Saturday, August 20, 2011

Sanando con el Perdon.

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El perdón es el medio para reparar lo que está roto. Coge nuestro corazón roto y lo repara. Coge nuestro corazón atrapado y lo libera. Coge nuestro corazón manchado por la vergüenza y la culpa y lo devuelve a su estado inmaculado.
El perdón restablece en nuestro corazón la inocencia que conocimos en otro tiempo, una inocencia que nos permite la libertad de amar.

Perdonar no es justificar comportamientos negativos o improcedentes sean propios o ajenos. El maltrato, la violencia, la agresión y la deshonestidad son algunos de los comportamientos que pueden ser totalmente inaceptables.

El motivo más obvio para perdonar es liberarnos de los efectos debilitadores de la rabia y el rencor crónicos. Al parecer estas dos emociones son las que más convierten el perdón en un desafío, a la vez que en una grata posibilidad para quien desee una paz mayor.

De hecho la palabra resentimiento, viene de re-sentir – es decir – volver a sentir intensamente una y otra vez. Cuando estamos resentidos, sentimos con intensidad el dolor del pasado una y otra vez. Esto –sin duda- no sólo tiene un efecto lamentable en nuestro bienestar emocional, sino también repercute negativamente en nuestro bienestar físico.

El perdón es muchas cosas: es una decisión, una actitud, un proceso y una forma de vida. Es algo que ofrecemos a otras personas y algo que aceptamos para nosotros.

"Confiésense uno a otros sus pecados y oren por otros para ser sanados" (Stg 5, 16).

"El culto a la santa muerte” Lo Que Todo Catolico Debe de Saber Acerca de Este Gravisimo Pecado.



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 Imagen de la "santa muerte" en la puerta de un templo dedicado a ella. Es inconcebible que usen la imagen de la Virgen de Guadalupe para ganarse mas adeptos y lo mas increible es de que si lo logran.

Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
 
"El culto a la santa muerte”


  
"El culto a la santa muerte”
Declaraciones de los obispos de México:

1. El obispo que supuestamente sigue esta secta NO está ordenado sacerdote
2. Es una secta
3. La autodenominada “Iglesia católica tradicional, misioneros del Sagrado Corazón y de san Felipe de Jesús”. NO son católicos, ni tradicionalistas. Tampoco son una iglesia.
4. quienes caen en este tipo de culto son personas que se encuentran desesperadas, pero no por una crisis económica, sino por una crisis de fe.
5. Los católicos que caen en este culto deben saber que es un pecado grave: idolatría (“devoción popular” sin ningún soporte doctrinal ni justificación teológica)

Y advierten a los seguidores de la santa muerte que “esto no es un juego, ni la muerte es una deidad divina, detrás de ese culto hay algo diabólico y la gente debe tener mucho cuidado. Detrás de esto está el reino del maligno y la gente puede ser víctima de una posesión diabólica".

La Iglesia católica alerta sobre el peligro que representa adorar a la “santa muerte”, dado que esto trae como consecuencia pérdidas de algún familiar o desgracias en los hogares.
 
No es una devoción católica

El culto a la Santa Muerte se ha extendido de tal forma en México que quienes lo profesan han decidido no ocultar más su fervor y han puesto altares en la calle para que cualquiera que requiera su ayuda pueda invocarla.

Sus promotores la presentan como una «entidad espiritual» que ha existido siempre, desde el principio de los tiempos hasta nuestros días, por lo que maneja una energía denominada «energía de la muerte», capaz de materializarse en una figura, que concentra tanto la fuerza creadora como la destructora del universo. Según ellos, el creyente en la Santa Muerte puede aprender a manejar esta fuerza, que emana de sus imágenes consagradas, puesto que la Santísima (otro de sus nombres) es una de las protecciones más fuertes que existen.

Para sus devotos, la Señora, como la llaman afectuosamente, es capaz de aparecerse y manifestarse corporalmente o imprimir sus imágenes en diversos lugares. En libros y revistas en los que se promueve su culto, narran las intervenciones milagrosas que han vivido, en las que la Santa Muerte los ha librado de múltiples peligros y les ha ayudado a resolver problemas complicados.

¿Qué decir al respecto? Que se trata de una superstición más, que en este caso se manifiesta dando características humanas y divinas a un fenómeno tan natural como la muerte, que no es ni una persona ni siquiera una cosa o fuerza. Podríamos definirla simplemente como el término de la vida.

