De una carta de Luigi Rocci (11 de febrero de 1974)
[El autor tiene introducido el proceso
de canonización]
de canonización]
El sábado
pensaba en una frase de Vittorio De Sica: “El sufrimiento
enriquece
siempre, como la alegría”. Por la experiencia que tengo yo del
sufrimiento, experiencia larga –dado que con este mal despiadado
he nacido
y pronto me redujo a la total inmovilidad con progresión muy
dolorosa–
puedo decir que el sufrimiento es una revelación, te lleva a ver
más allá de las cosas, te descubre valores esenciales, eternos, de la
vida. Sobre
todo te hace sentir que eres nada y que lo que te da realidad es
el gran
amor de Dios por ti y por toda creatura.
He sufrido y
sufro mucho. Pero siempre he sentido y siento una presencia que me dice:
“¡coraje! Yo estoy contigo”. Y mi ánimo, ante aquella presencia, ante
aquella silenciosa voz, queda invadido por un gozo misterioso, total. En
aquella voz uno se pierde y reza: ¡Señor, quédate conmigo, no te vayas
nunca! Y sientes que aquella presencia te dice: “No temas, no te dejo
nunca. Tú estás en mí y mí encontrarás descanso y gozo”. Entonces te viene
como un estupor, y prorrumpe en ti una alegría que te envuelve, y sientes
decir las palabras del Apocalipsis: Yo estoy a la puerta y llamo. Si
uno escucha mi voz y me abre yo entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo. ¡Cómo es de maravillosa la amistad de Dios! ¡Su amor es
transformador!