Friday, August 5, 2011

PERDON Y SALUD

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"Los ciegos lo fueron a buscar.
Jesús les preguntó: ¿CREEN que Yo
Puedo sanarlos?
Contestaron: ¡ SI SEÑOR ¡
(Mt 10, 28)

Jesús SANÓ a muchos enfermos
Con dolencias de toda clase.
(Mc 1, 34)

¿Crees tú que puedo sanarme?
Sí, lo creo.
Sé, sano...

La Transubstanciación


"Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación" (Concilio de Trento, DS 1642).

En la Eucaristía "Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad" (Cc. de Trento: DS 1640; 1651).

La transubstanciación es un milagro que pasa desapercibido para quien no tiene fe porque después de la consagración, aunque no hay ya substancia de pan ni de vino, si quedan los "accidentes" (color, gusto, cantidad, etc.) de pan y vino. Por eso la Eucaristía tiene la apariencia de pan y vino aunque no lo es.

En el milagro de Lanciano, después de la consagración, no quedaron ni la substancia ni los accidentes de pan y vino. La hostia, que siempre es substancialmente la carne de Cristo, tomó también los accidentes propios de la carne ante los ojos de todos los testigos. Este milagro se mantiene hasta hoy y ha sido ampliamente confirmado por la ciencia.

La transubstanciación ocurre en el momento de la consagración en la Santa Misa, mediante la eficacia de la palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo.

Este dogma se fundamenta en las palabras de Cristo en la Ultima Cena:
"`Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío'. De igual modo, después de cenar, el cáliz, diciendo: `Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros' (Lc 22,7-20; cf Mt 26,17-29; Mc 14,12-25; 1 Co 11,23-26).

San Juan no relata la consagración pero si hace mención de la enseñanza de Jesús que da comer su carne como alimento de vida eterna (cf. Jn 6: 51-58).
Los cristianos de la Iglesia católica y de la Iglesia ortodoxa aceptan esta doctrina. Los protestantes la rechazan.

Padre Jordi Rivero

Wednesday, August 3, 2011

¿CÓMO CURARSE DE RECUERDOS DOLOROSOS?

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P. Daniel Barrera Hdz., msp.

Es difícil tratar con la realidad compleja de los sentimientos que guarda el corazón humano. Sobre todo, cuando la persona sufre graves y duros golpes que han marcado su destino para siempre. No son sólo noticias, tragedias, muertes inesperadas, los actos de violencia intrafamiliar, más que nada, son hechos que le ocurren a «alguien». La expresión bíblica «Todo lo que Dios permite es para bien del hombre» ( cf. Rom 8, 28) , no siempre es bien digerida por los que cargan la pena o la desgracia.

Salía de misa de 12 cuando me abordaron dos fieles de la comunidad sumamente afligidos. Me informaron de la muerte de un joven conocido que frecuentaba los grupos de la parroquia. Tenía 20 años y se había ahogado en la playa cuando veraneaba con un grupo de jóvenes. Así que no tuve que pensar para salir inmediatamente y hacer una oración, esperando encontrar unas palabras de consuelo para los familiares y amigos.

Inicié mi oración sumamente conmovido pues encontraba a mi alrededor muchas personas conocidas que lloraban. La madre del joven, naturalmente, estaba deshecha y lloraba desconsolada ante el féretro ¡era su único hijo! El padre, que no se encontraba en la casa cuando lo ocurrido, acababa de recibir la noticia fatal y llegaba en ese preciso momento. Aquella escena fue desgarradora.

Con un nudo en la garganta y entre las lágrimas de todos los congregados, me esforzaba por dar palabras de aliento, pero era muy difícil. Era el momento del dolor y la lamentación.

Pasados los días tuve la oportunidad de platicar nuevamente con ellos. Ya un poco más serenos habían caído en la cuenta de lo que había pasado. Sin embargo, no se conformaban con la pérdida de su hijo. Yo lo veía todo como un proceso de sanación natural, los golpes siempre duelen, así que había que esperar a que la herida, con un poco de buena voluntad y la ayuda de Dios, sanara a su tiempo.

