionera, llegó a convertirse en uno de los pioneros en llevar el movimiento de la Renovación Carismática al seno de la iglesia católica en múltiples países y ciudades de América Latina.
Sensible al uso de los medios de comunicación social para la evangelización, Emiliano Tardif participó en numerosas transmisiones de televisión, y dejó escritos tres libros y una ponencia, todos traducidos a diversas lenguas. El primero de ellos, titulado "Jesús Está Vivo", ha sido traducido a 22 idiomas.
El 8 de Junio de 1999, en la ciudad de Córdoba, Argentina, mientras dirigía un retiro espiritual para más de 250 sacerdotes, falleció de un infarto cardíaco. Con ocasión de sus funerales, el presidente de la República Dominicana proclamó un día de luto nacional, dadas las cualidades humanas y morales de Emiliano Tardif, y por los beneficios y servicios sociales que éste había brindado a la nación.
Actualmente se encuentra en proceso de beatificación.
Debido a su incansable labor magisterial, ministerial y misionera, llegó a convertirse en uno de los pioneros en llevar el movimiento de la Renovación Carismática al seno de la iglesia católica en múltiples países y ciudades de América Latina.
Sensible al uso de los medios de comunicación social para la evangelización, Emiliano Tardif participó en numerosas transmisiones de televisión, y dejó escritos tres libros y una ponencia, todos traducidos a diversas lenguas. El primero de ellos, titulado "Jesús Está Vivo", ha sido traducido a 22 idiomas.
El 8 de Junio de 1999, en la ciudad de Córdoba, Argentina, mientras dirigía un retiro espiritual para más de 250 sacerdotes, falleció de un infarto cardíaco. Con ocasión de sus funerales, el presidente de la República Dominicana proclamó un día de luto nacional, dadas las cualidades humanas y morales de Emiliano Tardif, y por los beneficios y servicios sociales que éste había brindado a la nación.
Actualmente se encuentra en proceso de beatificación.
La Ayuda de la Medicina en Nuestra Sanacion.
Hola queridos lectores,
Hoy me gustaría recordar la importancia de la medicina en nuestra sanación, tanto física como emocional.
A veces pensamos que solamente la oración nos sanará esa enfermedad o dolor, esa angustia que sentimos, depresión, tristeza, o alguna dificultad. Es cierto que puede pasar eso, que Dios nos manifieste Su gran poder sanador y quedemos sanos al instante durante una oración (y hay muchos casos prueba de esto). Y es verdad que para Dios nada es imposible.
A lo que me refiero es que muchas veces seguimos con la misma dificultad, orando y orando y no vemos que la medicina también nos puede ayudar. No vemos que la medicina, los médicos y los especialistas en salud mental son instrumentos de Dios para nuestra sanación.
Recomiendo orar mucho antes de presentarte con un médico. Para que Dios nos ayude primero a encontrar al médico que nos ayudará a sanar. Y luego, orar antes de ir a su encuentro, para que Dios lo inspire para realizar el tratamiento adecuado de la mejor forma, para que nos diga las palabras que necesitamos que oír y si fuera necesario, nos recete el medicamento que es el correcto para nuestra sanación.
Creo firmemente que la sanación proviene de dos fuentes: de Dios y de la medicina. Y creo que lo que une a esas dos fuentes es nuestra voluntad, porque por más que pidamos a Dios y vayamos al médico, tenemos que poner esfuerzo para sanar, corrijiendo e intentando lo que podamos hacer por poco que parezca (quizas empezar la modificación de algún hábito).
Te aseguro que Dios te va sanar, solo hay que tener paciencia, se hará en el tiempo de Dios. Hay sanaciones instantáneas por obra de la gracia de Dios, pero tambien hay procesos de sanación. Un proceso, es decir, un camino que hay que ir transitando. Ten fe, ten paciencia, se logrará.
Recuerda siempre que hoy en día la medicina está muy avanzada y para Dios nada es imposible, ninguna enfermedad fisica o mental es mas fuerte que el gran poder sanador y liberador de nuestro Señor.
Alabado seas Señor por ser nuestro Salvador!
Autora: Marilyn
Oración para la Tristeza
Señor Jesús, tú conoces mi tristeza que ahoga mi corazón y sabes el origen de ella. Hoy me presento ante ti y te pido, Señor, que me ayudes, pues ya no puedo seguir así.
Sé que tú me llamas a vivir en paz, con serenidad, gozo y alegría, incluso en medio de las dificultades cotidianas. Por eso hoy te pido que pongas tus benditas manos en las llagas de mi mente que me hacen tan sensible a los problemas y me liberes de la tendencia a la tristeza y a la melancolía que anida en mí.
Hoy te pido que tu gracia vaya restaurando mi historia a fin de no vivir esclavizado por el recuerdo amargo de los acontecimientos dolorosos del pasado. Como ellos han pasado, ya no existen, te entrego lo que pasé y lo que pasaron las personas amadas; lo vivido y lo sufrido por nosotros.
Quiero perdonarme y perdonar, a fin de que tu gozo comience a fluir en mí.
Te entrego las tristezas unidas a las preocupaciones o a los temores del mañana. Ese mañana tampoco ha llegado, por lo tanto sólo existe en mi imaginación.
Sólo hoy debo vivir y sólo hoy debo caminar en tu alegría. Aumenta mi confianza en ti, para que aumente en mi alma el regocijo. Tú eres Dios y Señor de la historia y de la vida, de nuestras vidas.
Por eso toma mi existencia y la de las personas amadas, con todos nuestros quebrantos, con todas nuestras necesidades y que con la ayuda de tu poderoso amor se desarrolle en nosotros la virtud de la alegría. Amén.
El Padre Nuestro: Explicación de la Oración.
Es la oración cristiana fundamental. Enseñada por Jesús.
Uno de sus discípulos le pidió a Jesús que les enseñara a orar y Él lo hizo, enseñándoles la oración del Padrenuestro. (Mt 6, 9-15)
Al rezar el Padrenuestro, le pides ayuda a Dios y al mismo tiempo te comprometes a vivir como hijo de Dios.
Se trata de vivir las palabras de esta oración, no solo de repetirlas sin fijarnos en lo que estamos diciendo.
El Padre Nuestro está formado por un saludo y siete peticiones.
-SALUDO: “PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO”
“Padre” nos reconocemos como hijos de Dios.Y ponemos toda nuestra confianza en El, nuestro Padre Celestial.
“nuestro” porque es mío, de Jesús y de todos los cristianos.
“que estás en el cielo” significa que Dios está en los corazones que confían y creen en Él. El cielo no es un lugar sino una manera de estar en Dios.
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