Conviene señalar que los católicos que rinden culto a la Santa Muerte y a sus imágenes, están haciendo un pecado gravísimo, pues les están atribuyendo poderes que no tienen ni tendrán jamás. Por otra parte, en vez de poner la propia confianza en Dios, la ponen en una supuesta entidad (o ser) espiritual que, sencillamente, no existe. En realidad, la Santa Muerte no es una persona. Es sólo un fenómeno natural como el nacer o el crecer (el inicio y el desarrollo de la vida), aunque nunca se habla del Santo Nacimiento o Santo Crecimiento.

Quienes siguen este culto están lejos de Dios y lejos del Papa

Esta falsa devoción la permite, favorece y promueve una agrupación no-católica que se autonombra "Iglesia Católica Tradicional MÉX-USA, Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús". Es un grupo tradicionalista, que se opone a las reformas del Concilio Vaticano II y a la autoridad del Papa. Este grupo religioso no está en comunión con la Iglesia Católica ni con la Santa Sede, como podría desprenderse del nombre que ostenta. Ni tampoco son una congregación religiosa católica, como parece sugerir el nombre “Misioneros del Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús”. Sus ministros de culto no son sacerdotes católicos, y el arzobispo David Romo Guillén -lider del grupo- no es reconocido por el Papa Juan Pablo II. Hasta este momento ignoramos si son válidas sus ordenaciones sacerdotal y episcopal y quién las realizó.

Al respecto, el padre David Romo habla a nombre de su comunidad, “Nosotros no hemos encontrado nada realmente criticable, o a juicio nuestro, capaz de juzgarse como herético o que desvíe la doctrina o el conocimiento de la fe. “

Y por si hubiera dudas, señala que no tiene nada que ver con la Iglesia Católica.

"Para nosotros, no nos hace más, ni menos (católicos) esta situación, es más, hay un lema que dice ´lejos de Roma y cerca de Dios´ y nosotros preferimos estar cerca de Dios y lejos del Papa".

Claro, el culto de la parroquia de la Misercordia no consiste exclusivamente en venerar a esta imagen, pero su párroco no duda en afirmar que sobran razones para acaparar la popularidad de la devoción, y que le duela al Vaticano si quiere.

"Ubicar a la santa Muerte, en el lugar que le corresponde, que es el de los santos, es lo natural, ya que este ser no necesita de una canonización, como el ángel Gabriel, quien sin necesidad de que un Concilio o de que un Papa lo hubiese nombrado santo, es santo porque es un ángel de nuestro señor", afirma el sacerdote. "Lo mismo la Santa Muerte".

¿Quién es la muerte para un católico?

“Morir, sólo es morir. Morir, se acaba...” Así describe el muy recordado escritor José Luis Martín Descalzo a la muerte. Y más que un estilo poético, recalca una verdad de fe.

La muerte es una consecuencia de nuestro pecado original. No es un castigo de Dios, sino una privación de los bienes que tenían Adán y Eva antes de desobedecer a Dios Padre. Cristo quiso hacerse hombre, padecer, morir y después resucitar para alcanzarnos la salvación eterna. De esta forma, la muerte para el cristiano, aunque no deja de ser dolorosa y misteriosa, tiene un sentido positivo y se convierte en un paso de este mundo al Cielo en donde estaremos en presencia de Dios, y en donde tendremos dicha completa. Por eso, se entiende esta frase bíblica: “ Cristo ha vencido a la muerte”. ( Catecismo de la Iglesia Católica nos. 410-421, 1010-1014).


Con la muerte se experimenta una separación real de cuerpo y alma. El cuerpo del hombre continúa un proceso de corrupción –como cualquier materia viva– mientras que su alma va al encuentro de Dios. Esta alma estará esperando reunirse con su cuerpo glorificado. Con la resurrección, nuestros cuerpos quedarán incorruptibles y volverán a unirse con nuestras almas.

Dios nos dio una vida temporal en la tierra para ganarnos la vida sobrenatural. Con la muerte termina nuestra vida en la tierra. ( Juan 5, 29, cf. Dn. 12,2).


Desde que Cristo venció la muerte y nos dio nueva vida, el cristiano mira a la muerte con una gran esperanza. Esto no quita, sin embargo, que uno sufra cuando ve que nos dejan los seres que más amamos, o sienta miedo cuando vea que le llega la hora de la enfermedad y de la muerte. Pero también, en medio del dolor y del sufrimiento, el cristiano puede levantar los ojos y contemplar a Cristo, que dio su vida por nosotros, que murió a nuestro lado, que nos rescató con su Resurrección y nos espera con los brazos abiertos en la vida futura.