Trataba de explicarles que el sufrimiento viene como un anuncio de paz y salvación. Sin embargo, los mejores argumentos poco hacían. Ellos estaban como ensimismados y no daban más. Imposible para ellos ver el amor y la misericordia de Jesús en todo esto.

Durante varios días conversábamos y orábamos juntos. Era difícil no hablar de lo ocurrido tratando ingenuamente de olvidar lo que no puede ser olvidado. Ellos siempre tendían a desahogarse ¿Por qué su hijo y no otro, siendo que era un muy buen muchacho? ¿Por qué morir así? En otros momentos, hacían una especie de catarsis para liberarse de profundos complejos de culpa: ¿Quizás no habían sido buenos padres? ¿Lo habían descuidado? ¿Si ese día ellos hubieran estado con él? Decían no haber perdido la fe en Dios, pero cómo aceptar este acontecimiento tan doloroso y que cortaba de tajo con tantas esperanzas y expectativas que se habían hecho respecto a su hijo.

Casi sin pensarlo me fui abriendo a un nuevo estilo de oración pidiendo una gracia especial para ellos: su liberación completa de todo tipo de resentimiento y la aceptación plena de la voluntad de Dios que les diera la paz. Yo había escuchado sobre la oración de sanación, pero siempre tan asociada a los movimientos carismáticos que me parecía como un carisma especial que Dios da a determinadas personas, casi como la oración de exorcismo.

Sin embargo, pude reconocer este camino de oración, nuevo absolutamente para mí. Sólo Cristo podía hacer este «milagro» de curar y sanar las heridas profundas que guarda el corazón humano. La palabra de Dios a diario me lo recordaba: cuando uno se acerca con fe pidiendo a Jesús alguna gracia, como la mujer hemorroísa, sin importar lo que piense la gente, con la confianza puesta en Jesús, diciéndole: ¡Quiero ser curado! (cf. Lc 8, 40-48) nunca es defraudado; cuando nos acercamos a pedirle por la salud de nuestros familiares y amigos, Él nos responde porque es bueno y tiene todo el poder de aliviarnos (cf. Mt 8, 5-13; Mc 7, 24-30). Por supuesto que se necesita valor para vencer la soledad, la melancolía, el pesimismo, los complejos y ponerse delante de Jesús

Al orar por estos hermanos que tenían esta pena, también me di cuenta de que todos, me parece que sin excepción, necesitamos liberarnos de recuerdos dolorosos, traumas y complejos que, por no estar sanados, nos siguen lastimando y orientan nuestra conducta a menudo de forma inconsciente.
Propongo unos pasos para que hagas tu propia experiencia en el camino de la oración de sanación.

Toma tu Biblia, porque la palabra de Dios es la lámpara que guiará nuestros pasos por el abismo oscuro de la conciencia e intimidad. Apártate, reflexiona y ora. Arma tu altar con un crucifijo o una imagen de Jesucristo. Y luego...

1° Confía absolutamente en Cristo. Contempla un rato su bello rostro crucificado, lleno de amor por ti. Piensa que Él tiene el poder de liberarte de resentimientos arraigados que tanto te lastiman. Él es el mejor de los médicos, el mejor psicólogo y psiquiatra. Y acéptalo como un principio: humanamente es imposible liberarnos de resentimientos y recuerdos dolorosos. ¡Sólo Cristo puede perdonar! Su perdón es tan grande que a veces ni siquiera espera a que se lo pidas, Él te lo da porque te ama (cf. Lc 5, 17-26; Jn 8, 1-11; Lc 23, 39-43).

2° Debes aceptar con valentía que guardas todavía recuerdos que te duelen y lastiman, al punto de que no quieres ni siquiera hablar del tema; pero eso es, precisamente lo que debes hacer. Debes mostrar y manifestar al médico tus heridas y dolores, de otro modo, ¿cómo nos procurará el remedio? Quizás te parezca raro manifestar al Señor todo lo que sientes, pero quítate de complejos y escrúpulos. Te hará bien sentirte liberado.

3° No te avergüences de tus sentimientos ni sientas ninguna pena al expresarte delante de Jesús como lo haces con tu mejor amigo: «¡Por qué permitiste esto! ¡Me dolió mucho Señor! ¡Me enojé contigo, pero aquí estoy para pedirte perdón!» No es ninguna irreverencia cuando se hace en privado y con la confianza en Dios que nos ama. Jesús también clamó en la cruz: «Padre ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46).

4° Pide con mucha fe el don del Espíritu Santo para que saque de ti las raíces del pecado, sane tus heridas y plante en ellas el amor de Jesucristo. En realidad, la experiencia de oración es pura gracia del Espíritu Santo. Él es el que nos hace orar. Por ello, te recomiendo alguna de las plegarias al Espíritu Santo. Esa que dice: «Lava lo que está sucio, riega lo que está seco, sana lo que está enfermo...», es ideal.

5° Repasa en tu mente a través de tu historia, los acontecimientos tristes y dolorosos. Como retroceder una película en una videograbadora. Detente en aquellas escenas donde te has sentido solo y abandonado, por ejemplo: la muerte del ser querido, una humillación o ridículo, un fracaso. Ya que te identificaste, ahora, mírate, consuélate y abrázate a ti mismo con el amor de Jesús que estaba presente cuando tu sufrías. Él nunca te abandonó, fue su amor el que te hizo soportar y resistir. Por ese amor tan grande, que ahora te inunda, estas aquí, para dar gracias por todo lo bueno que te ha regalado.

6° Un buen criterio para saber si avanzas o no en esta terapia espiritual, es el poder hablar de estas cosas en la confesión o en la dirección espiritual. Si aún te apenas o averguenzas es porque todavía no han sido sanadas tus heridas. Sigue repitiendo este tratamiento, interpretando para ti, otros textos sobre el amor de Dios, por ejemplo: Jn 3, 16; Rom 5, 8; 1 Jn 4, 8-10. Disponte de la mejor manera que puedas, confiando mucho más en la Gracia de Cristo.
Cuando se trata de odios o rencores que guardamos en contra de alguna persona, es bueno comparar nuestro grado de perdón con el perdón de Cristo. Al instante veremos cuánto nos falta para estar libres de todo tipo de resentimiento. En ocasiones, decimos haber olvidado y perdonado pero no somos ni siquiera capaces de mencionar el nombre de la persona que nos hizo daño, ni de justificar sus actos, menos todavía de rezar por ella.

7° El perdón de Cristo que es nuestra salud, no es impaciente. Actúa poco a poco. Así que no hay que desesperarse cuando no obtienes los resultados que desearías. Dios sabe esperar cuando tú encuentras esas resistencias que te hacen «esconder la herida». Seguirá llamándote para sanarte y hacerte gozar de su amor.

8° Al hacer estos ejercicios plantéate: «¿Estoy dispuesto a perdonar a mis enemigos comple-tamente como lo hizo Cristo, cueste lo que cueste? ¿Daría mi vida por ellos como Él lo hizo? ¿Puedo volver a relacionarme con ellos como si nada hubiera pasado? ¿Soy capaz de ver en ellos sus cualidades y virtudes, y sobre todo ver la bondad del Señor en ellos?»

9° Dios sabe sacar cosas buenas y mejores de todos los acontecimientos, incluso de los más trágicos y dolorosos. Por eso los ha permitido, para nuestro bien y santificación. Por eso cuestiónate ¿Puedes descubrir la bondad divina en ellos? ¿Descubres lo bueno que ha sacado Dios de lo aparentemente malo y destructivo? ¿Bendices a Dios por todo lo que ha permitido en tu vida y en la de tus seres queridos?