Cristo nos dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 15). Por medio de la muerte nosotros llegamos a la vida. No podemos estar en el Cielo si no dejamos la vida terrena. Por lo tanto, es un paso necesario para llegar al Cielo. La muerte a todos nos puede causar tristeza. Pero no nos puede abatir. ¡Cristo es la respuesta a la vida y a la muerte!

Sólo a Dios se le da el culto

Bien conocido es el pasaje del Evangelio en el cual un doctor de la Ley le pregunta a Jesús sobre cuál es el principal mandamiento de la Ley y la respuesta: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento”. (Mateo 22, 36-38).

Ya en el Antiguo Testamento, encontramos el mandato de Dios: “Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí” . (Ex. 20, 2)

Este mandato lleva como consecuencia la necesidad de vivir la fe, la esperanza y la caridad. Así como la virtud de la religión.

La virtud de la religión es la virtud moral, por la cual el hombre tributa a Dios el culto que le es debido en justicia, como Creador y Ser Supremo.

Amar a Dios como al Ser supremo es una virtud. Podemos definir la virtud de la religión como el hábito de amar a Dios por encima de todo. Se exterioriza por medio de los actos de culto y por el cumplimiento de los Mandamientos.

El culto: son las acciones a través de las cuales el hombre expresa su relación de amor y respeto a Dios.

Existen diferentes tipos de culto:

Interno: culto que se rinde a Dios en la conciencia, en el corazón, en la inteligencia y la voluntad. Es el fundamento de la virtud. (Mateo 15, 8) Como pueden ser la devoción, es decir, la disponibilidad y la generosidad ante lo referente al servicio a Dios, y la oración.

Externo: manifestaciones externas en actos visibles, de la relación que se vive con Dios.

Hay diferentes categorías de culto:

Adoración: culto interno y externo que se tributa a Dios y que en sentido estricto solo se debe a Él, porque como criaturas sólo existimos por Él. Se llama de “latría”.

Veneración: culto que se tributa a los santos. A ellos nos encomendamos para que nos alcancen por su intercesión las gracias de Dios. Este culto se llama de “dulía”.

Una veneración especial: reservada a la Santísima Virgen por su dignidad de Madre de Dios. A este culto se le llama de "hiperdulía”.

El culto a las imágenes sagradas, fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, no es contrario al primer mandamiento.

El que venera una imagen, venera en ella al modelo, a la persona que representa. Es una veneración respetuosa no una adoración que sólo corresponde a Dios.(Catesismo 2132, 2141)

No es ninguna santa la muerte

Recordemos que sólo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, tiene la facultad de proclamar la santidad de una persona. Cuando popularmente se tiene a un difunto como santo que no ha sido reconocido por la Iglesia, puede ser que:

1. La devoción de la gente acierte y años más tarde el difunto sea oficialmente reconocido por la Iglesia como santo.

2. Puede que el difunto sea santo pero que nunca sea reconocido canónicamente.

3. Puede que la gente se equivoque. La gente se identifica con quien tuvo luchas, sufrimientos y tragedias. Pero no es suficiente sufrir para ser santo, hace falta vivirlo todo con heroico amor y fidelidad a Jesucristo. La devoción a los verdaderos santos está orientada a imitarlos en su total obediencia a Dios.


Para concluir recordemos lo que la Sagrada Congregación para el Culto Divino ha dicho sobre los peligros que pueden desviar la piedad popular y las sugerencias que propone para poner remedio a estas eventuales limitaciones y defectos que de ella se derivan.

65.El Magisterio, que subraya los valores innegables de la piedad popular, no deja de indicar algunos peligros que pueden amenazarla: presencia insuficiente de elementos esenciales de la fe cristiana, como el significado salvífico de la Resurrección de Cristo, el sentido de pertenencia a la Iglesia, la persona y la acción del Espíritu divino; la desproporción entre la estima por el culto a los Santos y la conciencia de la centralidad absoluta de Jesucristo y de su misterio; el escaso contacto directo con la Sagrada Escritura; el distanciamiento respecto a la vida sacramental de la Iglesia; la tendencia a separar el momento cultual de los compromisos de la vida cristiana; la concepción utilitarista de algunas formas de piedad; la utilización de "signos, gestos y fórmulas, que a veces adquieren excesiva importancia hasta el punto de buscar lo espectacular"; el riesgo, en casos extremos, de "favorecer la entrada de las sectas y de conducir a la superstición, la magia, el fatalismo o la angustia".

66. Para poner remedio a estas eventuales limitaciones y defectos de la piedad popular, el Magisterio de nuestro tiempo repite con insistencia que se debe "evangelizar" la piedad popular, ponerla en contacto con la palabra del Evangelio para que sea fecunda. Esto "la liberará progresivamente de sus defectos; purificándola la consolidará, haciendo que lo ambiguo se aclare en lo que se refiere a los contenidos de fe, esperanza y caridad".