10° Si todavía te parece difícil actuar y perdonar como Cristo, busca disponerte con mayor fervor en tu oración. Poco a poco el Señor te dará la paz y tendrás mayor caridad. Grábate en tu mente que la capacidad de perdonar y abrirnos a una Gracia de sanación, está determinada por tu fe y la profundidad de tu oración.

Con frecuencia las primeras oraciones te parecerán hipócritas, quizás te llenes de rabia, cuando al querer sanar tu pasado vuelvas a revivir conflictos y problemas pasados. Si tú fuiste culpable en algunos conflictos, te parecerá masoquismo y no querrás sufrir. Pero no puedes desanimarte, lucha sin cansarte hasta el final. Santa Teresa decía: «La Paciencia todo lo alcanza». Sólo Cristo puede sacarte de ese «bache» y darte la salud del alma y la capacidad de perdonar, así que confía en Él con todo tu corazón.

Monday, August 1, 2011

El Gol de Dios en mi Vida. P. Marco Zaccaretti, L.C.

P. Marco Zaccaretti, L.C.


Un día mi papá, viéndome con mi camiseta de fútbol me dijo: “¿quieres inscribirte también tú a la escuela de fútbol?” Yo, con una gran sonrisa, consentí en seguida. Y así, a los siete años de edad, comenzaron mis sueños de futbolista.

Crecí en una familia muy unida. Mi mamá me ayudó a madurar en mi relación con Dios. Mi papá, por otro lado, nos contagió a mi hermano y a mí la gran pasión por el fútbol. Cualquier lugar era bueno para jugar fútbol: la habitación, el jardín, la zona parroquial o el campo deportivo. Como todo hermano menor quería imitar a mi hermano mayor, Amedeo, que ya jugaba en un equipo.

Siempre fui abierto y alegre, y tuve muchos amigos. Era particularmente extrovertido y quería siempre estar en buena compañía. ¡Hacía mil cosas y ya tenía otras mil en la mente!

Frecuenté el kínder y la primaria con las hermana ursulinas de Sesto Calende, cerca de Milán. Era un poco travieso, muy vivaz y a veces desobedecía. Recuerdo que una vez una monja, durante el mes de mayo, nos propuso poner una estatua de la Virgen con algunas flores cerca de nuestra cama, tradición que conservé por muchos años, y por la noche nos reuníamos a rezar todos juntos en mi cuarto. El domingo iba a misa con mi familia y a menudo ayudaba como monaguillo. Percibía que la misa era algo importante, aunque no entendía totalmente su significado.

Mucho fútbol y poco estudio

Los años de juventud los puedo resumir así: mucho fútbol y poco estudio. Los entrenamientos me quitaban varias horas de la tarde; volvía a casa muy cansado y estudiaba tarde, luchando contra el cansancio y el sueño. Y entre el fútbol y el poco estudio encontraba también tiempo para salir con amigos y amigas, como muchos jóvenes, buscando diversión, vivir, y regresar muy tarde a dormir. Después del examen final de preparatoria, fui a la universidad en Varese, al norte de Italia, cerca de la frontera con Suiza, y ahí me esforcé poco, puesto que dedicaba demasiado tiempo a los entrenamientos de fútbol con un equipo de alto nivel. Todo esto se vio reflejado en los resultados académicos. Fue entonces cuando acepté el consejo de mi familia: trasladarme a la universidad de Castellanza, cerca de Milán.

Aquel raro sentido de vacío

En aquellos meses sentía una gran insatisfacción. Una sensación de vacío que deseaba llenar con algo importante y que diera plenitud a mi vida. Buscaba aquí y allá… ¡no sabía qué hacer! Hablé con mi párroco, Don Franco Bonatti, quien me aconsejó buscar dentro de mí: buscar ahí la voluntad de Dios para mi vida.

¡Un mes en México transformó mi vida!

En Castellanza coincidí con un compañero de estudios que me invitó a unas misiones de evangelización en México durante la semana santa de 1999. También en esta época tenía una novia, pero no estaba seguro de la autenticidad de nuestra relación, y para buscar una respuesta al vacío que sentía en mí, acepté la propuesta de ir de misiones a México.

El contacto con el pueblo mexicano, tan sencillo y generoso, me llegó al corazón. Era increíble ver la alegría y la fe de las personas, a pesar de las dificultades de la vida. Los momentos de oración y el grupo de chicos con los cuales compartía los días de misiones, me llevaron a crecer en la amistad con Jesús y la Virgen María. Jesús había llegado a ser un verdadero amigo íntimo de mi corazón y había descubierto la cercanía y el cariño de una Madre que conoce los secretos más íntimos de mi alma.

El camino hacía Jesús

En las misiones el Señor me regaló una gracia especial de conversión que me llevó a cambiar mi estilo de vida: ayudaba a mi mamá en los trabajos en casa, sentía la necesidad de orar cada día, buscaba estar disponible para los demás, iba a misa entre semana y hasta mantenía mi cuarto ordenado.

Conocí y mantuve amistad con un grupo de compañeros que estaban en el Regnum Christi. Compartí con ellos un camino espiritual a través de las diversas actividades de formación, las misiones, los retiros y las sanas diversiones.

En un momento dado me pregunté espontáneamente: “¿será que Dios quiere algo más de mí?” Y así fue como me decidí a participar en un curso de discernimiento vocacional en Roma, durante el verano del 2000, junto con otros chicos que venían de diversas partes de Italia. ¡Qué vértigo sentí al inicio de este curso! ¿Y si Dios verdaderamente me llamase a seguirle? Luchaba conmigo mismo y por ello las dudas eran cada vez más frecuentes. Al final del curso pensé: “Menos mal, ¡no tengo vocación!” No percibí ningún estímulo y deseo de dejar todo para seguir a Cristo. Una vez terminado el curso pude participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Roma con algunos amigos, pero no me sentía plenamente en paz conmigo mismo.

¡Noche oscura… y luego una luz!

Cuando regresé a la vida cotidiana empecé a percibir dentro de mí muchas dudas y una gran insatisfacción que no entendía. Como ya había hecho el curso de discernimiento para quitarme estas incertidumbres, ¿qué hacer ahora? Busqué refugiarme en la oración y en el silencio; a menudo iba a la iglesia para pedir al Señor luz para entender qué quería de mí.

Recuerdo que un día mientras estaba haciendo una pausa en el estudio, en mi cuarto, en un momento dado sentí una voz interna que me decía: “¿por qué no te entregas a mí por completo, en vez de darme sólo los recortes de tu tiempo, que no nos dejan felices ni a ti ni a Mí?” En ese momento tuve la certeza moral de que debía acoger esta invitación y entré en el seminario el 23 septiembre del 2000.

El gozo de hacer la voluntad de Dios

Cuando pienso en cómo Dios ha cambiado mi vida, me quedo sin palabras y lleno de admiración por su modo de actuar. ¡Nunca habría pensado entrar en un seminario! Cuán cierta es la frase del profeta Isaías cuando dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros ca

minos son mis caminos” (Is 55,8). ¡El Señor es capaz de hacer grandes cosas con nosotros!

Siento en el corazón el gozo de estar respondiendo al proyecto que Él ha pensado para mí, a pesar de mis defectos y límites. ¡Qué bonito es despertarse cada día sabiendo que uno es un humilde instrumento en sus manos! Estoy infinitamente agradecido con Dios porque reconozco haber recibido un gran don, el sacerdocio, que al mismo tiempo es un misterio lleno de amor. Confío en su ayuda y en su gracia para cumplir cada día sus planes con mucho amor y alegría.