En esta labor de "evangelización" de la piedad popular, el sentido pastoral invita a actuar con una paciencia grande y con prudente tolerancia, inspirándose en la metodología que ha seguido la Iglesia a lo largo de la historia, para hacer frente a los problemas de enculturación de la fe cristiana y de la Liturgia, o de las cuestiones sobre las devociones populares.


Se recomienda la lectura del documento completo: DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA. PRINCIPIOS Y ORIENTACIONES

Friday, August 19, 2011

Fiebre, No Siempre Hay que Bajarla


Normalmente interpretamos la fiebre como una amenaza cuya única función es advertirnos de que algo va mal. Sin embargo, en la mayoría de las infecciones la fiebre es beneficiosa.

La fiebre en niños, como en los adultos, incide positivamente en la resolución de ciertas enfermedades. Entonces, ¿por qué nos da tanto miedo? Descubre cuándo debes bajar la fiebre de tu hijo.
¿Cuándo se considera que un niño tiene fiebre?

*Hablamos de temperatura normal hasta los 37 grados.
*Consideramos febrícula entre los 37 grados cutáneos y los 38 grados.
*Hablamos de fiebre entre los 38 y los 40 grados.
*Se considera fiebre alta a partir de 40 grados.

La fiebre aumenta las defensas

La fiebre es una elevación controlada de la temperatura corporal, ordenada desde el sistema nervioso central ante una amenaza.

La amenaza suele ser una infección vírica o bacteriana, pero también podemos tener fiebre ante enfermedades de origen metabólico, reumático o inmunológico, sin infección de por medio.

Una elevación moderada de la temperatura corporal genera una mayor producción de anticuerpos, aumenta el poder bactericida de nuestros agentes antimicrobianos y debilita a ciertos microorganismos que no se reproducen bien con temperaturas elevadas.

Por tanto, la fiebre puede aumentar la respuesta de nuestro sistema inmunológico.

¿Cómo actuar si el niño tiene fiebre?

No debemos calificar la fiebre de «grave» en función de su forma de aparición, de la temperatura que alcanza o de su evolución.

Tratar o no la fiebre dependerá más bien de si provoca malestar en el niño. También es recomendable tratarla cuando supera los 40º o existen enfermedades neurológicas, cardiacas o respiratorias de fondo.

También se suele intervenir para bajar la fiebre con rapidez cuando el niño tiene tendencia a las convulsiones febriles, aunque este hábito es controvertido.

¿Por qué no bajar la fiebre?

La mayoría de las enfermedades infecciosas y de origen viral evolucionan mejor con fiebre que sin ella.
En algunos casos la supresión sistemática de la fiebre puede enmascarar determinadas enfermedades y retrasar los estudios necesarios para descubrirlas.
Los medicamentos antitérmicos tienen efectos secundarios que no hemos de menospreciar. El paracetamol es un tóxico hepático y el ibuprofeno puede causar trastornos gastrointestinales.

Métodos naturales para bajar la fiebre

Antes de dar medicamentos para bajar la fiebre a los niños, usa métodos naturales:

Mantén al niño con poca ropa, en un ambiente agradable, y bien hidratado.
Para bajar la temperatura puedes meterlo en una bañera cubierto totalmente de agua a la misma temperatura del niño o un grado menos. El pequeño irá cediendo su temperatura al agua.
También puedes ponerle paños de agua templada o fría en la frente y las extremidades.
Evita el alcohol porque aunque su vapor produce frío, no baja la temperatura y existe el riesgo de que se produzcan quemaduras o intoxicación etílica.

Signos de alarma por la fiebre en niños:

En menores de tres meses: la fiebre es siempre alarmante y debemos acudir a urgencias, porque a esta edad las infecciones se generalizan muy rápido. En menores de un mes no esperaremos a los 38 grados, acudiremos a partir de los 37,5.
En menores de tres años: debes preocuparte cuando no existen otros síntomas, ni una causa clara que la justifique. En este caso hay que hacer análisis para determinar su origen.
En los niños en general: nos preocuparemos cuando tengan alguno de los siguientes síntomas:

Gran irritabilidad o decaimiento.
1.- Manchas rojas en la piel, que no desaparecen al estirarla (petequias).
2.- Fuertes dolores de cabeza, rigidez de nuca.
3.- Vómitos violentos, es decir, arrojados con fuerza.
4.- Fiebre persistente, esto es, que no desaparece pasados tres o cuatro días.