P. Marco Zaccaretti, L.C.
EL P. MARCO ZACCARETTI nació en Angera, en la región de Varese (Italia) el 8 de marzo de 1977. Estudió la primaria con las hermanas ursulinas y la secundaria y la preparatoria en la escuela pública de Sesto Calende, Varese. Cursó dos años de economía en la Universidad de Varese y otros dos en la Universidad de Castellanza. Jugó por cuatro años en el campeonato regional “Eccellenza”, un año con el equipo de Castelletto Ticino y tres años en el Gavirate. En el 1998 jugó un partido amistoso con el Milan. El 23 de septiembre del 2000 ingresó al noviciado de la Legión de Cristo en Gozzano, en provincia de Novara. Cursó los estudios humanísticos en Salamanca (España) en el 2003. Durante dos años trabajó en la pastoral juvenil y vocacional en Santa Caterina y después en la provincia de São Paulo (Brasil). Terminó el bachillerato en filosofía y teología en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma. Desde septiembre del 2010 es asesor espiritual de la capellanía de la Universidad Europea de Roma.



Para Meditar...

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La voluntad de Dios es que todos estemos sanos en el espíritu, en el cuerpo y en el alma. Por lo tanto pedir por la curación no es pedir contra su voluntad. Si fuera así ¿por qué entonces acudir al médico y tomar medicinas?

Jesús, conciente de su misión salvadora de todo hombre, llegó a Nazaret, entró en la sinagoga y se puso de pie para leer las Escrituras. Le dieron el libro del profeta Isaías y cuando lo abrió, encontró el lugar donde estaba escrito:

"El espíritu del Señor está sobre Mí, porque me ha ungido,
para dar buenas noticias a los pobres, para sanar a los
afligidos de corazón, para anunciar a los presos la libertad,
para dar vista a los ciegos, para poner en libertad a los
oprimidos"
(Lc. 4, 16-19)

Hoy, El sigue sanando por medio de sus seguidores. La sanación puede ser del espíritu, de la mente o del cuerpo (2 Tes. 5, 23). La sanación del espíritu quiere decir que la persona ha sido fortalecida en su espíritu, su fe, su amor y confianza en Dios.

La sanación de la mente (sanación psicológica), significa que ha recibido un toque de Dios que produce paz, satisfacción, confianza, aceptación de sí mismo, comprensión, perdón a los demás o cualquier otra cualidad que contribuya a la armonía de las personas.

La sanación del cuerpo significa una vuelta a la salud de alguna parte del organismo. Esto es, muchas veces producto de la sanación espiritual y psicológica. Muchas enfermedades inician su proceso de sanación con el perdón.

PERDON Y SANACION – CITAS BIBLICAS

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"Muchos le siguieron, y El los sanó a todos" (Mt 12, 15)

"Su fama crecía más y más y muchas personas acudían a El,
para que los sanara de sus enfermedades" (Jn 5, 14-15)

"No son las personas sanas las que necesitan médico, sino
las enfermas..." (Lc 5, 31)

"Echen fuera la amargura, las pasiones, los enojos, los
insultos y a toda clase de maldades. Sean buenos y com-
prensivos unos con otros, perdónense unos a otros, como
Dios los perdonó a todos ustedes en Cristo." (Ef. 4, 31-32).

"Dios nos libró del poder de la oscuridad y nos llevó al Reino
de su amado Hijo, por quien nos salvó y nos perdonó muchos pecados"
(Col 1, 13-14)

"Jesús predicaba la Buena Nueva del Reino y sanaba
Todas las dolencias y enfermedades de la gente."
(Mt. 4, 23)

Desayunar Alimentos Ricos en Proteínas y Perder Peso

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El desayuno es la comida más importante del día. La mayoría de la gente piensa que saltarse el desayuno le ayudará a perder peso. Esto no es sólo incorrecto sino que además es malo para la salud. El saltarse el desayuno, aumenta el nivel de azucar incrementando el apetito de la persona. Así que saltarse el desayuno provoca el acabar teniendo más hambre.

Desayuno alto en proteínas contra la obesidad

Wayne W. Campbell, profesor de Alimentación y Nutrición en la Purdue University, afirma que hay una gran cantidad de investigaciones que apoyan el consumo de alimentos ricos en proteínas, especialmente estando a régimen. Esto mantiene la sensación de saciedad.

Científicos de la Virginia Commonwealth University en Richmond hay estudiado a 94 mujeres con obesidad. Las dividieron en dos grupos asignando a un grupo un desayuno bajo en calorías y al otro, un desayuno alto en calorías. En 8 semanas, el grupo que tomaba el desayuno alto en calorías había perdido una gran cantidad de peso de forma contiunada mientras que el otro grupo, aunque había perdido peso de forma impresionante al principio, había dejado de perder peso tras poco tiempo y se he había mantenido.

Otro estudio llevado por los investigadores de la Purdue University, concluye en que si la gente come proteínas en el desayuno de alta calidad, tienen la sensación de estar llenos durante el resto del día en comparación a cuando el consumo de proteínas es alto en la comida o la cena.

Para su estudio, los investigadores añadieron alimentos ricos en proteínas en diferentes comidas en varios grupos. Tras el estudio, se dieron cuenta de que el sentimiento de estar lleno, se sentía más cuando aumentaba el consumo de alimentos con proteínas en el desayuno.
Modifica tu desayuno añadiendo alimentos ricos en proteínas

Debido a nuestro estilo de vida, la mayoría no tenemos tiempo para preparar el desayuno en casa. Los alimentos preparados para el desayuno, normalmente contienen más carbohidratos que proteínas. Así que necesitamos ser cuidadosos a la hora de elegir los alimentos para nuestro desayuno.

La mayoría de los restaurantes de comida rápida, ofrecen tortillas francesas u omelettes, siendo este un alimento alto en proteínas. Las barritas bajas en carbohidratos son manejables y se pueden llevar fácilmente. También puedes pedir entremeses altos en proteínas.

La dieta del desayuno con alimentos ricos en proteínas tardará algún tiempo en hacer efecto así que come de forma saludable y ve paso a paso.
Algunos desayunos altos en proteínas

Aquí tienes algunos ejemplos de desayunos altos en proteínas y bajos en carbohidratos:

Desayuno alto en proteínas 1

1/2 taza de cereales con pasas altos en fibra.
Una naranja.
Queso Cottage o 3 salchichas de pavo bajas en grasa

El queso Cottage o las salchichas de pavo, son alimentos ricos en proteínas que además contienen proteínas de alta calidad. Los cereales con pasas te darán sensación de saciedad eliminando la urgencia de comer cada poco tiempo. Las toxinas que entran en nuestro cuerpo se forman debido a la polución, el estrés y otras causas debido a nuestro modo de vida. La naranja ayuda a eliminarlas.

Desayuno alto en proteínas 2

3 huevos
1/2 taza de copos de avena con arándanos
Una taza de leche desnatada

La avena hace que los carbohidratos se consuman lentamente, lo cual proporciona energía durante mucho tiempo y nuestro cuerpo también necesita fibra soluble. Los arándanos también son alimentos ricos en antioxidantes, compuestos que nos protegen contra el daño celular producido por moléculas llamadas radicales libres que son una de las causas principales de las enfermedades y el envejecimiento. Esto ayuda a eliminar las toxinas de nuestro cuerpo.

Desayuno alto en proteínas 3

Tortilla francesa u Ommelette con queso Fluffy con jamón, salchicha, o bacon.
Barritas nutricionales que sean bajas en carbohidratos.
Un zumo de frutas

Una vez más, un equilibro de grasa, proteínas, fibra y antioxidantes. Los zumos suelen ser altos en antioxidantes, lo que servirá para eliminar toxinas de nuestro cuerpo.